MEDIDAS CONTRA LA CRISIS

Valeriano Gómez: "Ninguna reforma laboral crea empleo por sí misma"

Es una de las nuevas caras del Gobierno de Zapatero y a él le corresponde afrontar los cambios que exige el mercado laboral en un país con casi cinco millones de parados.

El ministro de Trabajo.
Valeriano Gómez: "Ninguna reforma laboral crea empleo por sí misma"
ESTHER CASAS

Ha regresado al Ministerio de Trabajo y lo ha hecho como titular y en la etapa seguramente más difícil. ¿Cómo pudo convencerle el presidente?

Pues no fue difícil porque bastó una llamada para que aceptara. Sabía que si se producía esa circunstancia tendría que decir que sí. No es de todas formas la única etapa difícil, también la de 1991 a 1994 fue una crisis importante y yo la viví siendo asesor del ministro de Trabajo. Lo he sido de tres ministros de Trabajo: Manuel Chaves, Luis Martínez Noval y José Antonio Griñán. Y secretario general con Jesús Caldera, así que conozco la casa suficientemente.

El presidente reveló que lo que le acabó de convencer para su nombramiento fue su intervención en un programa de televisión. ¿Cómo lleva su faceta de comunicador, además de ministro?

Trato de llevarlo bien. Siempre me ha gustado mantener una faceta de estudio y de análisis y nunca he dejado de estudiar el mercado de trabajo. Me considero un razonablemente bien respetado analista pero nunca he renunciado a expresar mis opiniones en público. La entrevista a la que se refiere fue el día de la huelga general, en Antena 3, y fue un programa en el que estuve en una situación difícil, porque en él se destacaba como circunstancia principal de la huelga la existencia de piquetes y esto creo que tampoco es bueno porque las huelgas son expresión de un derecho. Yo personalmente no apoyé la huelga pero, en cambio, en la manifestación, me sentí obligado a expresar mi apoyo al ejercicio de un derecho afectado por un clima antisindical, que siempre he considerado peligroso.

Ha sorprendido esa presencia en la manifestación, días antes de ser nombrado ministro. ¿Sirvió de algo aquella marcha?

Creo que todo este tipo de expresiones sirven, algunas tienen efectos inmediatos y otras a plazo. Las organizaciones sindicales tienen que utilizar la huelga general con mucha mesura. No digo que se haya utilizado sin mesura en el pasado. España ha tenido seis episodios de huelga general en 33 años. Pero una huelga ha de ser expresión de la voluntad de cada uno de los trabajadores, que se puede expresar también a través de otros derechos, como el de manifestación.

Lo cierto es que se ha criticado mucho la actitud de los sindicatos con el Gobierno socialista durante estos últimos meses.

La actitud de los sindicatos ha sido muy responsable durante estos casi ya tres años de crisis, en los que ha habido dificultades importantes. El Gobierno ha tratado de hacer las cosas de forma tal que lográramos un buen grado de apoyo de los más afectados por la crisis y no dejar a nadie en la cuneta. Ahora se trata de que entre todos echemos una mano para la salida de la crisis.

Es posible que al Gobierno le haya venido bien tener un ministro de Trabajo que asistió a la manifestación del 29-S, pero ¿no le ha supuesto a usted ningún conflicto personal?

Insisto en que he tenido una estrecha vinculación con una de las grandes centrales sindicales de España pero profesionalmente he estado mucho más unido a la actuación pública en el Ministerio de Trabajo y he mantenido mi profesión como analista laboral. Por supuesto que esa vinculación genera una forma de ver el mundo, pero nunca he pensado que tengamos que mantenerla cuando estás al frente de una responsabilidad pública. En ese caso, tu visión tiene que ser más amplia y tiene que contemplar otras facetas. No tengo ninguna duda de que mi visión mantendrá un tono de equilibrio.

El próximo martes los sindicatos presentan una iniciativa legislativa popular para frenar la reforma laboral. ¿Hay posibilidades reales de frenarla?

Yo creo, que en lo esencial, no. Vamos a esperar a ver qué planteamiento se hace por los sindicatos. A mí me parece que hay un poso en la reforma que es fundamentalmente acertado. Yo diría que los grandes objetivos, el gran diseño de la reforma laboral, va a permanecer durante mucho tiempo en España y es bueno que sea así.

¿Estamos en condiciones de tener paciencia para ver los resultados, como usted ha pedido?

No tenemos más remedio. La crisis es intensa y estamos empezando a superarla. Ninguna reforma legal genera empleo por sí misma. Si la economía no crece, nunca crearemos empleo, con mejores o peores leyes. Lo que ocurre es que unas buenas leyes pueden ayudar a que la salida de la crisis en lo laboral sea más eficiente, con más intensidad en la creación de empleo, con menos trabajo temporal y más flexible. Pero no hay reforma que por sí misma cree empleo.

¿Qué margen queda para el diálogo y el consenso, cuando desde varias instancias se está demandando urgencia en las medidas? ¿Cómo se puede combinar eso?

