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La doble vara que mide la crisis bancaria calma al ahorrador y tensiona a los inversores

Las autoridades hallan soluciones a medida, por sorpresa y en fin de semana, para las firmas con problemas para evitar el impacto en sus clientes.

La presidenta del Banco Central europeo, Christien Lagarde.
La presidenta del Banco Central europeo, Christien Lagarde.
AFP

Cada vez que reaparece una sucesión de problemas en la banca se repite el mismo esquema de actuación entre las autoridades financieras (resolución del problema en fin de semana, con los mercados cerrados) y aparecen las mismas dudas entre los clientes no solo de la entidad afectada por la crisis, sino de todo el sector. Porque el sistema financiero es el más dependiente de un efecto dominó.

Cuando las piezas comienzan a caer, también lo hace parte del dinero que cualquier entidad tiene en sus balances. Con la quiebra de un banco hay verdaderos perdedores; impactados a medias; y quienes respiran aliviados tras conocer el resultado de la resolución final acordada para su banco. Entre los primeros se encuentran los propietarios de bonos, unos títulos de deuda emitida en su momento por la entidad con compromiso de pago de un interés al vencimiento.

Los inversores de Credit Suisse con este tipo de productos en sus carteras han comprobado el impacto de la decisión de ayudar a la entidad helvética. Y lo han hecho con sorpresa, porque creían que ocupaban el cuarto puesto en la cola de los deudores pendientes de recuperar su dinero; aunque la legislación suiza permitió una carambola para que fueran los accionistas del banco (los últimos de esa fila) los que ocuparan el cuarto puesto, y los tenedores de bonos híbridos quedaran relegados al final.

Ese orden de prelación -así se denomina técnicamente- es algo distinto en la zona euro. Después de la anterior crisis financiera, las reglas quedaron aún más claras para evitar suspicacias y que cada inversor supiera, al adentrarse en un producto, a qué atenerse: cuanta más rentabilidad ofrece un título de deuda, más riesgo se asume y más posibilidades hay de quedarse en la cuneta en caso de quiebra de esa entidad financiera.

En ese grupo se encuentran los populares CoCos: técnicamente, bonos contingentes convertibles (los AT1). En la práctica, los títulos de deuda con más riesgo -también los que más rentabilidad ofrecen por parte de la entidad a quienes los adquieren-, porque son perpetuos y en caso de rescate (interno o con ayudas públicas), se transforman directamente en acciones. Y para la UE, las acciones son los últimos de la fila en cobrar. Y si no, que se lo recuerden a los del Popular; unos inversores minoritarios que llegaron a quedarse pillados tras la liquidación de la firma y por la que, en muchos casos, lucharon para ver restituidas sus inversiones desde el ámbito judicial.

Los contratos, en vigor

En otro plano de cualquier rescate se encuentran los clientes del banco, siempre atemorizados ante cualquier crack financiero. Los que pueden respirar más tranquilos son los ahorradores de toda la vida: quienes tienen depósitos o cuentas a la vista. Porque ese capital se encuentra protegido por el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) hasta en 100.000 euros por cuenta.

A partir de ahí, el escenario es completamente abierto. Los fondos de inversión y planes de pensiones contratados a través del banco no quiebran 'per se'. Aunque sí pueden sufrir el impacto de la caída bursátil de los índices o activos a los que están vinculados cada uno de esos productos. Sí, existe el Fogain (Fondo de Garantía de Inversiones), aunque solo respalda estos títulos en caso de graves problemas, como de estafa patrimonial.

Por su parte, los contratos del banco siguen en vigor, hasta que se decida qué hacer con la entidad. Hay que seguir pagando las cuotas hipotecarias, las mensualidades de los créditos al consumo, las liquidaciones de las tarjetas o los recibos del seguro por seguir en vigor tanto en obligaciones como en prestaciones.

La subida voraz de tipos también impacta en las entidades

Que los bancos han generado más ingresos durante 2022 por la subida de tipos lo revelan los resultados anuales del sector, con un margen de intereses (lo que obtienen por las hipotecas o los créditos, por ejemplo) más amplio que en años previos. Es la parte positiva de las alzas de tipos autorizadas por el Banco Central Europeo (BCE) desde el verano pasado. Sin embargo, esa decisión monetaria supone un arma de doble filo. Porque, al mismo tiempo, las subidas vertiginosas de tipos impactan directamente en la deuda que los bancos habían adquirido cuando el precio oficial del dinero se encontraba en mínimos del 0%.

Ahí reside una de las explicaciones de por qué las entidades se están viendo impactadas ahora en un contexto teóricamente benigno para sus intereses, con tipos cada vez más elevados.

Durante los años en los que el precio del dinero era mínimo, los bancos compraron deuda, sobre todo pública, a un coste muy barato. Esperaban una rentabilidad a lo largo de la vida del bono (cinco, diez años, etc.) casi segura al ser respaldada por un Estado. Si mantuvieran esa inversión intacta, rescatarían el dinero al final del vencimiento pactado con la rentabilidad prevista. Pero la banca puede tener que deshacer posiciones en ese bono a mitad de camino. Y si en ese momento los tipos de interés han subido (como ha ocurrido en el último año), el valor de ese bono ya no es el previsto, sino bastante menor al que tenía al adquirirlo. Esa es la controversia en la que se están encontrando buena parte de los bancos que se ven obligados a vender parte de su cartera de bonos comprados con tipos al 0%, para hacer frente a necesidades, y lo hacen con pérdidas latentes que deben apuntarse.

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