Por
  • Luis H. Menéndez

Automoción china

Antonio Cobo, durante su alocución en el Foro Arex, el pasado miércoles
Antonio Cobo, durante su alocución en el Foro Arex, el pasado miércoles
Guillermo Mestre

La industria del automóvil se mueve «entre el caos y el destino», dijo Antonio Cobo, director general de Opel España, nada más comenzar el discurso con el que rompió moldes en el VIII Encuentro Internacional Arex (Aragón Exterior), celebrado en Zaragoza hace unos días. El máximo responsable de la fábrica de coches de Figueruelas quería transmitir un mensaje que huyera de lo bueno que somos o podemos ser –aunque algo de eso hubo, ¡menos mal!– para centrarse en destacar cómo Asia en general y China en particular está comiendo la tostada a Europa en todo lo que tiene que ver con la preparación del automóvil del futuro.

Atraviesa Opel España un buen momento, integrada ya en el grupo PSA con una paz social garantizada tras la firma del acuerdo laboral hace unos meses. Por las cadenas de montaje de la planta de Figueruelas pasan hoy cuatro modelos distintos –el Corsa, el Mokka X, el Crossland X y el Citroën C3 Aircross– y ahora se recupera el turno de noche en la línea 2, lo que le permitirá cerrar el año con buenos registros, mientras se prepara ya el lanzamiento de un nuevo Corsa el año que viene y su versión eléctrica en 2020.

De algo de eso habló Cobo, y si se hubiese limitado a dibujar ese optimista panorama inmediato, no habría pasado nada. Pero su discurso trascendió ese ámbito al abordar la situación actual del conjunto del sector en España y en Europa y, sobre todo, nuestro posicionamiento en un mundo cuyo eje económico pivota más en torno al continente asiático, con una potencia como China al mando y apuestas de futuro que si nadie lo remedia le ayudarán a controlar la escena internacional con una supremacía cuyas consecuencias en el Viejo Continente no serán precisamente positivas.

«En China hay más de 60 marcas de automóviles y aquí hay 4 o 5, no más», reseñó Cobo. De cara a ese futuro eléctrico que nos espera, añadió, el control de la producción de esos e-vehículos será chino, ya que salvo algún caso en Corea todos los fabricantes de baterías son del gran gigante asiático. «Además, ahí se controlan las materias primas», remató el director de Opel España.

En ese contexto tan desfavorable para la automoción europea, apuntó el responsable de la factoría de Figueruelas, llama la atención que «en lugar de autoayudarnos, nos autoimponemos requerimientos que muchos fabricantes no podemos cumplir». Si seguimos así, «viviremos en un mundo sin crecimiento», añadió. Así que «o nos adaptamos al nuevo mundo que viene o corremos el riesgo de desaparecer», advirtió de modo casi apocalíptico.

Junto a esas amenazas el directivo del automóvil habló también de la importancia de adaptarse a esa revolución industrial que vivimos por la creciente digitalización de todo tipo de procesos. Una realidad que, dijo, nos obliga a trabajar con una flexibilidad que va a más y que responde a las exigencias de inmediatez que realizan los consumidores. Por ello hay que ganar en eficiencia y acabar con esas «rigideces» que han marcado la actividad de nuestras fábricas hasta ahora, tanto en materia productiva como en las cadenas logísticas.

Más allá de esa provocación que viene bien para un foro al que asistían muchas personas que trabajan en un sector capital para la economía nacional (España es el octavo productor de vehículos del mundo), las palabras de Antonio Cobo buscaban hacer mella en todas aquellas personas con capacidad de decisión en el sector, incluidos por supuesto los responsables de las administraciones. En ausencia de la consejera de Economía, Industria y Empleo del Gobierno de Aragón, Marta Gastón, el principal receptor de las reclamaciones del directivo de Opel en el foro Arex el pasado miércoles era Jesús Sánchez Farraces, director general de Industria. Pero el discurso de Cobo deberá llegar al presidente aragonés, Javier Lambán, y al Gobierno de Pedro Sánchez, quizás a través de la ministra de Industria, Reyes Maroto. Porque el diésel, recordemos, no es la única preocupación del sector.

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