Más economía social frente a las crisis

La pandemia ha puesto en valor principios como la solidaridad, la búsqueda del interés colectivo o el compromiso, que son parte del ADN de otra forma de hacer economía, que representa el 6,8% del PIB y factura 2.500 millones.

Arturo Sancho, Pilar Monzón, Adrián Serrano, Marisa Esteve, Millán Díaz Foncea y Magdalena Sancho, integrantes de la Asociación de Economía Social de Aragón.
Arturo Sancho, Pilar Monzón, Adrián Serrano, Marisa Esteve, Millán Díaz Foncea y Magdalena Sancho, integrantes de la Asociación de Economía Social de Aragón.
Guillermo Mestre

La pandemia “ha dejado en evidencia el modelo político y social que teníamos basado en una economía puramente de mercado”, afirma Magdalena Sancho, secretaria técnica de la ‎Asociación de Economía Social de Aragón (Cepes). “Una economía colaborativa, más pegada a las personas que a los beneficios, se ha hecho más necesaria que nunca”, dice, y por eso reivindica voz para las empresas de inserción, centros especiales de empleo, cooperativas, sociedades laborales y todo ese tejido que conforma la economía social. “Queremos estar en los órganos representativos de la región como el Consejo Económico y Social de Aragón (CESA)”, pide.

Este sector quiere ocupar el lugar que les corresponde en un momento, el de esta crisis sanitaria y económica, que les ha situado en primer plano. Máxime cuando en la Comunidad existen más de 5.000 entidades de economía social, que suponen cerca del 6% del total de empresas existentes; dan empleo directo a unas 20.000 personas, el 3,4% del total en Aragón, y llegaron a facturar más de 2.500 millones en 2019, lo que representa un 6,8% del PIB.

Que Teruel haya sido elegida este año capital en España de la economía social dice mucho del papel vertebrador que desempeña en el territorio. Dotarse de nuevos sistemas de innovación tecnológica y alimentarse de energías renovables son algunas de las líneas maestras del proyecto que una treintena de cooperativas agroalimentarias aragonesas han presentado al Gobierno para acceder a los fondos europeos ‘Next Generation’.

La economía social tienen un fuerte arraigo en Aragón. “Algunas cooperativas agroalimentarias llevan más de cien años”, recuerda la secretaria técnica del Cepes. Y añade: “Hay entidades que tienen muchos años. Es verdad que con el tiempo se han ido sumando los centros especiales de empleo, las empresas de inserción, etc. Y lo que ha ocurrido con la pandemia es que se han hecho mucho más visibles los valores y principios de la economía social. Al inicio de la covid-19, la solidaridad fue como una ola y se dio primacía a las personas”. Por eso, indica Magdalena Sancho, como todas las crisis, esta ha de ser una oportunidad para dar más peso a la economía social. De hecho, Cepes Aragón está trabajando en la elaboración de una estrategia de impulso de la economía social y su futuro.

El reto, según Marisa Esteve, directora de la Asociación aragonesa de empresas de inserción (Arei), es “orientar el empleo de inserción para el futuro. Todo ha cambiado: el mercado laboral y el económico. Estamos haciendo un gran esfuerzo desde nuestra asociación para dotar a las empresas de todo ese conocimiento necesario para que sean capaces de trasladarse hacia las nuevas tendencias de sostenibilidad, economía verde y transición digital, en las que va a haber más empleo, al igual que en otras actividades como la economía de los cuidados –a la que con la pandemia se les presta más atención– y que se va a potenciar mucho”.

Pese a no haber habido ayudas directas para el sector de la economía social, “no se han perdido empleos ni entidades, aunque sí se está en situación más precaria que antes”, admite Adrián Serrano, presidente de Cepes Aragón.

Solo una entidad, la Asociación aragonesa de sociedades laborales (Ases), ha dejado de existir, pero no se ha debido en especial a la pandemia sino a problemas previos, matiza la secretaria técnica de Cepes. “Con la pandemia, la ciudadanía ha entendido que lo colectivo transforma y se han activado redes solidarias. Ese es uno de los principios de la economía social: trabajar en colectivo, en colaboración, no en competencia”, añade Pilar Monzón, responsable de Reas, red de economía alternativa y solidaria.

“Hay un informe que se hizo el año pasado del impacto de la covid-19 en las redes de economía social y apenas han desaparecido empresas ni empleos. Al revés”, precisa Monzón. “Lo que se hacía en el caso de aplicar un ERTE era decidir entre todos qué personas se mandaban a casa y tratar de que lo hicieran aquellos que tenían más apoyo familiar y colchón para poder aguantar”.

