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Qué fue de los emprendedores de 2020 en Zaragoza: "Ha sido duro y largo, pero pensaba que solo podía ir a mejor"

Quienes se atrevieron a abrir un negocio a pesar de la pandemia de covid-19 han pasado dos años complicados que han afrontado con esfuerzo y resiliencia. No todos han podido soportarlo.

Andrea Salillas, emprendedora en su pastelería La Tartuela.
Andrea Salillas, emprendedora en su pastelería La Tartuela.
Guillermo Mestre

El 14 de marzo de 2020 España se paralizó por la pandemia de covid-19, pero no lo hizo el espíritu emprendedor de algunos aragoneses. Quienes llevaban tiempo madurando una idea de negocio y justo habían elegido ese año para convertirla en realidad se enfrentaron a la disyuntiva de seguir adelante o dejarla paralizada. Para algunos, retrasar más el proyecto suponía más gastos porque ya contaban con local o habían comprado equipos, mientras otros prefirieron desechar su proyecto.

En Aragón hay 100.181 autónomos, según los datos de enero a marzo del Ministerio de Trabajo. Un 13,2% de los que cotizan en el régimen especial de trabajadores autónomos (RETA), un total de 7.836, llevan entre uno y tres años con su negocio abierto. En el año de la pandemia muchos emprendedores no pudieron soportar ls restricciones. Aragón fue la comunidad autónoma del país que más trabajadores autónomos perdió a nivel porcentual en 2020, un 1,6%. El saldo de altas y bajas quedó en negativo con 1.648 menos tras el primer ejercicio de la crisis sanitaria.

Este es un repaso de algunas de las historias de los emprendedores nacidos en pandemia que surgieron hace dos años y su particular 'resistiré'.

La Tartuela: repostería creativa a prueba de restricciones

Andrea Salillas sigue detrás del mostrador de su pastelería La Tartuela en la avenida de Goya de Zaragoza. La repostería creativa ha sido su vocación y tras un año de madurar el proyecto, esta joven de Fuentes de Ebro tenía fecha de apertura precisamente en marzo de 2020. La crisis sanitaria le obligó a replantearse qué hacer con su idea de negocio, en el que había puesto tantas ilusiones. "Ya tenía todo comprado y montado", recuerda sobre aquellos primeros días. 

Pese a las dudas, siguió adelante y en julio inauguró su establecimiento, especializado en tartas para celebraciones y otro tipo de pasteles utilizando la crema ‘buttercream’ de merengue suizo como seña distintiva. En estos dos años se ha tenido que enfrentar a las restricciones en las celebraciones. "Hacía tartas, pero pequeñas, solo para las personas que estaban en casa", recuerda sobre los primeros meses, todavía con prohibiciones incluso en el número de familiares que podían reunirse en un domicilio. 

Andrea Salillas, emprendedora en su pastelería La Tartuela.
Andrea Salillas, emprendedora en su pastelería La Tartuela.
Guillermo Mestre

"Ha sido duro y largo, pero pensaba que solo podía ir a mejor", confiesa, al empezar en una época tan complicada. El año pasado siguió todo muy parado, pero desde que comenzó este "se nota que las celebraciones son más grandes, las comuniones y bodas, aunque aún falta que haya más movimiento", cuenta.

De momento, "me he ido manteniendo", dice, sin arrepentirse en ningún momento de su decisión porque "es algo que me gustaba, en lo que había puesto mi esfuerzo". Mantiene la ilusión con la que abrió, aunque no llegaron las ayudas económicas que esperaba le ayudarían a resistir. No cumplía algunos de los requisitos. Eso sí, agradece el apoyo que ha tenido del dueño del local. "Se ha portado muy bien", afirma. 

Solme: de un modelo de utilidad a un negocio

Juan Fernández, emprendedor de Solme.
Juan Fernández, emprendedor de Solme en una de las puertas en las que ha instalado su sistema.
HA

La experiencia de emprender en pandemia ha sido dura también para Juan Fernández, que en octubre de 2020 puso en marcha Soluciones Metálicas (Solme), para llevar al mercado un sistema propio de automatización de cualquier tipo de puertas. Sin embargo, se queda con lo bueno que ha conseguido en este año y ocho meses. Este martes afirma estar especialmente motivado. Ha automatizado una puerta muy complicada en el centro de Zaragoza, una imponente de hierro forjado, protegida por su valor histórico, que los vecinos pueden abrir ahora de forma automática o manual.

