Restaurante

La Flor de la Sierra, siguiendo el olor de las sardinas junto a la Seo

Aunque esta tasca zaragozana ha ido incorporando nuevas propuestas, unas sardinas asadas muy especiales siguen siendo la base de su negocio.

Vanessa Lecina y Diego Toral, en la barra de La Flor de la Sierra
La Flor de la Sierra, siguiendo el olor de las sardinas junto a la Seo
ALMOZARA

Hay tabernas donde, al entrar, se tiene la impresión de haber retrocedido 50 años en el tiempo en un solo segundo. De estas quedan pocas en Zaragoza y las que sobreviven lo hacen asociadas a productos clásicos como vinagrillos y salmueras, patatas asadas, embutidos, queso, jamón… o sardinas. En el caso de La Flor de la Sierra, las sardinas, precisamente, son la base de su negocio desde prácticamente 1925, cuando abrió sus puertas como tasca. Tan asociado está el producto al establecimiento que son muchos más los clientes que lo conocen como 'el bar de las sardinas' más que por su nombre. 


Hoy en día, este pescado casi se ha convertido en un artículo de lujo, no tanto por su precio, como por lo difícil que es encontrar un hogar donde se animen a prepararlas a la plancha (el olor, ya se sabe), así que a muchos aficionados, clientes y seguidores de las sardinas no les queda más remedio que salir fuera de casa a comerlas. Y en este bar, por el gentío que acude (sobre todo, los fines de semana) no lo deben estar haciendo mal.

 

Del Mediterráneo

En concreto, por lo que se refiere a las sardinas, ya les adelanto que merece la pena acercarse a probarlas. Las que venden son pequeñas, del Mediterráneo, pescadas a luz casi todo el año, por lo que su presencia es muy buena (nada que ver con las de arrastre), suficientemente engrasadas y jugosas. En definitiva, muy finas. Además, tienen un detalle que las hace verdaderamente especiales: la salsa, el unte, la gracia del ajoaceite acompañado de dos o tres ingredientes secretos que el dueño, Antonio López, se niega a revelar.


De la media docena de sardinas (4,5 euros) o la docena (8 euros) poco suele quedar sobre las bandejas, salvo las raspas, ya que el verbo untar no deja de conjugarse durante la degustación. Pero claro, hay vida más allá de este pescado. Por ejemplo, la ración de patatas asadas (4 euros) con mojo picón, ajoaceite y alioli introducida recientemente, una surtida barra de montaditos y las siempre agradecidas raciones de jamón, embutidos o queso. Especialmente recomendable es el que ofrecen como queso de la casa: zamorano y elaborado con leche de oveja cruda. Una delicia.


Y puestos a recomendar, si les gusta el morro, prueben la brocheta. Los trozos de morro los tienen en adobo 24 horas y después de pasarlos por la plancha quedan crujientes por fuera y muy tiernos por dentro. Y una cosa más: a la hora de beber, aunque el lugar poco tiene que ver con Asturias, se pueden animar a pedir una botella de sidra y hacer trabajar un rato a los 'isidrines', unos peculiares escanciadores con los que no se derrama una gota y se disfruta de esta refrescante bebida.

Vanessa Lecina y Diego Toral, en la barra de La Flor de la Sierra. 


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