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Trabajar en la carretera: "La sociedad no valora el esfuerzo que supone estar fuera de casa, jugarte la vida y tu patrimonio"

Acompañamos a un transportista zaragozano en un viaje para hablar de los problemas del colectivo de autónomos durante la pandemia.

"Toma, José Antonio, es gel con una toallita". Verónica, una de las empleadas de la gasolinera en la que para, le da unos pequeños botes de monodosis de hidrogel para el camino. José Antonio Moliner, transportista zaragozano, se lo agradece sonriendo con la mirada, porque la mascarilla no deja ver más. "Estas chicas son las que más nos cuidan. A veces las vemos más que a la familia", reconoce, en referencia a las empleadas de la estación de servicio, mientras se dirige al aparcamiento. Tiene 59 años y lleva 32 al volante de un camión. Preside desde hace año y medio la asociación de transportes discrecionales de mercancías por carretera, Tradime Aragón, para la que saca tiempo entre viaje y viaje. En ella están asociados 700 transportistas, la mitad, como él, autónomos con un solo camión.

Cierra la parte de atrás que deja abierta cuando está parado, como muchos compañeros, "porque si no, rajan las lonas para robar". Algún intento ha sufrido en estos años. Los ladrones buscan la mercancía del interior o la cabina del vehículo para desguazarla y venderla en piezas. "Solo el tubo de escape cuesta 12.000 euros", pone como ejemplo. En su cabeza todo son números y cuentas porque el camión es su empresa sobre ruedas y  él su jefe de contabilidad, compras, ventas, mantenimiento... "Un vehículo es el medio de vida de una familia", recuerda. Cuenta que su precio supera los 100.000 euros, y tiene ya tres años y medio, así que en un par de años le tocaría renovarlo, consume 5.000 euros de carburante al mes y cambiar una rueda de las 12 que tiene le cuesta 500 euros. "Aquí es todo a lo grande", reconoce.

Seis horas de viaje

Enciende el motor del enorme tráiler de 40 toneladas, deja que suene un poco, y se prepara para ir a cargar a un polígono cercano a las 14.00 y de allí, a Navarra. Será el primer viaje de un largo día que no terminará hasta la madrugada, aunque nada comparado con los que hacía cuando viajaba por Europa, que superaban los 1.000 kilómetros solo de ida. "La sociedad no valora lo que realmente hacemos, el esfuerzo que supone estar fuera de tu casa, jugarte la vida y tu patrimonio. Ni lo paga". Es una de las quejas que repetirá durante el viaje de cuatro horas al volante y dos de espera para la carga y descarga, entre la ida y la vuelta. 

La cabina de unos dos metros y medio de largo y casi dos de alto resulta más espaciosa dentro que vista desde fuera y no puede estar más aprovechada. Detrás de los asientos, una gran cortina cruda colocada de lado a lado tapa un hueco que sirve de armario y esconde la cama plegable, que ya no usa porque los últimos años duerme en casa. Una nevera guarda tres botellas de agua. El salpicadero hace el papel de oficina con un gran cajón lleno de recibos y hasta un portalápices encima, al lado de un frasco de hidrogel. El cuadro de mandos parece casi de una avión con el tacógrafo encima de su cabeza junto a la emisora que lleva años silenciada por la llegada de los móviles. Las ventanas permanecen algo bajadas de rato en rato para ventilar mejor. Al lado, dos medidas de la Virgen del Pilar. El enorme cristal de la cabina permite una posición privilegiada para ver el camino, que parte de la la N-232.

"Por la noche hay coches que nos adelantan sin las luces para que no les coja la Guardia Civil, y ven con las del camión" 

"Bienvenida a la obra del Pilar que la llamo yo", dice, con resignación, al entrar a la zona en la que se trabaja desde hace tres años en el desdoblamiento de la carretera nacional a la altura de Mallén. Bajo el sol y un fuerte viento, coches y largas filas de camiones recorrían el pasado miércoles la zona de obras siguiendo los circuitos que marcan los pivotes naranjas y blancos que señalizan los dos carriles habilitados, uno en cada sentido. "Le llamamos la senda de los elefantes", bromea, por el desfile de los gigantes de la carretera.

