La escasez de mano de obra se propaga por China y llega a las firmas españolas

Los retrocesos de la población activa y de la migración rural provocan una imparable burbuja salarial.

Trabajadores chinos comen en asientos habilitados y colocados para mantener la distancia prudencial recomendada en la fábrica Dongfeng Honda en Wuhan.
Trabajadores chinos comen en asientos habilitados y colocados para mantener la distancia prudencial recomendada en la fábrica Dongfeng Honda en Wuhan.
Yi Xin/EFE

China se está haciendo vieja antes que rica. El séptimo censo nacional del país más poblado del mundo así lo confirmó la semana pasada. La población continúa creciendo, pero lo hace al ritmo más lento de las últimas seis décadas -un 0,53% anual de media- y, aunque hace ya un lustro que todas las parejas pueden tener un segundo descendiente, el número de nacimientos continúa cayendo -la fertilidad de 1,3 es ligeramente inferior a la española-. Así, el porcentaje de población de más de 60 años (19%) se acerca al de los que tienen menos de 14 (23%). Poco a poco, la pirámide poblacional de China se parece más a las de Japón o Corea del Sur, pero la renta per cápita está todavía en un tercio. La consecuencia más clara y rápida de esta coyuntura es la escasez de mano de obra y de talento.

Eso se traduce en un constante aumento de los costes salariales que lastra las cuentas de las empresas. También de las 1.100 españolas, un número que ha dejado de crecer al ritmo de las últimas dos décadas debido en parte a la creciente saturación del mercado chino y al aumento de los costes de producción. "La burbuja salarial en China es grandísima", dispara Antxon San Miguel, responsable de la planta que Tucai tiene en Ningbo.

"Es la ley de la oferta y la demanda. Hay mucha gente sin experiencia profesional que está ganando una barbaridad de dinero. Cuando vine a China, hace quince años, el salario mínimo de los trabajadores era de 780 yuanes (menos de 100 euros al cambio de entonces). Ahora ha superado los 2.400 yuanes (300 euros). Y todos esperan incrementos del 10% al año. En las zonas más desarrolladas de la costa este, muchos salarios son ya más altos que en España", comenta.

Cambios vertiginosos

Pedro Segovia, responsable de la empresa de automoción RTS en Jinhua, cuenta algo parecido. "Mientras siga agudizándose la escasez de mano de obra, la burbuja continuará creciendo. Los salarios en Shanghái ya son una locura, mucho mayores que los del País Vasco, por ejemplo". Es, afirma, una de las consecuencias de la política del hijo único. "Ahora el Gobierno fomenta que se tengan más hijos porque China se está quedando sin trabajadores", analiza. Sin embargo, los jóvenes ya no quieren tenerlos porque sus aspiraciones son muy diferentes a las de generaciones anteriores.

"El mejor derecho que puede tener un trabajador es que sobre trabajo. Porque entonces las empresas se pelean por él y suben los sueldos. En China hay una explosión de necesidad laboral que se ha ido trasladando de la industria a otros sectores", explica Adrián Díaz Marro, consultor de desarrollo de negocio en Asia que ha puesto en marcha multitud de proyectos tanto en China como en otros países del continente.

La transformación ha sido profunda y veloz. "Hay un antes y un después de la reforma laboral de 2008, porque no tiene nada que ver el paro negativo que había en 2006 y 2007 con lo que sucede a partir de ese año, cuando se inició la desaceleración y muchas fábricas comenzaron a marcharse a países como Vietnam", explica Díaz Marro. "Ahora se favorece esa externalización y hay una estrategia de reorientación de recursos para canalizar la mano de obra a los sectores que la necesitan".

"Hace más de diez años el reclutamiento de personal era sencillo. Los salarios eran bajos, pero crecían a un ritmo de dos dígitos y había mucho movimiento de personal. Ahora, hemos conseguido incrementar los salarios en un porcentaje similar al de los países occidentales y no tenemos excesiva rotación. Pero la contratación es más complicada", afirma Iñaki Antoñanzas, responsable de Fagor Automation en Asia. "Nuestro principal problema es que no hay mucha gente formada que quiera ir a la industria".

Obviamente, en un país con 1.412 millones de habitantes y la extensión de Europa, las diferencias entre un lugar y otro son gigantescas. Poco tienen que ver Shanghái o Shenzhen con ciudades de 'tercera' en provincias como Yunnan o Qinghai. No obstante, el desarrollo también se ha ido extendiendo por el país y cada vez hay más ofertas laborales en el interior. Por primera vez en más de una década, el número de migrantes rurales cayó el año pasado en más de cinco millones.

Hacia el Estado del bienestar

Las exigencias de los trabajadores chinos se van pareciendo cada vez más a las de los occidentales. "La gente quiere planes de carrera. El 70% de la negociación es sueldo, pero el resto ya son otros elementos que antes ni se planteaban", explica Díaz Marro.

La gran incógnita está ahora en cómo evolucionarán tanto la sociedad como el mercado laboral de China en los próximos años. Muchos temen que el gigante asiático pierda competitividad y acabe dependiendo en exceso de su mercado interno. A Díaz Marro le preocupa la situación a largo plazo. "China va evolucionando hacia algo muy parecido a lo que sucede en Europa. Con los beneficios empresariales redistribuidos a través de impuestos se trata de mitigar los problemas de la gente más desfavorecida, algo que acaba creando sociedades muy poco productivas en las que los negocios se van. Es el paso previo a una crisis con muchos derechos adquiridos y grandes presupuestos públicos en una sociedad envejecida y automatizada. Se tiende a la intervención estatal que puede crear una gran crisis", vaticina el consultor.

La automatización avanza, pero no mitiga del todo el golpe

¿Tienes sentido preocuparse de la falta de mano de obra cuando la automatización y la inteligencia artificial van engullendo miles de puestos de trabajo? "Ir a China porque la mano de obra es barata y ver que todo el mundo te empuja a invertir mucho más en maquinaria para intentar ahorrar en mano de obra iba en contra de todo lo que había leído antes de llegar", recuerda el consultor barcelonés Adrián Díaz Marro. Sin embargo, ya en 2011, en una de sus fábricas comenzaron a introducir nueva maquinaria que realizaba más funciones para eliminar puestos de trabajo.

Esa transformación se ha acentuado con el paso del tiempo. "Comprar máquinas automáticas es lo más fácil. Lo más difícil es hacerlas trabajar y que no se paren", comenta Antxon San Miguel, responsable en Ningbo de Tucai, una empresa que trabaja con Mondragon Assembly para automatizar sus procesos. "Es una situación compleja. Estamos invirtiendo en ingenieros de procesos y automatismos. Pero también en I+D, para que la empresa trabaje de la forma más eficiente posible", añade.

"La automatización puede suplir la falta de mano de obra básica, pero requiere mano de obra especializada, con conocimiento de manejo de máquinas y programación, que escasea todavía más. Todavía hay muchas empresas que están a años luz de una automatización avanzada. Así que todavía queda mucho camino por delante hasta una automatización global", coincide Pedro Segovia, director de la planta de RTS en Jinhua.

Para Asier Bideguren, "la productividad podrá aumentar en la medida en que la automatización consiga completar los procesos tradicionales de manera más segura y más eficiente, ya sea en términos tiempos de ciclo, número de paradas por circunstancias ajenas, y demás", pero no será la panacea para hacer frente a la escasez de mano de obra en China, un país que apuesta sin fisuras por las nuevas tecnologías: hasta este momento, es el que más robots compra en el mundo, y uno de los que más invierten en el desarrollo de la inteligencia artificial.

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