Bodega Lanica o cómo recuperar la tradición vinícola de una familia en Lanaja

El joven de 26 años Pablo Sen y su tío Pedro Abad han empezado a vender el vino que hacen en casa. Tienen una hectárea de viñedo y ya van por la segunda cosecha.

Pablo Sen, ingeniero agrónomo de 26 años.
Pablo Sen, ingeniero agrónomo de 26 años.
Heraldo.es

Pablo Sen es un joven de la localidad oscense de Lanaja que desde 2020 está trabajando codo con codo con su tío, Pedro Abad, en la producción y venta de vino desde su pueblo natal. Juntos han recuperado la bodega Lanica, el apodo con el que se conoce en la localidad a la bisabuela de Pablo. 

Desde finales del siglo XIX, en su casa se ha hecho vino pero solo para consumo propio y de los más allegados. Pero desde hace dos años, la familia se ha puesto manos a la obra para dar a conocer sus vinos.

Pedro es quien pone la experiencia de toda una vida trabajando en el campo. Pablo, que es ingeniero agrónomo, aporta los conocimientos más actuales. Juntos forman el tándem perfecto para que su cosecha dé los mejores frutos. Tienen una hectárea de viñedo y su primera vendimia fue la de 2019. De aquello salieron unas 300 botellas de dos vinos tintos. Quasivita es un crianza de un año en barrica y seis meses más en botella. Es un garnacha con sirá y algo de merlot. El otro, Estiva, es un vino joven con un toque afrutado. También es de la variedad de uva garnacha y su nombre hace honor al barranco más famoso de la sierra de Alcubierre.

Ambos se pueden encontrar en una decena de bares y restaurantes de la provincia de Huesca, así como en vinotecas, como Vinos San Lorenzo (Huesca), especializadas en vinos de bodegas pequeñas y familiares. Y, por supuesto, en la bodega también tienen venta al público. La actual está ubicada en un antiguo pajar que compraron y rehabilitaron para este nuevo uso. “En la bodega antigua, que todavía está casa de mis bisabuelos, no podíamos hacerlo por temas de sanidad y permisos”, explica Pablo.

Quienes tengan entre sus manos una de estas botellas podrán apreciar que en la etiqueta aparecen unas lunas en diferentes estados. No es algo simplemente decorativo sino que hace referencia a cómo la luna influye a la hora de elaborar los vinos en la bodega Lanica. “Como se hace desde antaño, seguimos el calendario lunar en el proceso. Por ejemplo, cuando hay que sacar el vino de la barrica para embotellarlo, lo hacemos en luna menguante. Es en ese momento cuando está más tranquilo y esto ayuda a que se forme una decantación natural. Lo mismo con la vendimia, que la hacemos cuando la luna mengua para que las fermentaciones transcurran de forma más pausada”, explica Pablo.

Esta parte del proceso en la que interviene el ciclo lunar es impensable en grandes bodegas. Por eso, ahora que su producción es modesta, Pablo y su tío pueden permitirse el lujo de mimar mucho sus vinos. “Nuestra producción es muy limitada por lo que es un proceso muy manual y artesanal. Tenemos 16 barricas y podemos estar controlándolas y probándolas una a una”. Con la ayuda de casi todos los miembros de la familia, se lleva a cabo todo el proceso. Desde la siembra en la viña, hasta la vendimia y el embotellado. “Incluso ponemos las etiquetas con una etiquetadora manual”, detalla. “La principal ventaja de nuestra forma de trabajar es que podemos controlar mucho mejor la calidad que si produjéramos el vino de forma industrial”.

Dos años después de haberse embarcado en esta aventura se muestran satisfechos con el resultado. “Hemos cogido algo más de viñedo para poder ampliar la producción porque mucha gente se está interesando por nuestros vinos. La aceptación ha sido muy buena en la zona y en general en la provincia de Huesca”, asegura.

Experiencia e innovación, la combinación perfecta

Cuando Pablo y su tío Pedro decidieron empezar a distribuir sus vinos no pensaron en un negocio para hacerse ricos. De hecho, el joven tiene su puesto de trabajo en una empresa de maquinaria agrícola y su tío sigue trabajando el campo, además del viñedo. “En Lanaja de toda la vida se ha hecho muy buen vino, tenía mucha fama y nosotros queríamos recuperar esa tradición familiar. Si además puede ser un medio de vida que me permita vivir en el pueblo, mejor que mejor”, asegura Pablo, que confiesa estar muy vinculado con Lanaja aunque entre semana tenga que vivir en Huesca por motivos laborales.

Aunque ellos dos son quienes llevan las riendas del nuevo negocio, todos los miembros de la familia se implican y ayudan en lo que pueden. “Somos una familia bastante grande y casi todos contribuyen con lo que saben hacer: temas administrativos, contabilidad, las labores del campo… Mi tío pone la parte de la experiencia porque lleva más de 40 años siendo agricultor. Yo aporto el punto de la tecnología”, explica.

De todos los miembros hay uno que está especialmente ilusionado con el proyecto, el primo Pedro. A sus 19 años tiene claro que el campo es su vida y apuesta por continuar con la producción de vino en la bodega Lanica, colaborando desde el principio en todo el proceso.

Con la ilusión de quien trabaja en algo que realmente le gusta, esta familia de Lanaja está a punto de sacar al mercado el vino joven de su segunda añada. El precio de venta al público de Estiva es de 8 euros la botella y el Quasivita cuesta 12. Por el momento no venden a través de internet pero es el siguiente paso que quieren dar. “Quienes lo prueban en un restaurante entran en nuestra web y nos contactan para saber cómo conseguirlo”, asegura Pablo, que espera poner en marcha la venta online dentro de uno o dos meses. 

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