Es más difícil, sin duda. Siempre el diálogo se lleva mejor en un tono de cierto reposo, de cierta tranquilidad, pero ahora no tenemos tiempo ni para el reposo ni para la tranquilidad. Debemos hacer las cosas bien y rápidas. Y el diálogo tiene que ser muy exigente con las capacidades de cada uno porque el ritmo se acelera. Yo sé que es una situación más complicada, pero también ocurrió así en el pasado, durante la Transición, y el país fue capaz de salir adelante y, por cierto, con un buen tono de diálogo. Así es que no tenemos más remedio que adaptarnos a unas circunstancias que no elegimos, pero sobre las que tenemos la necesidad de influir respondiendo y dando la cara. Y esa es una tarea que corresponde al Gobierno y también a los interlocutores sociales.

¿Por qué tenemos más paro en España que en los países de nuestro entorno?

Básicamente por dos razones. Una, porque la crisis del sector de la construcción ha sido mucho más intensa que en esos países y dos, porque teníamos un sobredimensionamiento del sector de la construcción que nunca debimos dejar que llegara a ese extremo. Teníamos 2.700.000 empleos directos en la construcción en el tercer trimestre de 2007 y eran 1.100.000 en 1994. Esto no es razonable. Nuestro tamaño histórico del sector está situado en alrededor de 1.300.000 empleos, que es el que se corresponde con nuestras residencias constructivas. Sabíamos que llegar a ese extremo no era sostenible. Por ejemplo, Alemania, que nos duplica en habitantes, tenía en 2007 menos población ocupada en la construcción que nosotros. Ahora estamos en torno al tamaño ideal, sobre 1.500.000. De los casi 2.000.000 de empleos perdidos, 1.150.000 pertenecían al sector y otros 500.000, al impacto de la industria y servicios auxiliares de la construcción.

¿Tendrían que haberse hecho reformas en los años de bonanza?

Me parece que sí. Es una de las principales responsabilidades a imputar a los gobiernos de España entre 1996 y 2004.

¿Justo en ese periodo, casualmente el de los gobiernos del PP?

Sí y le voy a decir porqué. Porque a partir de 2004, a principios de 2006, ya comenzó a dar futos la política de fomento del alquiler y un uso menos intensivo de la compra, un fenómeno ordenado de desinflamiento de la burbuja inmobiliaria, cuyo estallido se hizo inevitable con la quiebra de Lehman. Hay ocho años clave ahí que dieron alas al crecimiento de la burbuja.

¿Antes de 1996 no estaba sobredimensionado el sector?

No, porque ya le he dicho que en 1994 los ocupados eran un 1.100.000 y en 2007, 2.700.000, y el crecimiento desorbitado fue anterior. Basta con analizar las cifras. Lo más preocupante es que el precio de la vivienda no descendió.

¿La fórmula es siempre salir de la crisis para luego crear empleo?

Bueno, es que este proceso es exactamente así. Muchas empresas crean empleo pero otras destruyen y se sale de la crisis cuando hay más creación de trabajo que destrucción. Es en torno al crecimiento del 2% cuando se genera empleo, a veces lo hemos conseguido con el 1,5%. Este es el punto que tenemos que alcanzar y llegará en la segunda mitad de 2011.

Visto lo visto, hay mucha desconfianza a la hora de escuchar este tipo de previsiones.

Por supuesto, pero debo decirle que hace ya dos trimestres consecutivos que se está creando empleo, ambos son en general buenos trimestres. Es la primera vez que se produce esto desde que comenzó la crisis. Vamos a esperar al cuarto trimestre. Todavía es insuficiente, pero tres trimestres consecutivos de creación de empleo sería muy buen síntoma.

Pero la temporalidad sigue siendo un problema importante.

Bueno, la temporalidad durante la crisis se ha reducido. Por ejemplo está ahora en torno al 25% y en 1994, a la salida de la crisis anterior, teníamos un 35%. Entre otras cosas, porque la destrucción de empleo se ha concentrado en el sector de la construcción y esto ha hecho reducir la tasa de temporalidad, que también tenía un componente estructural.

¿Podemos descartar despidos de funcionarios en España, como se ha anunciado en Irlanda?

Creo que el Gobierno no se plantea ese tipo de estrategias en este momento. No creo que sean necesarias y tenemos además que mejorar la apreciación que los ciudadanos tienen de nuestros servidores públicos. El tamaño de nuestros servicios públicos no es excesivo. No tenemos más maestros por habitante que Alemania, Francia, Bélgica o el Reino Unido, sino menos. Ni más médicos, y en cambio tenemos un buen sistema sanitario. Lo mismo nos pasa en otros ámbitos de la función pública.

El propio comisario europeo, el socialista español Joaquín Almunia, ha puesto sobre la mesa las dudas sobre la economía española.

Pues no he comprendido muy bien a qué se refería el comisario con esas declaraciones. Las he escuchado un par de veces y no son fáciles de interpretar. En mi opinión, España tiene un sistema bancario razonablemente sólido, con uno de los mejores sistemas financieros del mundo desarrollado. No tenemos que esperar grandes sorpresas ni generar demasiadas dudas. Los test de estrés de los bancos fueron los más exigentes que se hicieron en Europa. No sé a qué se refería, insisto, el comisario.

