economía

"¿Ya se puede echar ropa en el contenedor?"

La recogida se ha retomado estos días tras ser supendida al inicio del estado de alarma. El 'cambio de armario' durante el confinamiento llena algunos más del 50% de lo habitual.

"¿Ya se puede echar ropa en el contenedor?", pregunta Lola Silva, vecina del zaragozano barrio de La Jota, al empleado que está vaciando uno de los destinados al reciclaje de prendas instalados en el Camino de las Torres. Estos días se vuelve a recuperar la recogida tras haberse suspendido con la declaración del estado de alarma por la crisis sanitaria de la covid-19. Ella es de las  personas que durante el confinamiento han aprovechado para poner en orden los armarios y confiesa que tiene una bolsa preparada. "Trabajo en una tienda y tuve que cerrar. Me preguntaba a ver cuándo quitaban los precintos", dice, antes de seguir camino a casa para ir a comer de vuelta del trabajo, que ya ha podido retomar.

"Ha habido gente como ella que ha esperado a que los quitaran, pero otros no", lamenta Rafel Fleta, que se encarga de cubrir varias rutas para vaciar los contenedores de la empresa de inserción Aropa2, de la coopertiva Tiebel, que gestiona los instalados en la vía pública junto con A todo trapo de Cáritas. "Lo único que pido es que se meta todo en bolsas cerradas y no se dejen fuera porque se deteriora y ya no sirve ni para trapos", dice, mientras hace nudos a algunas y mete otras más pequeñas en una grande, antes de echarlas a la furgoneta. También se queja de que se encuentra en el contenedor objetos que no deberían estar, como pequeños electrodomésticos rotos y "todo lo que cabe", confiesa. Lleva seis años en este trabajo, contratado por La Veloz, una cooperativa que presta el servicio de recogida a Tiebel.

"Lo único que pido es que se meta todo en bolsas cerradas y no se dejen fuera porque se deteriora y ya no sirve ni para trapos"

Antes de la crisis de 2008 era soldador, pero después se quedó en paro y tuvo que reciclarse, precisamente en el sector del reciclado. Primero en la industria, donde dejó su trabajo para empezar en el proyecto de recogida de ropa.  Ahora cubre varias rutas de la ciudad. Este jueves al mediodía llevaba recorridos ya el centro y Las Fuentes y había tenido que ir a descargar la furgoneta una vez a las instalaciones donde se clasifican las prendas. En cada viaje puede llevar 1.400 kilos de ropa

Aumento del 50% estas semanas

En Zaragoza capital se recogieron el año pasado 1.752 toneladas de ropa. Ahora hay unos 343 contenedores en la ciudad, entre los naranjas de Aropa2, los rojos de A todo trapo de Cáritas y la mezcla de ambos colores en los instalados en la calle tras firmar ambas un convenio con el Ayuntamiento de Zaragoza. Faltan 24 por colocar, que quedaron pendientes con el estado de alarma. En 2019 había aumentado un 22% su actividad ya que se incrementó el número de contenedores. "La tendencia de recogida iba en aumento y ahora se va a relanzar, seguro", afirma Julio Cortés, de Aropa2, que todavía no ha calculado el posible aumento  y pide  "calma" a los usuarios en estos primeros días.

A todo trapo de Cáritas, que comenzó la recogida una semana antes, ya nota el incremento en la entrega de prendas. "Los primeros días nos hemos encontrado zonas con avalancha y otras donde la gente no sabía si se podía echar o no. La segunda semana nos hemos encontrado mucha ropa. Hemos notado que ha habido ropa que nos han guardado", afirma Antonio Costa, desde Cáritas. En nueve días han recogido 56.474 kilos, lo que supone "un ritmo un 50% superior al periodo equivalente de mayo del 2019", calcula.

"La respuesta está siendo muy buena", señala, teniendo en cuenta que no han podido recoger en contenedores de centros que todavía están cerrados. En la página web de Cáritas hay un enlace con la lista de los que están operativos.  

En gasolineras y empresas, cerrados

Aropa2 ha comenzado la recogida de forma "progresiva". Su tienda del barrio de Las Delicias, donde comercializan algunos productos, no abrirá hasta primeros de junio y algunas de las industrias de reciclaje a las que sirven las prendas en peor estado siguen cerradas. Continúan precintados sus contenedores en espacios públicos como centros cívicos, gasolineras y empresas.

En ambas empresas, la apertura ha permitido sacar a trabajadores de los respectivos ERTE que habían solicitado con el estado de alarma. En el caso de Aropa2, en las labores de clasificación de la ropa, higienizado, entrega social y venta trabajan 12 personas. "Ahora estamos el 50% de la plantilla", explica. En su mayoría son personas que envían los servicios sociales por tener dificultades para encontrar un empleo por su situación personal y que comienzan un itinerario de inserción que incluye formación y trabajo.

Durante estos dos meses "hemos activado préstamos personales y servicio de atención psicológica para llevar mejor el confinamiento", señala. Entre la plantilla hay mujeres víctimas de violencia de género o inmigrantes .

"Se recicla la mayoría de la ropa por el estado en el que llega. Para la tienda y entrega social tiene que estar en perfectas condiciones"

En A todo trapo empezaron a incorporar trabajadores desde la semana del 27 de abril y ya tienen abierta su tienda Latido Verde. "La adaptación ha sido muy rápida. Nosotros ya hemos cerrado el ERTE", afirma Costa. En el proyecto trabajan 15 personas, de las que cuatro son de estructura y el resto enviadas por servicios sociales.

