entrevista

Javier Blas: "La desglobalización se va a acelerar"

El periodista de Sabiñánigo, experto en materias primas que escribe hoy en Bloomberg desde Londres, habla de las cadenas de suministro y de los efectos de la guerra de Ucrania en los mercados.

Javier Blas, en una imagen en la guerra de Libia en 2011.
Javier Blas, en una imagen en la guerra de Libia en 2011.
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¿Cómo surge la idea de publicar un libro centrado en las materias primas, ‘El mundo está en venta’?

Jack Farchy (coautor del libro) y yo cubrimos el sector de las materias primas, el mercado del petróleo, etc., y siempre estábamos muy interesados en estos actores enigmáticos que son los comerciantes que compran y venden, el intermediario entre el productor del petróleo y el consumidor.

¿Y entonces?

Estábamos cubriendo la guerra de Libia en Bengasi y vemos que un comerciante de petróleo no solo ganaba dinero en la guerra comprando y vendiendo, sino que se pone del lado de los rebeldes, les suministra gasolina y les concede un préstamo de 1.000 millones de dólares que es instrumental para que los rebeldes ganen la guerra a Gadafi. Esa actuación en parte decide el curso de la guerra. Entonces nos damos cuenta de que estos actores no solo son actores económicos sino políticos de los que nadie se ha dado cuenta. El libro se publicó el año pasado en inglés y acaba de salir en español.

¿Estamos con crisis de materias permanentes o se ha acentuado más por la invasión de Ucrania?

Esta crisis es un poco diferente porque es la primera vez desde los años 73-74 que realmente tenemos una crisis de todos los sectores de materias primas. Energía, materias primas agrícolas (cereales, sobre todo) y metales. En 2007 y 2008 hubo una crisis pero no fue tan intensa. La gran diferencia que tenemos ahora es que es una crisis de ciclo económico, la salida de covid fue muy rápida, llevábamos unos años de precios bajos, las empresas productoras habían invertido poco y los inversores estaban centrados en el cambio climático. Y la demanda estaba ahí y se ha acentuado con la guerra en Ucrania porque enfrenta a dos países importantes en el mercado de las materias primas. Rusia como productor no solo de gas, sino de petróleo, carbón, aluminio, níquel, maíz, trigo, platino... y Ucrania en las materias primas agrícolas. Hay un problema de desabastecimiento muy importante.

El inicio de la crisis de suministros vino por los desajustes causados por la covid-19.

La salida y la recuperación de la covid fue muy rápida en términos económicos porque la estructura de la economía no es la que era justo antes de la covid. Estamos consumiendo muchos más bienes y menos servicios. Eso ha hecho que la demanda de materias primas haya aumentado más de lo que aparentemente sería normal.

La guerra ha complicado esto.

La guerra introduce dos cosas. Por un lado, una reducción real del flujo de materias primas porque la producción de petróleo de Rusia ha empezado a bajar y probablemente va a bajar más con las sanciones. Y luego la guerra ha provocado una situación de desabastecimiento muy clara en el mercado agrícola. Y lo otro que está pasando, no sé si por cambio climático o porque estamos teniendo mala suerte, es que el tiempo no está ayudando. Ha habido sequía en parte del sur de Europa, también sequía y un calor enorme en Asia, en la India, y no hemos perdido todavía las cosechas pero hay algunas que van a ser mucho más pequeñas. Es, digamos, por utilizar el cliché, la tormenta perfecta. Una crisis, la recuperación de la covid, la guerra, la falta de inversión y el mal tiempo. En el mercado de materias primas, en los últimos seis meses todo lo que puede salir mal ha salido mal.

A todo esto, parece que hay una serie de gente que controlan todo. No sé si se le puede decir mafia, especulación... De eso hablan ustedes en el libro.

Yo les llamaría el oligopolio del comercio de las materias primas. Unas diez compañías que controlan el mercado, algunas de ellas privadas que no cotizan en bolsa y que son prácticamente anónimas. Compañías que la gente no conoce pero que tienen una influencia económica y política brutal.

El libro quiere denunciar esto.

El libro es un intento de arrojar luz, de sacar a la luz un rincón de la economía global que está en la oscuridad, que está sin regulación, que es opaco y en que no hace 20 o 30 años, sino ahora mismo, se siguen pagando sobornos y se manipulan mercados.

¿Y los problemas de falta de microchips, que paralizan fábricas?

Es una historia separada del tema de las materias primas pero tiene ciertas similitudes. La economía mundial sigue funcionando bastante fuerte a pesar de la covid, donde la demanda de bienes sigue siendo muy alta y en la que la inversión ha fallado. No se ha invertido lo suficiente y hay cuellos de botella porque la expansión económica ha sido larga e intensa. Pasa como con las materias primas, un problema de microchips hoy en Taiwan afecta a la planta de automóviles de Zaragoza. Así es en las materias primas: una cosecha en Australia afecta a la inflación en Egipto. Es una señal de que el mundo está supercomunicado e interconectado como no estaba hace 20, 30 o 40 años.

Superglobalizado, pero algunos expertos dicen que con lo ocurrido con la covid nos desglobalizaremos. ¿Está de acuerdo?

La tendencia hacia la desglobalización llevaba un tiempo, pero estos movimientos son tan a cámara lenta que es difícil verlos. La desglobalización ahora se está acelerando y se va a acelerar. Empezó a partir de la crisis financiera global de 2008-2009. Ese es el primer momento en el que veo indicios de desglobalización. El siguiente paso es la presidencia de Donald Trump en EE. UU. y las guerras comerciales y ahora es el remate. No es la covid la que está acelerando, yo creo que veníamos de una tendencia de desglobalización y que las cadenas de suministro se van a hacer más cortas, en parte por necesidad. Serán regionales en vez de globales. Otro efecto es que muchas empresas tendrán que cambiar su sistema ‘just in time’ (producir justo antes de ensamblar), con inventarios de cuatro días que serán de tres semanas. Antes de la globalización lo habitual era tener 60 o 90 días de inventario, ahora muchas compañías tienen tres días. Creo que vamos a algo intermedio, 30 días.

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