Con la llegada de la canícula, entramos en una época en la que es frecuente hacer actividades diferentes, muchas veces atrevidas: unos se tiñen el pelo de rubio, otros hacen puenting y algunos probamos ‘cocktails’ con vino. A mí me gusta la palabra anglosajona compuesta por ‘cock’ (gallo) y ‘tail’ (cola) para denominar estos combinados de bebidas con y sin alcohol, mezcladas y con decoraciones y colores llamativos como las colas de estos animales. ‘Cóctel’ se me hace menos llamativa e interesante, digamos que no te prepara para la experiencia, me pasa también con güisqui, cruasán y no te digo si escucho un disco de yas.

La historia de la cocktelería es tan antigua como las bebidas, ya que desde tiempos inmemorables se han añadido elementos al vino o a la cerveza para modificar su sabor, rebajar su fortaleza o simplemente por el gusto de combinar.

Buscando la sombra tranquila de la calle Antonio Agustín, en Zaragoza, nos encontramos con Javier en la Taberna Vinotequiero, donde elaboramos los combinados que pueden encontrar en la parte de arriba de la página. Cuando Javier tira una cerveza, se nota su procedencia, pues las sirve como lo hacen en Madrid, y su gusto por el mundo del vino se refleja en la decoración del pintoresco local.

Para acompañar los tragos, Javier sugiere chacinas y curados, salmueras y patatas, tablas, raciones y empanadillas de nivel, en un ambiente muy agradable y tranquilo en una zona más tranquila de lo que debería, olvidada en los últimos años por los zaragozanos, a pesar de su ubicación y oferta gastronómica. La idea es probar algunas novedosas creaciones de tragos largos con una base importante de vino, buscando ampliar la sensación de frescor y así rebajar el grado alcohólico de la bebida en cuestión para refrescarnos.