El suelo se le resquebrajó a Milla en el Pizjuán

Si el Real Zaragoza no gana el domingo al Elche en La Romareda, el club valorará con firmeza el relevo del entrenador. Laínez sería el sustituto.

Luis Milla, durante la rueda de prensa del sábado por la noche en el Sánchez Pizjuán tras perder 2-1 ante el Sevilla Atlético.
El suelo se le resquebrajó a Milla en el Pizjuán
José Vidal

La situación de Luis Milla en el entramado de puestos de dirección del Real Zaragoza ha cambiado tras la derrota de Sevilla. El nuevo fracaso del equipo ante un tierno rival de filiales y juveniles, perdiendo una vez más una ventaja inicial, ya en la segunda mitad, con síntomas de peligrosa inacción sobre el césped, ha empujado al entrenador turolense hacia el abismo de todos los técnicos en casos de dinámicas negativas de resultados y juego. De un solo golpe. Sevilla ha sido un partido bisagra en ese sentido. Milla está obligado a que su Zaragoza gane el domingo próximo al Elche en La Romareda (12.00). Otro pinchazo, que sería el quinto concatenado, podría acarrear su destitución, según sea la morfología de ese hipotético fracaso ante los ilicitanos.


El choque del pasado sábado ante el equipo filial sevillista tenía un valor balsámico para el equipo en caso de victoria, el único resultado que se concebía como lógico y útil para el vestuario aragonés después de enlazar tres jornadas seguidas sin un triunfo. De haber sujetado el 0-1 de Juan Muñoz, las cosas serían en estos momentos como lo han sido hasta ahora: calma, paciencia, comprensión ante un duro inicio de proyecto con una plantilla muy renovada y fe en que se encontrase tarde o temprano una puerta hacia el buen juego y la solvencia del equipo. En el seno del club no ha existido la sensación de que el Real Zaragoza pudiera descarrilar de tan mala manera en tan poco espacio de tiempo. Y, por ello, la figura de Milla ha sido valorada con mesura y sin nervios. Hasta Sevilla.


Hay un antes y un después de la catástrofe final del Pizjuán, clonada del anterior viaje a Soria. Ni la actitud de los futbolistas ante los 'inputs' del entrenador, ni la respuesta de Milla ante tan serios problemas, se observan con la suficiente confianza como para dilatar en el tiempo soluciones mayores. El equipo camina contra natura. Empezó bien cuando lo normal y comprensible hubiese sido observar más chispazos por pura inadaptación de tantas piezas nuevas. En la 4ª jornada, a mitad de septiembre, era colíder con el Levante. Y, cuando se esperaba una progresión lógica, basada en el conocimiento mutuo y el trabajo diario en los entrenamientos, el equipo se le ha caído al suelo a Milla.


Los razonamientos del preparador de Teruel tras la voltereta en Soria ante el Numancia sorprendieron negativamente. Aquella denuncia sobre el decaimiento del equipo, la conducta de hombres abatidos en el descanso por haber encajado un gol, la inusual falta de reacción con tiempo por delante para buscar una remontada... al final, acabó rebotando sobre su propia figura, como máximo responsable de la caseta, como motivador obligado en su rol de entrenador de un grupo. Tras repetir experiencia negativa en Sevilla, Luis Milla tampoco supo dar una respuesta serena y contundente al fracaso global. Su análisis pospartido giró alrededor de un "no sabemos gestionar las ventajas", o "el equipo sabe adelantarse en el marcador pero no es capaz de administrar los minutos posteriores". Es decir, algo obvio, que necesita soluciones, no narraciones de lo acontecido.


Un empate o una derrota ante el Elche, definitivamente despeñaría al Real Zaragoza en la tabla tras un par de semanas de suspensión ficticia en la zona media-alta. Y llevaría a cinco jornadas seguidas sin ganar con solo 10 disputadas. El ambiente dentro del vestuario se ha oscurecido, como suele ser habitual en estas rachas tan cruzadas en equipos del nivel del Zaragoza. Las caras son largas. Los talantes, huidizos. Los reproches van en aumento. Los descontentos, cada vez son más. Sin victorias ni clasificaciones ilusionantes, todo se deteriora. En el caso del Real Zaragoza, por su idiosincrasia y por su pasado reciente, con mayor velocidad que en otros sitios.


Milla está ya en otro estado al que tenía antes de viajar a Sevilla. El suelo se le resquebrajó tras perder, y de ese modo, en el Sánchez Pizjuán. No pisa firme. Depende de que sea capaz de restaurar esa inestabilidad manifiesta. De lo contrario, el agujero puede hacerse tan grande que acabe tragándoselo imprevistamente. 


En ese caso, el sustituto sería César Laínez, en entrenador del RZD Aragón. Los tiempos de penurias económicas no dejan apenas capacidad de maniobra para barajar una escapada por el mercado de entrenadores. Si el Real Zaragoza, por enésima temporada, entra en el carrusel de cambios en el banquillo, esta vez toca acudir a la promoción interna. Algo que sería novedoso tras muchos años de garbeos constantes por los escaparates de extramuros.


Todos, los afectados y los que vivirían esta situación de rebote, ya son conscientes de que algo ha cambiado tras el esperpento de Sevilla. Un club como el Real Zaragoza no puede permitirse tener un día a día tan gaseoso como el que capitanea Milla en el último mes. Ya lo sabía el turolense cuando vino en julio. Ha llegado el primer punto en el camino donde las cosas necesitan dar un giro, un cambio radical de rumbo. Ante el Elche, el domingo en La Romareda, llega la primera final para este remozado equipo. Solo la victoria servirá para aplacar esta amenaza de crisis severa que hace 15 días nadie podía ni quería imaginar o prever.

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