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Casa Rural Paloma, en Ansó: "Abrimos en plena crisis del 2008 pero ni aquello fue tan duro como esta pandemia"

Mónica Barrios y Pedro Susín regentan desde hace una década un negocio de apartamentos turísticos que ellos mismos han ido construyendo en estos años.

La Casa Rural Paloma está en una construcción de Ansó del año 1700.
La Casa Rural Paloma está en una construcción de Ansó del año 1700.
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Mónica Barrios, enfermera de profesión, y su marido, Pedro Susín, albañil, viven en Ansó, su pueblo de toda la vida (ella desciende de Fago, para mayor exactitud) y donde han levantado su propio negocio. Lo han hecho literalmente con sus propias manos, ya que la Casa Rural Paloma es el resultado de la rehabilitación integral de un edificio del año 1.700 que compraron y reformaron.

El nombre de su negocio hace honor al anterior propietario de la casa, el tío Paloma. “Aquí casi nos conocemos más por cómo se llaman las casas que las personas”, asegura Mónica. Hace más de una década que dejó aparcada su profesión como sanitaria, por la que trabajaba en Huesca y Zaragoza, y se volvió al pueblo. Estaba embarazada y no quería vivir lejos de su marido, que seguía en La Jacetania.

Tras varios años dedicada al cuidado de su hija, decidieron emprender una nueva aventura: comprar una casa enorme y dividirla en apartamentos con la idea de venderlos como vivienda habitual. Pero los tiempos jugaban en su contra ya que por aquel entonces una tremenda crisis económica e inmobiliaria azotaba España. Rondaba el año 2009 y, con el proyecto ya en marcha, lo reorientaron para poder ir recuperando poco a poco la inversión.

Así es como abre sus puertas la Casa Rural Paloma, planteada como alojamiento turístico en apartamentos totalmente independientes. Al principio solo había uno, en la primera planta, con capacidad para ocho personas repartidas en cuatro habitaciones dobles con baño, salón y cocina. Con el tiempo, se acondicionó la segunda planta con dos apartamentos más pequeños, para cuatro personas cada uno.

Ahora, cuando las aguas vuelvan a su cauce y Pedro tenga menos faena, el plan es habilitar un cuarto apartamento a pie de calle, que será para dos huéspedes y el único de Ansó adaptado para personas con movilidad reducida.

"Lo hemos tenido algo más fácil al ser apartamentos independientes"

Pese a haber abierto en plena crisis económica del 2008, Mónica tiene claro que ni siquiera aquello fue tan duro como esta pandemia. “Entonces íbamos trabajando y poniendo todo de nuestra parte para salir adelante. Así es como hemos ido manteniendo nuestro negocio vivo desde entonces. Pero una crisis sanitaria como esta es mucho peor”, asegura.

Y eso que en Casa Paloma, al menos, los apartamentos son totalmente independientes y esto, tanto a nivel de normativa como de tranquilidad de los clientes, les ha beneficiado. “Al no tener zonas comunes lo hemos tenido algo más fácil que los alojamientos rurales con habitaciones”, reconoce Mónica.

Esto también ha contribuido a ganarse la confianza de los huéspedes que, una vez recibían la llave de su apartamento, ya no se tenían que relacionar con nadie. “Para reservas de larga estancia, de tres o más días, dejamos la ropa de cama limpia, las sábanas y lo que necesiten en un saco esterilizado en la puerta y a mí ni me ven”, explica. “La gente ha valorado mucho, en esta época, que el contacto para alojarse aquí sea mínimo”, añade. Para mayor seguridad, el establecimiento cuenta con el Sello de Alojamiento Seguro del Gobierno de Aragón.

En todos estos meses no han cerrado ni un solo día, excepto durante el confinamiento total del principio. “Aunque tuviéramos solo un apartamento ocupado hemos preferido dar el servicio, sin pensar en si el gasto en calefacción iba ser mayor así o no”, explica. Además, para seguir prestando una buena atención, el trabajo que tanto Mónica como Pedro han tenido que hacer se ha multiplicado. “Sobre todo al principio, cuando no se sabía muy bien cómo funcionaba esto de la covid, las tareas de desinfección y limpieza eran muy costosas”, recuerda.

Como resultado, mucho más tiempo invertido para atender a menos clientes. Pero llegó un momento en el que para Mónica, a quien le gusta trabajar y estar ocupada, tener la casa abierta y disponible era una “curación mental”. “La pandemia ha sido y sigue siendo un mal sueño”, añade.

Un mal sueño del que Mónica espera poder pronto despertar. Se conformaría con, al menos, tener un paréntesis en la pesadilla como el que se vivió el verano pasado. “Fue una bestialidad”, dice. Su establecimiento se llenó incluso antes que el resto de casas rurales de la zona (que también colgaron el cartel de completo) y se notó cómo muchos turistas tanto de Aragón como de otros puntos de España escogieron para sus vacaciones un pueblo turístico pero tranquilo y con su esencia original como es Ansó. “La gente venía en busca de naturaleza y de tranquilidad. Y eso en pueblos pequeños como este está garantizado”, añade.

Para este verano no las tiene todas consigo de que el rotundo éxito de la temporada estival de 2020 se repita. “El año pasado veníamos de un confinamiento extremo y teníamos muchas ganas de salir. Este, en cambio, no se tiene tanto miedo y puede que se busquen ya otro tipo de viajes”, reflexiona. En todo caso, confía en que serán unos meses de mucho trabajo durante los que seguirá alojando a huéspedes, muchos de ellos repetidores, que encuentran en su casa y en su pueblo ese lugar perfecto de desconexión donde el tiempo se ha detenido. Donde, pese al aumento del turismo, se sigue respirando esa esencia de los pueblos de toda la vida, se sale a tomar la fresca y por la calle no hay quien falte a un saludo

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