IMPACTO ECONÓMICo

Grandes éxitos o sonoros fracasos

Whistler es una de las sedes olímpicas de los Juegos de Invierno de Vancouver que comienzan el próximo 12 de febrero.
Grandes éxitos o sonoros fracasos
B. Makarewicz/efe

Quedan apenas doce días para que la ciudad canadiense de Vancouver se estrene como sede de los Juegos Olímpicos. Serán muchas las miradas que estarán pendientes de la cita deportiva y la alta competición de la que serán escenario las bellas montañas de la Columbia Británica, pero también que estudien y calculen el resultado económico de los que se han sido considerados los Juegos Olímpicos más sostenibles.


Y es que la historia de las Olimpiadas, tanto de verano como de invierno, está cuajada de éxitos pero también de rotundos fracasos -económicamente hablando-. Sin ir más lejos, los canadienses, que con la candidatura de Vancouver ya han sido anfitriones de unos Juegos en tres ocasiones, todavía tienen en mente la carga financiera que durante más de 30 años han tenido que soportar los bolsillos de los ciudadanos de la provincia de Quebec, que pagan desde 1976 unos impuestos especiales para cubrir el agujero de más de 1.500 millones de dólares canadienses que dejaron las Olimpiadas de Montreal en 1976.

Y llegó la crisis

Vancouver ha sido cauteloso y no ha dejado de tener en cuenta las consecuencias de aquellas Olimpiadas de sus compatriotas de la costa este canadiense. Pero la candidatura de Vancouver también ha tenido sus 'problemas'. No ha podido escapar del impacto de la crisis que, en enero de 2008, obligó al comité olímpico a revisar el presupuesto al alza (1.760 millones de euros) para parar los efectos de las dificultades económicas.

Incluso el ayuntamiento de la ciudad tuvo que rascarse el bolsillo para terminar la villa olímpica porque la sociedad Fortress Investment Group, que financiaba su construcción, decidió cerrar el grifo al ver que se disparaba el presupuesto. El consistorio dispuso finalmente de 288 millones de euros adicionales para terminar la obra, un presupuesto que salió de los impuestos a los ciudadanos.


Aunque deportivamente fuera un éxito, los detractores de este tipo de citas internacionales también miran hacia Turín, sede de los últimos Juegos de Invierno. Allí, según recogía el pasado mes de enero el diario 'La Repubblica' son muchas las instalaciones olímpicas que no tienen ningún uso e incluso que han quedado sepultadas bajo la nieve.


Como ejemplos cita el trampolín de saltos, una obra de 34,4 millones de euros que, dice el diario, se ha convertido en una "catedral de piedra"; o el tobogán de bobsleigh, cuya construcción exigió una inversión de 61,4 millones de euros pero que desde 2006 no ha vuelto a acoger ninguna carrera.

Evitar déficit

No todo los Juegos han dejado agujeros en las arcas de las ciudades que los han albergado. Buena prueba de ello fueron el éxito económico con que apagaron la antorcha las citas deportivas celebradas en las ciudades norteamericanas de Los Ángeles y Atlanta que, como señala la literatura especializada, solo tuvieron que construir algunas instalaciones deportivas porque maximizaron el uso de las infraestructuras con las que ya contaban. Su objetivo básico era conseguir los mayores beneficios a corto plazo y, sobre todo, evitar el déficit.


Pero dejen deudas o no, todos los expertos coinciden en destacar que, a largo plazo, las ciudades olímpicas consiguen una importante rentabilidad que descansa en la mejora de su imagen internacional, lo que supone no solo un atractivo para los turistas sino para el establecimiento de nuevas industrias.