Máquinas de control numérico y ventanas de aluminio: así evoluciona la Carpintería Algairén

Desde que el padre de Miguel Monterde abrió su taller en Cariñena, en el año 99, hasta ahora, el negocio ha cambiado, tanto en la forma de trabajar como en lo que el cliente demanda.

Miguel Monterde, junto a la máquina de control numérico que ha incorporado este año a su empresa de carpintería.
Miguel Monterde, junto a la máquina de control numérico que ha incorporado este año a su empresa de carpintería.
Heraldo.es

Miguel Monterde Tirado es la segunda generación de carpinteros de una familia de Aguarón (Campo de Cariñena). Hace 23 años, su padre abrió su propio taller en Cariñena, después de haber trabajado anteriormente en el pueblo con su hermano en el mismo sector. Cuando empezó su andadura en solitario era 1999 y la empresa no ocupa ni la mitad de lo que se emplea ahora. Esto es señal de que el negocio ha ido bien aunque, dice Miguel, que también tienen momentos malos y muy malos. Desde hace dos años, cuando se jubiló su padre, es él quien dirige la empresa pero su primer recuerdo ayudando en verano en el taller es de cuando apenas tenía 14 años. Además de formarse con el mejor, su padre, también estudió el grado formativo del gremio y, con el tiempo, se ha ido reciclando y adaptando a los nuevos tiempos.

El ejemplo más claro es la reciente incorporación de una máquina de control numérico. “Es como un robot. Metes los parámetros en el ordenador y se mecanizan procesos como hacer formas en la fabricación de armarios, por ejemplo”, explica Miguel. Reconoce que, aunque se siguen haciendo trabajos manuales cada día, todo se está informatizando más. “Con maquinaria como la que tenemos ahora se gana en tiempos de trabajo y en calidad de los acabados”, añade. Pero en estas dos décadas no solo ha cambiado esto. Para lamento de los carpinteros de toda la vida, amantes de la madera, este material ya no se demanda apenas. “Cuando mi padre empezó fabricaba mobiliario de madera, ventanas, puertas, armarios a medida… Por desgracia, de eso ya queda poco. Ahora lo que se pide son tableros aglomerados, melaminas y, como mucho, lacados”, añade, resignado. Porque, como en todo, no queda otra que adaptarse para seguir a flote.

Desde encolar una silla a fabricar un armario a medida

La principal actividad de negocio de la Carpintería Algairén es la fabricación de armarios y otros muebles a medida, cocinas, puertas o colocación de suelos. Más recientemente, también se han especializado en el montaje de ventanas de PVC, aluminio y madera. Y, por supuesto, siguen teniendo a su clientela de edad más avanzada, esos vecinos de toda la vida que siguen prefiriendo reparar las cosas antes que tirarlas y comprarlas nuevas. “Hacemos pequeños trabajos como arreglar cintas de persiana, encolar sillas, cambiar cerraduras… Seguimos teniendo esta clientela, sobre todo en los pueblos de Campo de Cariñena, una zona muy envejecida”, explica Miguel. Su radio de acción se extiende, además de la comarca, a Herrera de los Navarros y los alrededores (Campo de Daroca), así como a Zaragoza.

Las instalaciones de esta empresa se han tenido que ampliar conforme el negocio iba teniendo más volumen de trabajo. Así, cuando el padre de Miguella fundó, solo se empleaba una nave, mientras que ahora, a este espacio de 350 metros dedicado a la producción, se suma otra adyacente que se emplea como almacén. Allí también hay una zona de exposición, donde hay muebles, cocinas y electrodomésticos para llegar y comprar. La plantilla también ha aumentado y, junto con Miguel, que dirige el taller, hay dos empelados trabajando. Por otro lado, su mujer y su madre están en la oficina.

El segundo de esta saga de carpinteros tiene 35 años y una hija de apenas dos por lo que preguntarse ahora por el relevo generacional sería demasiado precipitado. Aun así, Miguel tiene una opinión clara sobre este tipo de trabajos como el suyo. “Estos oficios, con el tiempo, se van a perder. Cuando yo acabé de estudiar, a quien no le gustaba estudiar o no se le daba bien, se ponía a trabajar y, a base de años, se hacía uno especialista en algo. Pero las nuevas generaciones no quieren saber nada de trabajar”, reflexiona. Para alegría de su padre, él supo desde muy joven que quería continuar con el negocio familiar. No sucedió lo mismo con el de su tío, quien tuvo dos hijas que no han seguido con la carpintería de Aguarón. En cualquier caso, en el pueblo, los Monterde siempre serán los hijos, sobrinos o nietos del carpintero.

En Cariñena, donde hay otra empresa similar a la suya, Miguel ya ha subido de nivel y, cuando entra al bar, ya no es “el chico del carpintero”, sino el carpintero. Un carpintero con un lema tallado en su piel como si fuera madera. “Un cliente contento trae nuevos clientes, por eso, si hay que invertir más tiempo en los acabados, se invierte para que el resultado sea el mejor posible. Es una inversión para tener más trabajo después. Me lo enseñó mi padre y es algo que siempre mantengo”, explica. Gracias a ello, su buena reputación es más que conocida en la zona y ya se sabe que sobre todo en los pueblos el boca a boca es la mejor herramienta de marketing. 

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