La RSE y el contrato social

En el congreso de Responsabilidad Social Empresarial celebrado recientemente en Zaragoza se destacó la importancia de apostar por una sociedad que defienda la igualdad de oportunidades. Una buena recomendación en vísperas de elecciones.

La desigualdad va a más en nuestra sociedad.
La desigualdad va a más en nuestra sociedad.
F. P.

La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) o Corporativa (RSC) como movimiento, como apuesta de las organizaciones para responder adecuadamente a los planteamientos de todos sus grupos de interés -y no solo de algunos- crece como una mancha de aceite. Bien lo podemos constatar en una ciudad como Zaragoza, que ha sido sede ya de seis congresos nacionales sobre la materia de gran interés (el último recientemente), pero siempre queda la duda sobre la trascendencia real de todo lo que se predica. Sobre la auténtica repercusión de tantos mensajes positivos, convertidos en la difusión de un ‘buenismo’ que no se corresponde para nada con la vida del día a día: la desigualdad en nuestra sociedad va a más y es creciente el número de trabajadores pobres, con sueldos insuficientes para emanciparse o para mantener a una familia.

Decía en el foro nacional de RSE Francisco Román, presidente de la Fundación Seres, que nuestra convivencia se basa en un contrato social -que el profesor Antón Costas sitúa en la Transición- que tendría que garantizar la igualdad de oportunidades. Pero si eso no se respeta porque no somos capaces de acortar la brecha entre ricos y pobres, entonces "tenemos un gran problema", reconocía el también expresidente de Vodafone. Josep Santacreu, consejero delegado de DKV, compañero suyo en la mesa de debate en Zaragoza, iba más allá al señalar que la desigualdad "afecta también a la sostenibilidad de las empresas" y apuntaba que estaba demostrado cómo en el norte de Europa el optimismo de la población es superior al que se registra en Estados Unidos, por ejemplo, porque "a igualdad de rentas, más esperanza de vida".

Teresa Fogelberg, directora ejecutiva adjunta de GRI (Global Reporting Initiative), una de las más destacadas expertas internacionales en estos temas, admitió en su ponencia en Zaragoza que muchas empresas habían utilizado la RSE solo como marketing, pero que al final quedarían al descubierto si no lo demostraban con hechos. En una entrevista publicada ayer en este diario valoraba que hoy "no hay ninguna empresa que diga que eso ‘no es para mí’" y que es positivo que todos los temas sociales, medioambientales y económicos, hasta 17, han quedado bajo el paraguas de la Agenda 2030 de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de Naciones Unidas.

Positivas intenciones al margen, la realidad nos dice -como sostuvo Antón Costas en el congreso nacional de APD en Barcelona en noviembre pasado- que el contrato social surgido de los Pactos de la Moncloa de 1977 que reconocía la economía de mercado y un nuevo sistema distributivo está siendo hoy "destruido por la desigualdad", según el catedrático. A continuación este pedía a las empresas, a las que responsabilizó del aumento de la brecha entre ricos y pobres, un nuevo modelo ético para conseguir una sociedad más justa.

La edición internacional de ‘The New York Times’ publicaba el pasado viernes un amplio reportaje sobre la contracción de la clase media en España como consecuencia de la crisis y la precariedad en la que trabajan tantos ciudadanos en este país. Hombres y mujeres que han visto cómo ese contrato social al que se refieren veteranos de la empresa y la docencia como Francisco Román o Antón Costas se está dejando de cumplir. Una realidad que no debería pasar desapercibida a los políticos que aspiran a ganar las próximas elecciones de abril y de mayo.