Dignidad

Collier propone medidas de cooperación y ayuda recíproca.
Collier propone medidas de cooperación y ayuda recíproca.
HERALDO

En su último libro, ‘El futuro del capitalismo’, Paul Collier traza políticas públicas que pretenden renovar la socialdemocracia que compartieron progresistas y conservadores durante tres décadas, tras la Segunda Guerra Mundial. Este empeño regenerador me recuerda al de Tony Judt, hace diez años, en su libro ‘Algo va mal’, en el que el historiador británico caracterizó la socialdemocracia, no como un marxismo relajado, sino como un logro de los derechos humanos enraizados en la Ilustración.

Yendo a los orígenes, Collier viene a entroncar con aquella vieja idea de la Grecia Clásica según la cual la democracia sin virtud degenera en demagogia, en tanto que, para el profesor de Oxford, el gran problema de nuestras sociedades es la falta de un propósito ético compartido. Esta carencia hace que el rico evada impuestos sin mala conciencia y que el pobre, que ha dejado de sentirse socialmente relevante, pierda la autoestima. Según Collier, así se propicia el cosmopolitismo vacuo de algunos y, frente a este, el nacionalismo de muchos, el terreno que abonan y del que se aprovechan populistas y xenófobos, como Trump, Le Pen, Farage o Puigdemont.

Con un planteamiento pragmático y no dogmático, a partir de la denominada ‘economía de la identidad’, Collier propone medidas educativas, fiscales, comerciales, migratorias, etcétera, que favorecen el espíritu de cooperación y de ayuda recíproca que dio origen a la socialdemocracia. Ahora bien, creo entender que, para que tales medidas surtan efecto, la dignidad ha de seguir siendo un valor muy apreciado. Y en esto dudo. Respecto a mí mismo, sin ir más lejos.

jusoz@unizar.es

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