“En las empresas de economía social, cuando vienen mal dadas no se trata de decidir quién se va primero sino de resistir y poner lo que haga falta para mantener a la gente en sus puestos. El fundamento no es conseguir el máximo beneficio sino responder a las necesidades de las personas. Y_más ante la emergencia sanitaria que se planteó. Ha habido cooperativas agroalimentarias que en vez de tirar la fruta, la repartieron, o restaurantes que en lugar de contribuir a la precariedad de los ‘riders’ de las plataformas recurrieron a cooperativas de economía social, como Zámpate Zaragoza”, explica Adrián Serrano.

Con la pandemia, en economía social “más que perder, hemos ganado”, afirma Arturo Sancho, uno de los socios fundadores de La Ciclería, en referencia a nuevas iniciativas que han surgido como Zámpate Zaragoza, la cooperativa de reparto a domicilio que ha permitido crear siete empleos y que se gestiona en régimen de cooperativa y no de maximizar beneficios como ocurre en la mayoría de las plataformas tecnológicas.

Más resiliencia

En su caso, recuerda, hace quince años que participó en la creación de La Ciclería. “No nos hemos pervertido. La fórmula cooperativa es lo que nos permitió pasar la primera crisis de 2008 y aguantar mejor, igual que ahora”, señala. A su juicio, la economía social “permite tener capacidad de tomar decisiones y generar ese microcosmos para resistir mejor las épocas de vacas más flacas como la actual”.

Sancho recuerda que cuando montaron la cooperativa lo tenían muy claro. “Venimos de la militancia en los movimientos sociales de la bici. Tanto la economía solidaria y el cooperativismo como la bici, en calidad de herramienta de transformación social y económica, son los dos pilares sobre los que se construyó La Ciclería”, rememora, muy influenciada por el espíritu de cooperativas surgidas a raíz de la crisis de los años noventa en Zaragoza como La veloz y Recicleta, “empresa de inserción en el Casco Viejo que ha ido evolucionando hacia una de las principales tiendas del sector de la bicicleta urbana en España”.

Para Serrano, presidente de Cepes Aragón, los retos de cara al futuro son “contar con más apoyo institucional, seguir siendo resilientes y mantenernos fieles a nuestros principios trabajando por y para las personas”.

“Creer en la economía social es importante”, asegura Pilar Monzón. “Aragón debe aprovechar toda la experiencia que ya tiene. La economía social lleva mucho tiempo tejiendo territorio sobre todo en el medio rural. Ahí están las cooperativas, pero hay que renovar el tejido y darlo a conocer para que se valore y las instituciones lo apoyen más”.

Desde la Universidad de Zaragoza, el subdirector del Laboratorio de Economía Social, Millán Díaz Foncea, explica que por la pandemia ese semillero de ideas con estudiantes se quedó un poco parado, pero ya se ha reactivado. “Hay proyectos de investigación en el territorio y laboratorios de ODS rurales como el proyecto de Bielaytiera, de dos compañeras profesoras sobre soberanía alimentaria, que va recorriendo distintas comunidades y sirve de piedra de toque para los estudiantes”. Se trata, explica, de que aprendan que en la economía “no todo son grandes corporaciones ni cifras macro sino que hay otra forma de hacer las cosas”.

María Esteve destaca que todo el esfuerzo realizado durante la pandemia no puede diluirse. “El 85% de las plantillas en procesos de inserción, en junio de 2020, estaban ya reincorporado a las empresas, que hicieron un grandísimo trabajo junto a la asociación para que fuera así”. Es más, destaca, “hemos subido de 194 a 197 las personas contratadas y ha sido posible por todo el esfuerzo hecho en red para defender el empleo y poner en valor la economía social en un año tan duro”.

La primacía de las personas y del fin social sobre el capital, la gestión transparente, democrática y participativa, la aplicación de los excedentes al objeto social de la entidad y el compromiso con la sostenibilidad son algunos de los valores que defiende la economía social. “Falta reconocer el camino que se ha hecho hasta ahora y lanzar una estrategia de impulso para hacerla crecer”, destaca Carmen Marcuello, directora de la Cátedra de Economía Social. ”Necesitamos volver a recordar que los procesos de entendimiento colectivo son complejos, pero, al final los más solventes”. En definitiva, “la economía tiene que estar al servicio de las personas, y no al revés”. 

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