“La miel de Teruel puede ser una oportunidad para combatir la despoblación, pero para ello el sector debe unirse”

El proyecto Fitemiel, liderado por Tiziana de Magistris, investigadora del CITA, pretende poner en valor el sector apícola turolense, uno de los pocos sectores donde los profesionales jóvenes abundan.

El estudio ha detectado que muchos jóvenes han decidido profesionalizar los hobbies de sus padres.
“La miel de Teruel puede ser una oportunidad para combatir la despoblación, pero para ello el sector debe unirse”
CITA

‘Recuperar la miel para recuperar el territorio’. Bajo este título se presentaron los resultados del proyecto Fitemiel, que pretende identificar las principales líneas estratégicas de comercialización para destacar el valor de la miel turolense. Liderado por Tiziana de Magistris, investigadora de la unidad de economía agroalimentaria y de los recursos naturales del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) y gracias al apoyo del Fondo de Inversiones de Teruel (FITE), el proyecto ha llegado a la conclusión que para que “el sector apícola turolense sea fuerte en el mercado debe unirse”.

En la actualidad, dicha provincia cuenta con 36.610 colmenas registradas de 487 propietarios, de los que solo el 15% son profesionales del sector. “Se trata de un sector muy atomizado que vende a granel en pequeñas tiendas especializadas”, explica De Magistris. “Hemos detectado que no hay un proyecto conjunto de comercialización entre los apicultores”. Es en este punto donde el proyecto ha centrado sus esfuerzos haciendo hincapié en que esta es la oportunidad de diferenciación. “La miel de Teruel puede ser una ocasión perfecta para combatir la despoblación, pero para ello el sector debe unirse. El poder de negociación aumenta a medida que cuentas no solo con una producción más importante, sino con una comunicación única. Al presentarse ante un intermediario es importante saber comunicar el valor diferenciador del producto y para ello es esencial establecer un buen etiquetado conjunto, que dé valor, a su vez, al territorio”, apunta la investigadora del CITA.

Y es que dicho proyecto no solo se ha establecido como un mecanismo con el que los apicultores conozcan mejor el mercado y sepan establecer un modelo de negocio más rentable, sino que se pretende, a través de ello, aupar el sector en la provincia, ya que es uno de los pocos sectores donde los profesionales jóvenes abundan. “El hecho de que no se necesite una gran inversión junto con el factor de que está de moda ha provocado que el número de personas dedicadas a la apicultura crezca”, aclara Alfredo Sanz, técnico de la asociación aragonesa Arna Apicultura. “Asimismo, está motivado por el factor de que se puede combinar con otros oficios”. Y no solo esto, De Magistris apunta que “el estudio ha detectado que muchos jóvenes han decidido profesionalizar los hobbies de sus padres”. Ante este panorama, donde aproximadamente un 70% de los apicultores turolenses es menor de 45 años, “es importante establecer estrategias de comercialización conjuntas, que pongan en valor la calidad de la miel”, reitera De Magistris.

“Todas las mieles son especiales”

Pero, ¿qué diferencia a la miel de Teruel? “Todas las mieles son especiales, pero quizás la diversidad de cultivos y de plantas silvestres con las que cuenta la provincia turolense hagan que tenga un carácter especial”, expone Sanz. “También el hecho de que sea un área donde la industria no copa el territorio”. Aun así, aclara: “En la apicultura una cosa es dónde está el apicultor y otra, donde está la cosecha, es decir, que en ocasiones la colmena se encuentra en un radio de 200 kilómetros de donde está establecido el apicultor”.

Aun así, Sanz asegura que la zona del Bajo Aragón y las zonas de montaña, como las sierras de Gúdar-Javalambre o del Maestrazago, tienen una miel característica: de romero, en la primera; y de tomillo y lavanda, en la segunda. Por otra lado, en las zonas de Ariño y Calanda, los apicultores también abundan, aunque sus colmenas no se encuentren, en algunos casos, en dichos territorios. Y es que, como anota De Magistris, “los apicultores no tienen patria”.

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