José Antonio Moliner en su camión.
José Antonio Moliner en su camión.
Toni Galán

"Aquí ves cada burrada", afirma, sobre algunos conductores de turismos que se saltan la línea continua. "Por la noche hay coches que nos adelantan sin las luces, para que no les coja la Guardia Civil, y ven con las del camión". También hay imprudencias por parte de los transportistas. Uno sale por un costado sin esperar a tener espacio suficiente. José Luis reduce la velocidad a tiempo, ve que la matrícula es extranjera y recuerda otra de las preocupaciones del sector, la competencia desleal. En los últimos años en España han proliferado cooperativas, contra las que la inspección ha empezado a multar por no serlo realmente, con peores condiciones laborales, y salarios de unos 700 euros.

En España, el sueldo de un conductor profesional puede ir de los 1.600 o 1.700 euros si hace recorridos cortos a los 2.200 en viajes internacionales, calcula. En la situación de crisis actual y tras años de precarización del mercado laboral puede parecer mucho, reconoce, "pero es que ese hombre tiene que comer y vivir fuera de su casa". Y empieza a calcular que un menú puede costar 12 euros, por dos comidas (sin desayuno) son unos 500 euros al mes, que si se resta al salario este se queda en unos 1.100 euros. 

Entiende a la gente que viene a "buscar el bocadillo", pero defiende que todos trabajen "con dignidad" y asegura que se "abusa" de quienes caen en la "trampa" de las falsas cooperativas. Estas afectan al sector porque "va todo muy justo y no puedes trasladar los costes que tienes", lamenta, y augura que con la crisis actual, "si no me equivoco, a principios de año habrá cierres de empresas".

"Sobran camiones"

"Ya verás que está todo cerrado", explica sobre las primeras consecuencias de la pandemia de covid, que durante las semanas más duras del confinamiento de marzo dejaron a los transportistas sin un baño en el que parar o un restaurante en el que comer. "Yo salgo comido de casa y para cenar con un poco de fruta estoy apañado". Tiene un amigo que lleva peor no poder parar y comer algo caliente. "El otro día paró en dos sitios y no pudo comer, y llevaba un cabreo...". 

Ahora la situación ha mejorado, pero solo hay dos sitios abiertos en el recorrido que hace. En ellos también se nota que el sector se está viendo afectado por la crisis económica que ha provocado la sanitaria. Se toman menos menús para ahorrar. "La incertidumbre es lo peor que podemos tener", afirma sobre la situación económica. "Sobran camiones", confiesa. En el transporte, un sector esencial en la pandemia, hay sectores que han aguantado como la alimentación, pero otros como el textil se han resentido y han obligado a algunas empresas a dejar camiones parados.

Los años al volante se dejan sentir en los camioneros más veteranos. La hipertensión, el colesterol y la artritis y artrosis en la espalada se han convertido en las dolencias más frecuentes, según un estudio de Tradime. "Yo tengo las tres", confiesa, "por el ritmo de vida y el estrés. En los últimos 10 años me han salido todas". Muchas horas de vida sedentaria y las prisas por cumplir horarios. "Vamos siempre con el tiempo pillado".

Peores condiciones laborales

Al cruzar a Navarra por Cortes, las horas de viaje llevan a hablar de la familia y los primeros años al volante. "Yo hice la mili en Ceuta. Me llevaron a ver mundo, parece que era mi destino", bromea. Estudió FP de electricidad y como no encontró trabajo siguió el consejo de un amigo y se sacó el carnet de camión siendo veinteañero. Primero se curtió por España y luego por el extranjero. Ha rodado días y días por las carreteras europeas en viajes a Inglaterra y Alemania. Cuenta que había días en los que cuando dormía en el camión, al despertarse no sabía "si iba o volvía" porque repetía la ruta incluso dos días por semana. Entonces, "salías el domingo de casa y si llegabas el otro sábado tenías suerte".