Este emprendedor de 36 años, nacido en El Ferrol (Galicia), pero afincado en Zaragoza desde su adolescencia, estudió en el centro de formación San Valero y lleva desde los 16 años trabajando en el sector. Se decidió a emprender tras patentar un sistema de apertura de puertas propio. "En este portal, como en muchas comunidades, la gente se hace mayor y estas puertas pesan mucho", cuenta, con satisfacción, tras acabar su trabajo, sujetando en la mano el mando que permitirá abrirla ahora sin esfuerzo. "La puerta es la primera y la última barrera de una comunidad", añade.

"Para nada me arrepiento. En esta vida considero que está todo complicado y si tienes algo en mente hay que lucharlo"

La pandemia ralentizó la toma de decisiones en las comunidades de vecinos y con ello en unos de sus potenciales nichos de mercado. El presupuesto para esta puerta lo dio a finales de 2021, pero todavía no había sido aprobado porque no se podían celebrar reuniones durante la pandemia. "Daba muchos presupuestos, pero no se reunían y no acababan de decidir", explica. Otros sectores eran también inaccesibles. "En las residencias no me dejaban ni entrar para dar información", recuerda. 

Eso le obligó a irse "reinventando" y además de la automatización de puertas llevar a cabo otro tipo de trabajos de soldadura y calderería. En los primeros meses también trabajó en la construcción de los 'corralitos' de las terrazas de los bares. Confiesa que en alguna ocasión pensó en tirar la toalla, pero cada vez que termina un trabajo como este último se refuerza en la idea de que "hay potencial". Ahora se empiezan a "desbloquear" las comunidades. Por ello, quiere crecer, incluso expandirse a nivel nacional, pero para ello le falta financiación, que considera que es difícil de conseguir para un autónomo, además de que compite con empresas muy grandes.

"Para nada me arrepiento", asegura, cuando se le pregunta por el balance de esta etapa de emprendedor. "En esta vida considero que está todo complicado y si tienes algo en mente hay que lucharlo", dice, con plena confianza en las posibilidades de su patente.

Amontillado: catas y jornadas alrededor del vino

Rubén Martín y Natalia Martínez, fundadores de Amontillado Winebar de Zaragoza.
Rubén Martín y Natalia Martínez, fundadores de Amontillado Winebar de Zaragoza.
HA

Natalia Martínez considera este trimestre el primero de normalidad en su establecimiento. Entre abril y junio está viviendo junto a su pareja y cofundador del negocio, Rubén Martín, el primer periodo sin restricciones de ningún tipo. La hostelería ha sido una de las actividades que más ha sufrido los vaivenes de la pandemia y sus consecuentes medidas para la prevención de contagios como la restricción de aforos y horarios. "Hemos vivido momentos muy duros cuando todas las decisiones que tenías que tomar en tu empresa no dependían de ti", comenta, en referencia a las limitaciones que se iban aplicando desde las administraciones. Lo más complicado ha sido que los cambios se producían "de un día para otro", recuerda.

Abrieron en noviembre de 2020, uniendo la experiencia de él en la hostelería y la de ella en el comercio del vino. El hecho de que el local tuviera terraza les decidió a dar el paso. Como Solme, habían estado formándose con el entonces Sacme, hoy servicio de apoyo a emprendedores de CEOE Aragón. Tenían en mente abrir un tipo de negocio 'winebar' que apoyara a los pequeños productores y donde los amantes del vino pudieran encontrar más variedad. Así lo hicieron en el barrio de La Romareda, junto a Aragonia, pese a la pandemia y manteniendo un modelo que permite desde ir a tomar algo, a comprar una botella de vino, acudir a una cata o a un encuentro con productores. Estas dos últimas actividades no han podido ponerlas en marcha hasta hace unos meses.

"La parte más difícil ya la hemos hecho"

De los momentos duros destaca cuando tenían que cerrar a las 18.00 en fin de semana y veían a los jóvenes sentados en el parque que tienen al lado haciendo botellón. Y entre lo mejor, apunta a los clientes. "Son muy agradecidos", afirma.

No han recibido subvenciones en este tiempo. "Los que abrimos en pandemia no teníamos ayudas", lamenta, porque las que se aprobaron para capear las restricciones incluían entre los requisitos probar una determinada caída de ingresos respecto al año anterior. "Nosotros no podíamos compararlos con nada", indica. Los obstáculos no les han impedido mantener el espíritu emprendedor, a pesar de los quebraderos de cabeza y problemas que como autónomos se han llevado a casa este último año y medio. Confía en lo que les dijo un experto del sector del vino, que les sirvió de ánimo, y que ahora repite ella: "La parte más difícil ya la hemos hecho". 

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