LA CRISIS SACUDE A LAS FAMILIAS

El concurso de acreedores sale muy caro a las familias

La Ley Concursal permite que las personas individuales, y no sólo las empresas, opten por un concurso de acreedores ante la imposibilidad de afrontar sus deudas. Aunque aún son pocos, algunos los hogares superados por sus créditos utilizan esta vía. Los juzgados de lo mercantil, eso sí, nunca dan trámite a un concurso si los problemas de derivan de una única deuda. La vía de la quiebra, no obstante, tiene trampa y puede salir muy cara a una familia media.


Según advierte la Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (Ceaccu), poner en marcha un concurso de acreedores 'tipo' -con un pasivo compuesto por 126.000 euros pendientes de amortizar de una hipoteca, más 15.000 euros de un crédito para el coche y otros 9.000 euros en préstamos al consumo- puede acarrear un coste adicional de casi 20.000 euros.


Eso significa que sólo entrar en la vía judicial dispara más de un 13% el agujero financiero inicial.


Los gastos a afrontar por este hipotético hogar que se atreve a poner sus deudas en manos del juez serían múltiples. Por un lado, la familia necesitaría unos 13.500 euros para pagar al abogado y otros 3.500 para hacer frente a los honorarios del procurador. La administración concursal costaría 1.500 euros, y la publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE) de los preceptivos edictos costaría otros 1.200 euros. En definitiva, un sobrecoste que no compensa.


Los expertos calculan que el número de quiebras acumuladas en el pasado ejercicio podría acercase a las 3.000, lo que supone más que triplicar las registradas en 2007. En el tercer trimestre de 2008, fueron 97 los deudores individuales los que se declararon insolventes, un 320% más que un año atrás. La Ley Concursal, concebida como una vía de escape a las empresas con problemas con la que éstas pudieran recuperarse, no ha cumplido con las expectativas. La norma se ha demostrado ineficaz respecto a su espíritu originario, y ha quedado como la puerta que atraviesan compañías ya muertas y sin ninguna posibilidad de renacer.