El cabrito asado al horno con patatas al estilo tradicional es un plato inamovible en la oferta del restaurante zaragozano La Bodega de Chema, que ha hecho de este producto su seña de identidad. Pero ello no es ningún impedimento, más bien al contrario, para que los responsables del establecimiento renueven cada poco tiempo los platos que complementan su plato estrella en los dos menús más solicitados: el menú del cabrito y el menú especial.

En el caso del primero, es posiblemente uno de los menús con mejor relación entre precio, calidad y disfrute de la capital aragonesa. Esta semana visité el establecimiento junto con cuatro amigos –todos ellos buenos conocedores de lo que se cocina y come en Aragón– y la satisfacción fue total y general.

El aperitivo consistió en esta ocasión de unas colmenillas recién cogidas con las que el chef, Carlos Ceperuelo, quiso obsequiarnos, y a fe que lo consiguió. Estaban rellenas de una crema de foie. Antes del inconmensurable cabrito, degustamos una ensalada templada de mejillones, cabracho y gambas en escabeche casero con mezcla de lechugas, y un huevo pochado con esencia de trufa. El festín culmina con una mousse de chocolate al Cointreau con helado de vainilla o, si el estómago ya no da mucho de sí, con un refrescante sorbete de mojito. Todo ello, más el vino, agua, pan y café, por 30 euros, impuestos también incluidos. El cabrito se puede sustituir por una merluza con mantequilla de cigalas.

En el menú especial hay, además de aperitivo, tres entrantes, cuatro opciones para el segundo plato, postre, agua, café y vino (Enate Cabernet–Merlot 2009 o Celeste Roble 2011, de Ribera del Duero). Se puede optar también, con un suplemento de 5 euros, por el Marqués de Vargas Reserva 2008.

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