"Muchas veces dormías en un hotel, comías bien y te sentías respetado en los sitios a los que ibas. Ahora, no"

Recuerda de esos primeros años que era un trabajo "duro" pero "salías como una persona". Cree que ahora se ha perdido el respeto por su trabajo. En sus primeros años "muchas veces dormías en un hotel, comías bien y te sentías respetado en los sitios a los que ibas. Ahora, no". En muchas empresas cuando llegan no tiene ni un sitio donde esperar a cubierto, asearse o tomar un café.

Lejos quedan los recuerdos de comidas copiosas con compañeros que quedaban a mitad de camino en restaurantes de carretera. Hoy en día no hay tiempo para esas citas, ni presupuesto para grandes comidas. Lo que ha mejorado han sido los vehículos, más seguros y cómodos. "Hoy casi cualquiera puede conducir uno". Pese a los avances sigue siendo un sector muy masculinizado y resulta muy extraño encontrar a una mujer al volante. En la asociación calcula que hay un par. 

En la conversación se cuelan también las diferencias dentro del sector. Preferiría que empresas de transporte grandes y autónomos lucharan unidos por muchas demandas en las que coinciden, pero considera que ahora hay muchas cosas que les enfrentan, como se vio en verano en una convocatoria de paro de la patronal, que no secundó Tradime, aunque lo hicieron otras asociaciones de autónomos nacionales. Finalmente fue desconvocada. Cree que la "armonización fiscal" que defienden los grandes con el fin del sistema fiscal de módulos para los autónomos puede "extinguirnos" y también critica el aumento de los 'megatrailers' en las carreteras, que con un conductor pueden llevar el doble de carga.

En común tienen las reclamaciones al cartel de fabricantes de camiones, por pactar los precios de venta de los vehículos en los últimos años. Él se ha sumado a la reclamación colectiva que ha presentado su organización.

"Es muy dura esta vida. Me he perdido mucho de mis hijos porque estaba fuera. La infancia me la perdí"

A la vuelta a Zaragoza empieza a anochecer y los ríos de luces blancas y rojas llenan el asfalto. No se ha terminado todavía la lista de reivindicaciones del sector. "Tenemos necesidad de párquines seguros para que el chófer pueda descansar", reclama. "La desesperación de la gente hace que roben hasta los palés vacíos de dentro de los camiones", asegura sobre la inseguridad. Reconoce que existen dificultades para ponerse de acuerdo sobre dónde ubicarlos para que beneficien a todos los conductores.

Hay tiempo también para poner algo de música. Suena una canción soul y después rockabilly. E incluso se lanza a contar un chiste. Durante los viajes hay mucho tiempo para "dar vueltas a la cabeza", reconoce. Suele hablar con otros compañeros para "romper la monotonía", pero esta vez solo ha habido saludos al cruzarse por el camino. "Es muy dura esta vida. Me he perdido mucho de mis hijos porque estaba fuera. La infancia me la perdí", lamenta, sobre todo, de los dos mayores, de su primer matrimonio. "Desde hace diez años he conseguido quedarme todas las noches en casa", con lo que ha evitado que le pasara lo mismo con el pequeño, de 17 años, que tuvo con su segunda esposa. Ninguno sigue sus pasos y lo prefiere así. 

Entre sus cálculos, uno de los que más le preocupa es la jubilación. Calcula que en tres años podrá retirarse de la carretera. "Me van a quedar 800 o 900 euros de pensión, pero no puedo más por la artrosis en las manos y la espalda". Además, abrió un plan de ahorro casi desde que empezó que le servirá de complemento. "Nos critican a los autónomos porque cotizamos menos, pero también tenemos menos pensión, cotice lo que cotice" y "no he cogido nunca la baja". Así llega a su destino, donde tendrá que volver a cargar y repetir la ruta a Navarra en plena noche. En esta ocasión, con más tiempo para hablar con los compañeros que queden tras el toque de queda. 

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