agricultura

Los cerealistas aragoneses encaran la siembra más difícil por los disparados costes y las dudas de la PAC

Las organizaciones agrarias calculan que la superficie cultivada podría reducirse hasta un 15%. El sector denuncia que la falta de concreción de las exigencias comunitarias complica la sementera.

Labores de siembra de cereal de invierno en una explotación de Huesca.
Labores de siembra de cereal de invierno en una explotación de Huesca.
J. M. A.

Calculadora en mano, mirando al cielo y repasando una y otra vez las exigencias que impone la nueva Política Agraria Común (PAC) que entra en vigor el próximo 1 de enero. Así han comenzado los agricultores aragoneses la campaña de cereal de invierno, un cultivo que el pasado año ocupó 728.000 hectáreas repartidas por las tres provincias aragonesas, una superficie que, según las organizaciones agrarias, podría reducirse hasta en un 15% en este complicado ejercicio.

"La situación es muy preocupante", advierte Asaja-Aragón, que destaca que el coste de la siembra en el secano árido se ha incrementado en 220 euros por hectárea, hasta 310 euros por hectárea en el secano fresco y nada menos que hasta 450 euros por hectárea en el regadío. Con estos desembolsos, advierte la organización agraria, comienza a ser "inviable" la sementera en algunas zonas.

El grano no solo se extenderá por menor superficie. Los agricultores también echan cuentas para calcular el coste que les supone el necesario abonado en un intento de abaratar en la medida de lo posible una siembra cuyas labores suponen también el gasto de carburantes, que aunque bonificados se encuentran a niveles impensables hace unos años.

"Estamos detectando en estos primeros días de siembra que se está echando menos fertilizante. La idea es que si el cultivo se va desarrollando bien ya se enmendará con los abonos de cobertera en primavera, pero si la sequía no ha permitido un buen desarrollo al menos se habrá realizado un menor gasto", explica José Antonio Miguel, secretario provincial de UAGA en Zaragoza.

Y es que, lamenta José Manuel Roche, secretario general de UPA-Aragón, se ha producido la "tormenta perfecta" en el comienzo de la campaña de siembra. "Lo que nos transmiten los agricultores es que solo piensan en cómo economizar estas labores y son muchos los que no descartan reducir la sementera", añade el sindicalista, que calcula que hasta 100.000 hectáreas podrían quedarse este año sin recibir grano.

"Para rematar, no llega la lluvia", lamenta Roche, que explica que aunque en algunas zonas las escasas precipitaciones han dado un alivio y han permitido que la tierra tuviera el suficiente tempero, en la mayoría del territorio los agricultores se han visto obligados a sembrar en seco, con el riesgo de que la planta nazca pero la lluvia no llegue después. Porque lo que se sucede, detalla Roche, es que el grano puede germinar, pero si las condiciones de humedad desaparecen, este se muere y se produce así una reducción de la superficie sembrada.

La locura de la PAC

Por si no era suficiente tener estar pendiente de facturas y de partes meteorológicos, los agricultores han tenido que subirse a las sembradoras acompañados de las muchas dudas que está provocando "la falta de información", critican los representantes del sector, sobre las exigencias que impone la nueva Política Agrarias Común (PAC), cuyas ayudas directas están relacionadas con las decisiones que los agricultores tomen al planificar estas siembras.

"Vamos todos locos con la PAC", reconoce el representante de UAGA, que, como ha sucedido también en el resto de las organizaciones del sector, ha tenido que intensificar la información a los cerealistas para intentar dar respuesta a los muchos interrogantes que plantean especialmente los llamados ecorregímenes –pagos anuales directos para aquellos perceptores que, de forma voluntaria, acepten compromisos medioambientales que vayan más allá de aquellos a los que ya están obligados–, a los que corresponde el 30% de las ayudas que llegan desde Bruselas.

"Con la información que vamos recibiendo en los últimos días vamos afinando, pero hay que tener en cuenta que muchos agricultores, sobre todo los de mayor edad, no están preparados para estos constantes cambios porque además manejar tanta información resulta muy difícil", añade Miguel, que se muestra convencido de que a pesar de las excepcionales que permite Bruselas, "la fotografía del cultivo cerealista en Aragón será muy similar". En UAGA prevén que retroceda el cereal, pero lo que no saben es "si esa superficie se dejará en barbecho o se cubrirá con oleaginosas". Y es que, aunque el girasol era una alternativa tras la caída de la oferta por la guerra de Ucrania, la pasada campaña "no fue buena y los precios han ido renqueando, además de que desaparece la ayuda comunitaria que recibía esta producción", matiza Miguel.

La única esperanza llega de los mercados. Es cierto que los precios están altos y que podrían ser un aliciente para que los cerealistas encarasen la campaña de siembra con mayor optimismo. Pero el campo no se fía. La campaña es larga y "con la volatilidad de los mercados y la especulación" nadie se atreve a asegurar cuál será el escenario en junio del próximo año cuando se comienza a recoger la cosecha, coinciden en señalar los representantes agrarios.

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