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Valdespartera: comercios al pie del cañón en un barrio de película

El impacto de la pandemia ha sido muy desigual en los establecimientos de Valdespartera, una zona joven en la que la venta online está muy asentada.

Arriba a la izquierda, Pepe Palacio de Bicicletea; derecha, Javi Tena, Oni y Diego Sanz, de El quinto elemento; abajo, Roberto Pérez de Pequeñicos (i) y Julio Miguel y dos empleados de La cafetería del mercado
Arriba a la izquierda, Pepe Palacio de Bicicletea; derecha, Javi Tena, Oni y Diego Sanz, de El quinto elemento; abajo, Roberto Pérez de Pequeñicos (i) y Julio Miguel y dos empleados de La cafetería del mercado
Daniel Marzo/Francisco Jiménez

Es uno de los barrios más jóvenes de la capital aragonesa y también uno de los más reconocibles por el nombre de sus calles. Sus 22.300 habitantes residen en vías ‘de película’ como Un americano en París o Desayuno con diamantes. Más de 15 años después de que comenzara su desarrollo, el barrio con más vivienda protegida de la ciudad ha conseguido fijar una red de comercio de proximidad muy apreciada por sus vecinos.

Pepe Palacio fue uno de los primeros comerciantes que se asentaron en Valdespartera, concretamente en El maquinista de la General. Bicicletea abrió sus puertas hace diez años y desde entonces no han parado de vender y arreglar bicicletas, aunque la cosa se ha complicado con la pandemia. "Está siendo difícil por la falta de producto, porque hay mucha demanda y porque los clientes tienen dificultades económicas", señala Palacio.

Él y su socio tratan de dar las máximas facilidades a los consumidores financiando incluso sus reparaciones, pero la subida de los precios y las largas listas de espera les están afectando. "Es difícil trabajar a ciegas. Lo que nos va viniendo ya tiene nombre y apellidos", explica Pepe. De hecho, durante la entrevista tiene que decirle a un cliente que la bicicleta que encargó en octubre todavía no ha llegado. A consecuencia de esto, los ciclistas optan más por arreglar que por estrenar. "La gente que ya tiene bicicletas las repara. Están cansados de oír que no hay y no se plantean comprar una nueva", lamenta.

"Está siendo difícil por la falta de producto, porque hay mucha demanda y porque los clientes tienen dificultades económicas"
Pepe Palacio, uno de los socios que montaron Biciletea.eu hace diez años.
Pepe Palacio, uno de los socios que montaron Biciletea hace diez años.
Daniel Marzo

La falta de stock contrasta con el interés por las dos ruedas que ha surgido tras los confinamientos. Gente que no practicaba el ciclismo ahora lo hace y quienes ya eran aficionados se lo han tomado más en serio. "Ha aumentado a nivel personal, familiar y desplazamiento. La gente tiene respeto a coger el transporte público", apunta.

De hecho, aunque el 85% de las reparaciones que realiza en el taller son de vecinos de Valdespartera, hasta su local acuden clientes de toda la ciudad. "Si quieres una Wilier o una Bianchi, tienes que venir aquí", dice. "Hay tiendas así en el centro, pero a los de los pueblos de alrededor les es más cómodo venir a Valdespartera"

A la tienda de Javi Tena -El quinto elemento, como la película de Luc Besson- también llegan clientes de fuera del barrio. De hecho, cuenta con público de Utebo, Cuarte de Huerva, María de Huerva o Casetas, entre otras zonas. "Hay tiendas así en el centro, pero para los de los pueblos y barrios del extrarradio es más cómodo venir hasta aquí", comenta.

Las estanterías de este local son el sueño de cualquier aficionado a los juegos de rol, el comic o las miniaturas. De hecho, también son la pasión de Tena, que tras acogerse voluntariamente a un ERE en la empresa en la que trabajaba como ingeniero informático se embarcó en este proyecto a largo plazo. Al mismo tiempo, también puso en marcha una web de venta 'online'.

