VIVIENDA

El 'boom' pasa factura a las inmobiliarias, inmersas en una oleada de impagos

Los expertos recomiendan acudir cuanto a los concursos de acreedores a aquellas empresas conscientes de que no podrán saldar sus deudas.

Han sido años excepcionales, con un crecimiento del sector fuera de lo normal. Precios desorbitados, tipos de interés bajos, facilidades para acceder a la financiación y un ansia de crecer desmedida han alumbrado un gigante con los pies de barro. Pero esa carrera meteórica, repleta de casos en los que el pez chico se comía al grande, toca a su fin. Con el grifo de los bancos cerrado a cal y canto, muchas promotoras, constructoras e inmobiliarias se afanan estos días en repasar una y otra vez unos números que, definitivamente, no salen.


Los impagos comienzan a aflorar y los concursos de acreedores se han convertido la pesadilla diaria del sector. Los expertos aconsejan acudir lo antes posible a las suspensiones de pagos a aquellas empresas que sean conscientes de que no podrán afrontar sus deudas. La vivienda ha sido para muchos la gallina de los huevos de oro. Bien es cierto que el negocio ha servido de soporte a la economía y el empleo españoles. Pero no es menos cierto que muchos 'señores del ladrillo' no han podido o no han querido frenar a tiempo sus instintos.


Tras una década de pujanza, las alarmas han saltado en forma de facturas o letras impagadas. Deudas con los bancos, los proveedores o con todos a la vez que no hay manera de saldar sin cerrar la empresa. Desde comienzos de año, muchos han sido los nombres que han pasado a engrosar la lista de los 'malditos'. Según datos oficiales, en los tres primeros meses de 2007 más de 120 inmobiliarias y constructoras se han declarado insolventes. Un sector que copa ya cuatro de cada diez nuevos concursos de acreedores y en el que el ritmo de suspensiones crece al 150% anual.


Seop, Expofincas, Lábaro, Cosmani, Prasi, Llanera, Ereaga, Marbar, Contsa, Inmobiliaria Amuerma, Jale Construcciones, Grupo Sánchez, Habitat, Nozar, Temple o Encoval. Todos han sufrido serios problemas que, en la mayoría de los casos, los han llevado ante los juzgados de lo Mercantil. Tras ese paso, muchos empleos propios y de terceros en el alero y miles de facturas sin cobrar.

Malos presagios


El ladrillo comienza a resquebrajarse, y lo peor está por venir. Así lo confiesan en privado destacados actores del negocio, que reconocen ahora por primera vez que quizá subieron demasiado los precios. Lo que tenía que haber sido un ajuste gradual se ha convertido en un serio problema a causa de la crisis de liquidez de los mercados financieros. Las grandes compañías tampoco son ajenas a los problemas. Protagonistas de opas y adquisiciones históricas, algunas intentan ahora renegociar a marchas forzadas la deuda que les hizo grandes o vender sus activos para ganar algo oxígeno.


Ejecutivos que llegaron a colarse entre los más ricos del mundo al acceder a unas envidiadas listas las han abandonado a la misma velocidad con que llegaron. Otros, como el gallego Manuel Jóve, fueron más previsores y vendieron justo antes de que llegara el colapso.


En este escenario, y con la certidumbre de que torres más altas caerán, los expertos no dudan en aconsejar el concurso a quienes tiene claro que no podrán pagar sus deudas. La semana pasada, durante la celebración del Sima -la feria inmobiliaria más importante del mundo- varias voces autorizadas lanzaban un claro mensaje: mejor hoy que mañana. Y es que la ley advierte que los administradores que sean conscientes de los problemas y los obvien, en una estéril carrera hacia delante, deberán después hacer frente a los pagos a los acreedores de la sociedad con su propio patrimonio.

Negociación


El concurso, eso sí, sólo sirve para dar salida a las empresas con solvencia o con cierta capacidad de salir adelante, sea en función de su tipo de negocio (promoción o patrimonio) o de su sus activos (suelos más o menos desarrollados). Después de un proceso de este tipo es muy difícil que una compañía resurja de sus cenizas. Esta salida judicial, tan de moda estos días, es, incluso, un arma frente a los acreedores.


En el Sima, un conocido empresario se jactaba de haber amenazado a sus bancos con ir a concurso. Algo que, añadía, le sirvió para renegociar a toda velocidad su deuda. Y es que nadie quiere quedarse sin cobrar, y los bancos menos. La solución pasa por la colaboración entre las partes ya que el momento es malo para todos y las entidades financieras no tienen ninguna aspiración de convertirse, de súbito, en los mayores inmobiliarios de España.