Gastronomía

Licores para el verano

Pasado el solsticio de verano, con el calor apretando y con la ansiedad de tomar bebidas refrescantes, algunos licores se han hecho para disfrutarlos, precisamente, en este tiempo. Sugerentes, exóticos, que nos trasladan a playas desiertas de arena blanca o a abarrotadas salas de salsa caribeña.

Mojito de fresa en el bar Odeón
Los licores son para el verano
ASIER ALCORTA

Hubo una época en la que los anaqueles de las tiendas especializadas se llenaron de una oferta casi apabullante de nuevos licores, de bebidas exóticas, algunas desconocidas, presentadas en botellas sugerentes, de vivos colores, de nombres atractivos y que invitaban a tomarlas en vasos llenos de hielo, con las pajitas y los sombreros playeros, esos pequeñitos que se ponen en los cócteles más refrescantes durante las vacaciones. Fueron los licores más veraniegos, muchos de los cuales permanecen y otros han caído en el olvido. Repasemos la nómina de algunos de ellos.


Con su botella pintada de blanco y su publicidad en la que no faltaban las chicas más atrayentes, la Batida de Coco Mangaroca creo que fue una de las primeras. Casi no se utilizaba, aquí en este lado del Atlántico, el coco para las bebidas y esta venía cargadita del coco más tropical. Después de ella el público, los bares, los mejores barman que ahora se hacen llamar de todo menos barman (mixólogos, bartender, baristas, y un largo etcétera para mí sin sentido pues un buen camarero es todo eso y mucho más), solicitaban los licores de coco, las cremas y hasta la leche del fruto más refrescante para ensayar nuevas formas de cócteles excelentes.


Recuerdo una de nombre especialmente llamativo que arrancaba la sonrisa y que no tuvo, al menos que yo recuerde una vida demasiado larga. Me refiero a la Pingo da pinga, pero sin duda hubo otras con mayor recorrido y con unas dosis de sorpresa dignas de mención. Por ejemplo recuerdo el jarabe de lima sin alcohol Roses's, de la casa Scweppes, que nos lo cobraba a precio de hora cuando en realidad era algo muy sencillo, pero la política de escasez hacía que todos ganásemos mucho dinero con aquella botellita tan simpática y de textura agradable pues tenía el vidrio labrado. Y paralelamente llegó el Pulco, zumo de limón exprimido. ¡Y se vendía y se sigue vendiendo! Zumo de limón exprimido, eso sí de mucha calidad. También llegaron entonces los limoncellos. Pero volvamos a los licores, pues éstos no lo son.


Licores de frutas

Malibú , Kahlua, Tía María, hacían y todavía algunas de ellas lo siguen haciendo, las delicias de estos destilados en los que el coco y el café resultan esenciales y bien mezclados dan unos cócteles exquisitos. Un licor de melón, el japonés Midory, hizo las delicias de los más acérrimos consumidores de esta fruta tan dulce. La llegada del licor de chocolate Mozart, directamente de la patria del genial músico, hizo las delicias de los más golosos y poco más tarde, de la misma compañía llegaba el Capucine que es otro licor de café pero muy bonito presentado. En la misma línea llegó el Sheridans, en una botella mágica y sugestiva y que su promoción estuvo acompañada de unas azafatas en los centros comerciales especialmente seleccionadas para tal ocasión. Llegó el Trussart, un licor del Caribe a base de naranjas amargas de 21 grados de alcohol y de corta existencia que yo recuerde.


La almendra amarga, la Sambucca y los licores de las frutas más refrescantes como las cerezas y los melocotones inundaron las estanterías. Eran los licores que devoraban las mujeres y los hombres en la intimidad, pues lo de ellos eran los aguardientes y pocos confesaban que aquellos dulces y que no pasaban de los 20 grados de alcohol también les gustaban.


Pero ¿se acuerdan de aquellas botellas con forma de bola en la parte de arriba que contenían jarabes para hacer refrescos de verano? Grosella, granadina, limón, chufa, naranja, menta y hasta zarzaparrilla y con un contenido de azúcar tan alto que se solidificaba y había que darle un poco de calor para que se disolviese. Con agua bien fresca estaban muy buenos.



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