EDITORIAL

Y al final, la huelga

El anuncio de huelga general por CC. OO. y UGT certifica el fracaso sin paliativos de la gestión de la crisis económica por parte de Rodríguez Zapatero, cuyas vacilaciones durante dos años perdidos no han evitado el paro. Pero también queda en entredicho la capacidad negociadora sindical y su dificultad para afrontar la complejidad de la situación. Si las centrales tienen motivos para sentirse traicionadas por Zapatero, que en 2009 todavía prometía que no recortaría derechos sociales, la huelga no es la vía de salida para un país necesitado de trabajo y empuje.

DOS años de paños calientes para intentar evitar el enfado sindical, dos años perdidos a efectos prácticos, puesto que los países del entorno tomaban medidas mientras el Gobierno de España apenas comenzaba a pronunciar la palabra ‘crisis’, han terminado abruptamente. Al final, habrá huelga general, el escenario que Rodríguez Zapatero quiso evitar tan empecinadamente que la situación se agravó con las demoras. A la soledad política (el Gobierno lleva perdidas más de veinte votaciones en el pleno del Congreso) se une ahora la oposición frontal de sus antiguos aliados. Pero los sindicatos plantean una protesta pírrica. Porque el panorama se ha deteriorado hasta un punto que no admite ni un bandazo más de los que ha dado el presidente en un pasado reciente. La reforma laboral no tiene vuelta atrás. Pero, al menos, se tramitará como proyecto de ley, lo que permitirá que los partidos hagan sus aportaciones. El Gobierno debiera aprender de tantos errores acumulados. Y los sindicatos, plantearse si la huelga general es lo que esperan de ellos los trabajadores y los más de cuatro millones de parados.