¿Es algo más que un gesto, que una foto, la reunión del presidente Zapatero con los grandes empresarios?

Creo que los gestos son útiles, también en política económica. Lo que ocurre es que las grandes empresas españolas ya son muy importantes y esta es una de las grandes novedades de los últimos 15 años. Son multinacionales. En 1994, por ejemplo, en la crisis anterior, no teníamos empresas multinacionales. Ni casi inmigrantes, por cierto. Esas empresas tienen que jugar también un papel en la recuperación de la economía española, porque el futuro está vinculado a su capacidad exportadora. Es importante que haya un buen grado de comunicación entre el Gobierno y sus empresarios.

El presidente del Banco de España ha pedido urgencia en la reforma de las pensiones. ¿Qué responde usted?

Pues mire, ha sido este Gobierno el que ha puesto fecha por primera vez a la reforma: se presentará el proyecto de ley en el primer trimestre del año próximo. Si podemos acelerarlo, lo haremos.

Se pone en duda que elevar la edad de jubilación a los 67 años solucione el problema. ¿Podría elevarse más ese tope?

Creo que es posible afrontar los grandes problemas de los sistemas de reparto en Europa en el medio plazo. Son sistemas mucho más sólidos que los de capitalización. Este es un debate mucho mejor asentado ahora, reconociendo que no hay buenas alternativas a los grandes sistemas públicos de reparto. Hay tres factores que pueden ayudar: tener más en cuenta el conjunto de la vida laboral para calcular la pensión, prolongar la parte de la vida que se dedica al trabajo y el freno a la estimulación a la jubilación anticipada. España tiene una edad efectiva de jubilación de 63,5 años, que es mayor que la de Francia, Alemania o Italia, pero tenemos que seguir en esa línea.

En cualquier caso es un debate que está vivo hace meses y no se toma una postura concreta. Estamos viendo grandes protestas en otros países. ¿Le preocupa al Gobierno la contestación social?

A cualquier Gobierno lo que le debe preocupar es que el debate sea lo más transparente posible. Que haya un buen nivel de información, información de calidad, sobre las opciones de futuro y cómo se afrontan. Este es el debate que tendremos en los próximos meses.

Una curiosidad: ¿tiene el ministro de Trabajo algún plan privado de jubilación?

No, nunca lo he tenido. Creo que el mejor plan de pensiones es una buena cotización durante mucho tiempo al sistema público.

El envejecimiento, que es muy pronunciado en comunidades como Aragón, es otro problema.

Las sociedades envejecen más y eso significa que tendremos más pensionistas. Necesitarán que los ocupados financien su pensión, pero tenemos una baja fecundidad. Lo que tenemos que hacer son políticas que mejoren la conciliación de la vida familiar y laboral, que estimulen la natalidad. Culturalmente ya no estamos en familias con tres o cuatro hijos como en el pasado. La solución estará en que si hay proporcionalmente menos ocupados, estos tendrán que esforzarse más y los pensionistas tendrán que tener una pensión media adaptada a las posibilidades. En términos de poder adquisitivo serán mejores porque la riqueza del país seguirá creciendo. La inmigración seguirá siendo esencial.

La candidata del PP en Cataluña ha vinculado la permanencia de inmigrantes a sus puestos de trabajo. ¿Qué opina sobre eso?

Fue el Gobierno socialista de 2004 el que exigió por primera vez un contrato laboral. Es bueno que la entrada de inmigrantes esté vinculada a la de una relación laboral. Siempre hablamos de regularizar la situación de aquellos que ya estaban trabajando aquí. Nuestra capacidad de acogida se ha reducido ahora. Son más lo que vuelven a sus países de origen que los que entran. La inmigración no está siendo actualmente un grave problema para España y no es un buen ejercicio introducir un discurso xenófobo, porque seguiremos necesitándolos.

Usted se ha mostrado contrario a la receta del presidente de la CEOE de que tenemos que trabajar más.

Lo que tenemos que hacer es trabajar mejor, más intensamente, en cuanto a la productividad por empleado. Una parte de nuestra mirada tiene que pensar en los costes para no dejar de crecer, pero el futuro de España tiene que estar vinculado a trabajadores mejor formados y con más valor añadido. España es en estos momentos uno de los países europeos con menos jornada efectiva de trabajo.

Eso tiene que ver con nuestros horarios, con largas jornadas laborales. ¿Cómo se cambia eso?

Estoy de acuerdo con que hay que racionalizar los horarios, también en la Administración. Ahora bien, siempre me gusta decir que buena parte de nuestros trabajadores tienen jornadas continuas, en la industria y en los servicios, y en cambio hay mucho que hacer en el personal directivo y medio. Es ahí donde tenemos que centrarnos.

¿Cuántas horas trabaja el ministro de Trabajo?

Alrededor de 12 diarias. Es demasiado, sí, pero ahora no podemos dejar de trabajar tanto. Yo espero trabajar menos en el futuro porque las cosas hayan ido bien.