Por
  • Daniel Toledo

¿Hora de gastar? Teman el dinero que llueve del cielo

Las apuestas prometen dinero fácil, pero pueden ser la ruina de una generación.
Billetes de 500 euros.
HERALDO

Caen peniques del cielo, que cantaba Bing Crosby. Con toda seguridad, la ciudadanía escucha perpleja en estos días cómo la Unión Europea prepara un diluvio de millones para reparar las maltrechas economías comunitarias, empezando por la española. “Si hay tanto dinero disponible, ¿para qué preocuparse?”, se tranquilizarán los más ingenuos. Otros, más desconfiados, cuestionarán quién pagará al final la fiesta. Yuval Noah Harari, catedrático de Historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén, reflexionaba en ‘Sapiens, de animales a dioses’ (2014, Debate) sobre el despreocupado recurso de imprimir dinero de manera frenética cuando vienen mal dadas. “Todo el mundo está aterrorizado ante la posibilidad de que la crisis económica actual pueda detener el crecimiento de la economía -apuntaba en relación a la debacle surgida tras la caída de Lehman-. De modo que están creando de la nada billones de dólares, euros y yenes, inyectando crédito barato en el sistema, y esperando que científicos, técnicos e ingenieros consigan dar con algo realmente grande antes de que estalle la burbuja”. Es decir, que la sociedad se ha conjurado para vivir sin remisión en el alambre. O dicho de otro modo, en el cortoplacismo más absoluto.

Según el Plan de Estabilidad remitido por el Gobierno a Bruselas, la deuda pública en España se situará a resultas del coronavirus por encima del 115% del PIB en 2020. Es decir, que lo que vamos a deber los españoles superará con creces a lo que en este momento somos capaces de producir con nuestro trabajo en todo un ejercicio. La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, ha dejado claro que no hay motivos para la alarma, en tanto el coste de ese endeudamiento es históricamente bajo. Y no deja de ser cierto. Además, no falta quien ha hecho fortuna minimizando la importancia de la deuda pública, en tanto un pasivo sujeto a permanente refinanciación y condenado a no pagarse nunca de forma íntegra. Todo mientras, claro está, exista confianza suficiente en el país como para tener acceso a nuevos fondos que permitan retroalimentar ese círculo infinito y alejar la sombra de la quiebra o el ‘default’. Eso sí, como también deja claro la ortodoxia económica clásica, “solo se plantea claramente un problema cuando los déficit son tan grandes que la deuda crece mucho más deprisa de la renta” (Fischer, Dornbusch, Schmalensee. 1989. Economía. McGraw Hill).

Lea el artículo completo en La Información

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión