El mito de los alimentos que invitan al erotismo

La mayor parte de las civilizaciones han caído en la tentación de asignar a algunos alimentos efectos prodigiosos para el amor y el sexo.

'Nacimiento de Venus', de Sandro Botticelli.
El mito de los alimentos que invitan al erotismo

El principio universal de creced y multiplicaos esta impreso en el código genético de todos los seres vivos, pero solo el hombre, único ser racional, descubre que el placer que ambos actos conllevan puede ser causa suficiente para ponerlos en práctica sin la búsqueda de su efecto inmediato, y así aparecen el erotismo y el disfrute gastronómico.


La Real Academia de la Lengua define como 'afrodisíaco' aquello que excita y estimula el apetito sexual. Relaciona su etimología con el nombre de la diosa del amor que los griegos llamaba Afrodita y los romanos Venus, nacida de la espuma del mar sobre la valva de una viera.


Esta simbología ha motivado que desde la antigüedad, las culturas occidentales atribuyesen a las ostras y moluscos en general un efecto afrodisíaco, fama que de alguna manera ha sido refrendada por investigaciones científicas contemporáneas al comprobar que la baja presencia de zinc en el organismo humano –muy abundante en los moluscos y crustáceos– rebaja sustancialmente el tono sexual.


La valva de la vieira aparece nuevamente en la cultura cristiana pero con connotaciones, en principio, muy distintas a las de la diosa pagana y en una faceta tan próxima a nosotros como es el ropaje de los peregrinos a Santiago de Compostela.


¿Puede haber relación entre un icono y el otro? El hecho de que la tradición determine que fue al regreso de una boda cuando el esposo se arroja al mar para salvar del naufragio la nave que transportaba los restos del Apóstol Santiago y que, ante el peligro inminente de morir ahogado, la valva de una vieira lo trasportase sano y salvo hasta los brazos de su amada en tierra, creo nos lleva en esa dirección.


Las manzanas apenas aparecen en las listas de afrodisíacos que circulan por la gastronomía moderna, aunque muchos, basados en su papel de icono erótico en los orígenes de nuestra cultura y observando sus formas suaves y redondeadas, sí la creen merecedora de este calificativo.


La manzana es sin duda el signo más representativo de nuestra tradición mitológica, con la que las civilizaciones antiguas trataron de desmantelar las fuertemente consolidadas estructuras sociales de carácter matriarcal. Pandora, Helena o Medea fueron figuras femeninas responsables de grandes males sociales, inventados con el único objetivo de relegar a la mujer al oscuro papel de ama de casa.

Manzanas y uvas

Eva prueba la manzana, seduce a Adán para que también lo haga, y condena a toda su estirpe a vivir fuera del paraíso. La bruja Eride, que no ha sido invitada a la boda de Peleo con la diosa Tetis, se presenta en el banquete arrojando sobre la mesa una manzana de oro con la inscripción "para la más bella". Hera, Atenea y Afrodita se consideran destinatarias del obsequio y Zeus encarga a Paris que dictamine cuál debe ser la ganadora. Su decisión, declarando vencedora a Afrodita, será la causa de la guerra de Troya.


Las uvas tampoco son firmes candidatas a la lista pero en la antigüedad ninguna fiesta que buscase lujo y desenfreno podía prescindir de ellas. La uva era la fruta asociada al placer porque con ella se hace el vino y sin él, el regocijo y el jolgorio bajan muchos tonos, pero también el vino es causa de aletargamiento y pérdida de la actividad muscular, incluida la respuesta propia de una buena relación sexual, es decir, y como pone Shakespeare en boca de uno de sus personajes, "provoca el deseo pero impide la ejecución".


Las uvas y las manzanas eran pieza obligada de todas las fiestas romanas en las que reinase el impudor y la lujuria. Los cocineros preparaban platos con pretendida fama de afrodisíacos en los que aparecían erizos de mar cocidos en vino, ostras, caracoles, ubres de vaca o de lechona, testículos de toro, etc. No resultaba indecoroso alcanzar durante la fiesta los más desproporcionados excesos y era normal practicar el sexo en público, hasta el punto de llegar a decir que las patricias romanas se casaban a edad joven por aumentar el deseo de sus amantes. Se cuenta de la princesa Mesalina, casada a los 14 años con el emperador Claudio, 35 años mayor que ella, que usaba las setas para contentar a su esposo, consumidor insaciable de este producto, en las ocasiones que temía ser reprendida por alguna de sus muchas infidelidades, y también para aumentar el vigor sexual de sus pretendientes, sin depreciar la nada desdeñable virtud de su uso como medio de deshacerse de ellos.


De las culturas orientales han llegado hasta nosotros un buen número de productos con fama de afrodisíacos: la miel, la menta, los pistachos, las berenjenas, el anís, el jengibre, el azafrán y el cilantro son algunos de ellos. Del extremo Oriente, los comerciantes de seda y especias traían a Europa la canela, la mostaza, la pimienta y otras que, gracias al buen numero de virtudes que se les atribuía, entre las que no faltaba su carácter de afrodisíacos, rápidamente ocuparon un puesto de honor en nuestras cocinas.


Todavía hoy, los asiáticos conceden gran valor afrodisíaco al cuerno de rinoceronte y a los huevos de tortuga. Es tan grande su consumo, tan alto su precio, y tanta su mortandad, que las autoridades, temiendo por su extinción, han puesto en marcha campañas publicitarias dirigidas a disuadir su consumo con spots en los que una bella muchacha junto a una población de pequeñas tortugas marinas exclama: "No preciso que mi novio consuma sus huevos para sentirme querida". Tal ha llegado a ser el grado de la depredación y el saqueo, que muchos museos de biología han tenido que sustituir las prótesis corneas de sus rinocerontes disecados por sucedáneos de plástico.


Tres productos usados incluso como fármacos correctores de disfunciones sexuales, y que se han valorado como los viagra del pasado siglo, fueron: el gingsen, la yohimbina (compuesto derivado de un alcaloide extraído de la corteza de árboles de la familia de las rubaceae) y el ginkgo bilboa, árbol originario de China considerado como un autentico fósil vegetal.


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