La vuelta a casa de París a Cariñena: “Nuestro salón mide 40 metros, como el piso en el que vivíamos antes”

Hace diez años, Belén Báguena regresó a su localidad natal con su marido Cyril, que se ocupa desde entonces del viñedo de su suegro, ya jubilado.

Belén Báguena volvió a Cariñena hace diez años, procedente de París, donde vivía con su marido Cyril.
Belén Báguena volvió a Cariñena hace diez años, procedente de París, donde vivía con su marido Cyril.
Heraldo.es

Hace diez años que Belén Báguena y su marido, Cyril, decidieron dejar París para asentarse de nuevo en Cariñena. De nuevo para ella, que nació y se crió en esta localidad zaragozana. A los 18 años se fue a Salamanca para estudiar la carrera universitaria de Traducción e Interpretación, consciente de que el camino laboral que había escogido la mantendría, al menos por una temporada, alejada de casa. Quería viajar y familiarizarse con los distintos idiomas y así fue. En segundo curso se fue a Manchester de Erasmus y un año más tarde pasó cuatro meses en Francia trabajando como au pair. Después regresó a la ciudad inglesa para terminar algunas asignaturas y, finalmente, volvió a Salamanca para terminar la carrera.

Justo en este momento le surgió la oportunidad de acceder a una beca Argo y eligió París, donde estuvo de prácticas en una empresa farmacéutica. “Me fui para seis meses y al final estuve seis años”, resume Belén. En su camino se cruzó Cyril, su actual marido, motivo por el que cuando terminó su etapa de prácticas buscó empleo para poder quedarse. Lo encontró y pasaron juntos su primera etapa como pareja en un apartamento de 40 metros cuadrados de la capital francesa. Ahora, solo el salón de su casa mide eso. “Después de unos años viviendo allí nos planteamos ir a una ciudad más pequeña porque en París los pisos grandes son muy caros y queríamos formar una familia”, explica Belén.

Primero barajaron mudarse al sur de Francia, a Toulouse, más cerca de España, pero por cuestiones laborales, el plan no salió. Justo en aquel momento, el padre de Belén, que se dedicaba al cultivo de viñedo en Cariñena, se quería jubilar y Cyril planteó la posibilidad de asentarse en la localidad y coger el relevo a su suegro. “Una cosa llevó a la otra y ahora se dedica cien por cien a la gestión de la finca. Hace el trabajo de campo pero también todo el papeleo y otros trámites que conlleva la vida del agricultor”, asegura Belén.

Ella encontró trabajo en una empresa de La Almunia de Doña Godina, en el departamento de Exportaciones, por lo que sigue en contacto con los idiomas y el mercado internacional. Además, esto lo complementa con las traducciones que sigue realizando como autónoma para la farmacéutica en la que trabajó en París. “Es un extra de dinero y además me permite seguir en contacto con mi profesión de traductora”, añade.

Volver a Cariñena permitió a este matrimonio llevar a cabo su sueño de formar una familia y ahora tienen dos hijas, de cuatro y dos años. Cuando aterrizaron de nuevo en el pueblo vivieron durante una temporada en un piso de alquiler pero al tiempo encontraron un terreno junto a una antigua bodega. Lo compraron y construyeron su casa, muy espaciosa y con mucho jardín. Nada que ver con su minipiso de París. “Hacemos vida en Cariñena. Mis hijas van al colegio aquí y tenemos todos los servicios. También vamos a Zaragoza pero por cambiar de aires, no por necesidad”, asegura Belén, que no echa nada de menos eso de vivir en una gran ciudad. Solo tiene un pero, y es no poder llevar a sus hija a un colegio francés. “En casa hablamos en francés y lo entienden perfectamente, aunque todavía prefieren hablar en español”, matiza.

En cualquier caso, está muy contenta con la educación que reciben en el centro escolar de Cariñena, que es bilingüe en inglés, y cuenta con instalaciones relativamente nuevas. “Teniendo esto aquí no contemplo la idea de llevarlas todos los días a Zaragoza al colegio”, defiende esta cariñenense, que no solo vive en el pueblo, sino también para el pueblo. En cuanto a su afición por viajar, confía en que dentro de un tiempo, cuando las niñas sean mayores, podrán retomarla. Pero, de momento, se conforman con moverse por España. Esto afecta también a las visitas a su familia política, en Francia. “La abuela de Cyril vive en Perpiñán, que está detrás de los Pirineos y las carreteras son muy malas. Sus padres están cerca de los Alpes, lo que son casi diez horas de viaje”, expone. Pese a ello, intentar ir a verles al menos dos veces al año y, sobre todo, hacen mucho uso de las videollamadas para mantenerse en contacto.

Si para Belén supuso un cambio de vida, para su marido Cyril no fue menos. Desde que llegaron a Cariñena, ha pasado de dedicarse a la informática, sector al que se dedicaba anteriormente, a ser agricultor y a trabajar cada día en el campo. Al principio, su suegro le enseñó todo cuanto sabe y le acompañaba. Ahora, aunque sigue estando siempre disponible, el francés lo lleva todo de forma autónoma. “Ser agricultor es casi más complicado que ser ingeniero, porque hay toda una labor administrativa detrás que no se ve”, asegura su esposa.

La historia de Belén Báguena está recogida en ‘Historias de ida y vuelta’, un libro de Miguel Mena. Ella es una de las protagonistas de este proyecto, impulsado por la Cátedra DPZ sobre Despoblación y Creatividad para mostrar la realidad de hombres y mujeres que decidieron regresar a su pueblo para vivir y trabajar.

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