Javi Tena, Oni y Diego Sanz, de El quinto elemento.
Javi Tena, Oni y Diego Sanz, de El quinto elemento.
Daniel Marzo

Javi cuenta desde el año pasado con otro socio, Diego Sanz, para coordinar la atención al público y la gestión de la zona de exposición. En ella dejan probar juegos y realizan demostraciones, entre otras cosas. "Hemos instalado detectores de CO2 y pronto contaremos con un sistema de renovación del aire", explica.

Y es que, el coronavirus ha servido para potenciar mucho el ocio alternativo. "Es algo que puedes hacer en casa con un número reducido de personas" comenta Tena, aunque no sabe hasta cuándo durará el ‘boom’. "Soy de pensar a largo plazo y veo que la gente tiene muchas ganas de hacer otras cosas una vez que esto acabe", dice.

"Soy de pensar a largo plazo y veo que la gente tiene muchas ganas de hacer otras cosas una vez que esto acabe"

Quienes también llevan tiempo en el barrio, porque además de comerciantes son vecinos, son Roberto Pérez y su mujer, que en 2012 montaron Pequeñicos. Aunque inicialmente estaban ubicados en un local frente a lo que ahora es el mercado, hace siete meses se trasladaron hasta La quimera del oro. "Llevábamos casi dos años pensando en ampliar porque habíamos crecido mucho y la tienda se quedaba pequeña. Ahora tienen 145 metros de exposición", cuenta Pérez.

Roberto Pérez regenta Pequeñicos junto a su mujer.
Roberto Pérez regenta Pequeñicos junto a su mujer.
Daniel Marzo

Su negocio especializado en artículos puericultura fue fruto de una meditada decisión y un exhaustivo estudio previo. "En el barrio había mucha gente de nuestra edad y pensábamos que podría funcionar", señala. Y no se han equivocado, aunque las compañías como Amazon y la segunda mano se han convertido en sus dos grandes amenazas. "La gente antes era más solidaria y donaba lo que ya no usaba. De hecho, aquí hemos hecho muchas recogidas, pero ahora tiene mucha fuerza la segunda mano" apunta Roberto, que lo entiende por la "necesidad económica".

Otro de los problemas que este comerciante señala es el precio de los locales en el barrio, que ha llevado a algunos negocios a cerrar o buscar espacios más pequeños y menos costosos. "El precio del metro cuadrado es muy caro", lamenta. Con todo, Roberto dice ser de los afortunados a los que la pandemia no ha podido vencer: "Tuvimos la suerte de que uno de nuestros proveedores empezó a fabricar mascarillas antes que nadie. Gracias a eso y al soporte online, sobrevivimos durante la pandemia".

"Antes había beneficios. Ahora es lo comido por lo servido"

Más duro ha sido el golpe para hosteleros como Julio Miguel, propietario de La cafetería del mercado. Según sus cálculos, las ventas han descendido hasta un 40% debido al confinamiento y las restricciones. Y no puede permitirse otro bajón. "Antes salía para pagar a proveedores, cubrir gastos y tener beneficios. Ahora es lo comido por lo servido", reconoce.

Este bar restaurante se inauguró en enero de 2013, poco después de que se abriera el mercado. Antes contaba con cuatro empleados, aunque ahora solo tiene tres. "En el tema económico vivimos al día. He intentado negociar el alquiler con Mercazaragoza pero no hay nada que hacer. Todavía tengo pendientes los meses de marzo, abril y mayo, que se aplazaron", cuenta.

En el centro, Julio Miguel junto a dos de sus empleados.
En el centro, Julio Miguel junto a dos de sus empleados.
Francisco Jiménez

La terraza y el servicio de cenas para llevar han paliado mínimamente las consecuencias de esta crisis. "Hay gente con mucho miedo. Tenemos clientes de toda la vida que nos dicen que mientras haga bueno y puedan estar en la terraza, vendrán. Pero dentro, no", explica el hostelero, que mira con esperanza hacia el próximo otoño. "El verano es una época floja, porque la gente se va fuera", añade. Hasta entonces, Julio y su equipo seguirán haciendo lo que mejor saben hacer: cuidar y atender con mimo a su fiel clientela.

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