"Se recicla la mayoría de la ropa por el estado en el que llega. Para la tienda y entrega social tiene que estar en perfectas condiciones", explica Cortés. La más escasa es la de niño. La tienda constituye una forma de obtener ingresos para reinvertir en la creación de empleo. "La ciudadanía está muy sensibilizada en el tema de reciclar, pero no en el de consumir ropa de segunda mano", lamentan desde Aropa2, un tipo de compra más extendida en otros países.

En ambas empresas la desinfección de prendas ya estaba incorporada al tratamiento de la ropa. Ambas trabajaban ya con ozono. En el caso de Aropa2, Cortés explica que "aunque en teoría la ropa ya lleva unos días cuando hemos pasado a recogerla, la dejamos en una zona aparte de la nave para que pase una semana en cuarentena, y luego se trata". La que se puede reutilizar pasa a clasificación e higienización.

"La ciudadanía está muy sensibilizada en el tema de reciclar, pero no en el de consumir ropa de segunda mano"

Gangas en ropa usada para una compra responsable

Tienda Latido Verde en Zaragoza.
Tienda Latido Verde en Zaragoza.
Oliver Duch

En Latido Verde, situada en el centro de la ciudad, cerca del paseo de Sagasta, han aplicado las medias previstas para el comercio como limitar el aforo, instalar gel hidroalcohólico a la entrada, en la que también ofrecen guantes a los clientes. Se desinfecta la ropa, probadores y hay mamparas en las cajas. En sus estanterías se puede encontrar ropa nueva donada por tiendas o comprada de stocks y la que se puede aprovechar de los contenedores de Cáritas.

Se puede adquirir una falda corta nueva que marca 29 euros en la etiqueta original por 10 euros, una usada por 4 euros y vestidos largos de primavera de segunda mano a 6,90 euros. Hay camisetas de niño por 2,90 euros y camisas de caballero sin estrenar a 9,90 euros. Entre las compradoras hay quien busca estas gangas e incluso algunas prendas le parecen caras y otras que acuden a la caza de algo especial. En ropa usada llegan alguna vez prendas de diseñadores internacionales. "Ahora tenemos un conjunto de Carolina Herrera y una vez tuvimos uno de Emporio Armani", recuerdan Ana e Isabel, dos de las dependientes.

"Ahora tenemos un conjunto de Carolina Herrera y una vez tuvimos uno de Emporio Armani"

"Vengo desde el principio. Aquí se hace otro tipo de compra. No es una tienda normal", explica Paloma, vecina del barrio y una de las clientas fieles, consciente del aspecto social de la tienda, abierta en 2016, que crea empleo entre personas que han pasado por situaciones difíciles o se reincorporan al mercado laboral. Además, se considera una defensora del pequeño comercio, donde compra siempre que puede y está familiarizada con el comercio de segunda mano porque ha vivido en otros países, cuenta.

Saluda a las dos dependientas que se acercan a recibirla y a la tercera, Senai, que cobra en la caja. Se alegran de verla, aunque sea con mascarilla y distancia de seguridad. "Tantos días sin verlas las echas de menos. Y sin saber si estaban bien", reconoce Ana, de 55 años, la más veterana, que lleva casi dos años. "Siempre sabe elegir muy bien la ropa", añade sobre su clienta su compañera Isabel, de 45 años, que lleva seis meses y le ha cogido el parón del estado de alarma, pero contenta porque le van a renovar su contrato. Paloma, que comienza a ojear entre las perchas, no es el perfil más habitual aunque sí los es que los clientes sean fieles y acudan varias veces por semana a dar vuelta. 

"El 90% busca ropa económica", explica Ana. Los jóvenes que van alguna vez sí que lo hacen por estar concienciados con el medio ambiente y la necesidad de reutilizar la ropa, añade Isabel. Y, también, quien busca ropa "vintage'. Pero la edad media suele estar más cerca de los 50 años.

Al establecimiento también van personas enviadas por los servicios sociales. En la caja hay una maestra de 58 años, Silvia, llegada el año pasado de Venezuela que se lleva ropa de cama, una toalla y unas sandalias. Está a la espera de que le concedan el asilo político en España, pero la tramitación quedó paralizada con el estado de alarma. "Me considero joven y quiero trabajar. Puedo limpiar una casa, cuidar ancianos o niños pero necesito tener mi permiso para poder trabajar". En su país "todo es horrible, no hay de nada", lamenta, aunque, al menos, el coronavirus no está golpeando tan fuerte como en España. Tiene a su madre, hermanos y una hija allí y aquí vive con un hijo.

Para las dependientas, el trabajo en la tienda supone una segunda oportunidad laboral. Isabel estudió Químicas pero siempre ha sido pastelera. Ha ido enlazando contratos temporales hasta reciclarse ahora como dependienta y reconoce que es una "satisfacción" atender a clientas que pasan por situaciones difíciles. "Valoras muchas cosas".

Ana era panadera y tras una experiencia personal dura ha abierto con la formación con Cáritas una nueva etapa. "Me tiré dos años sin salir de casa", confiesa, sin poder evitar emocionarse al recordar esos días tras perder a una hija, a lo que se unió una situación económica difícil. "Cada una llevamos nuestra carga detrás", reconoce sobre sus compañeras. Nadie diría que es así viendo su simpatía y sus sonrisas, aunque estos días tengan que ocultarlas tras las mascarillas.

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