Por
  • José Luis de Arce

Atención a la deuda pública

Tanto Madrid como Barcelona han reducido su endeudamiento.
La deuda pública en España se sitúa en torno al 100% del PIB.

Días pasados se publicó la noticia de que el volumen de la deuda pública española había alcanzado el billón de euros. Alrededor del 100% de nuestro PIB, aunque yo creo que casi nadie debe saber con certeza cuál es el ‘quantum’ del PIB. Sí sabemos, por el contrario, cuánto es lo que debemos, y de ello tienen buena memoria nuestros acreedores y sus cuentas. Un billón de euros o un 100% del PIB es, en cualquier caso, una barbaridad.

La ortodoxia económica alerta sobre lo disparatado de estas cifras; la prudencia aconseja sujetar el crecimiento de la deuda por los riesgos que entraña de afectar a las cuentas del Estado de forma muy negativa; los pactos de estabilidad de la Unión Europea establecieron en un 60% el tope admisible de la deuda sobre el PIB, aunque toda esta arquitectura económica y de equilibrio se haya olvidado y todo sean ahora componendas, aplazamientos y negociaciones de conveniencia. No se puede crecer a cualquier precio; no se puede gastar más de lo que se tiene; no se puede honestamente endeudar a las generaciones futuras a pagar nuestras comodidades -a veces caprichos- de ahora.

La noticia, por tanto, no es una buena noticia. Nos estamos desviando de alcanzar los sucesivos compromisos que va adquiriendo España con la Unión Europea y suponemos que habrá un momento en que se nos sacará la tarjeta roja y se nos impondrán severas condiciones. Mucho peor serán las cosas si nos empeñamos, como parece que es el deseo del nuevo Gobierno, en seguir incrementando nuestra deuda. Las tensiones de los tipos de interés y las nuevas políticas del Banco Central Europeo amenazan seriamente la estabilidad de los precios de la deuda, por lo que un incremento en los intereses a pagar en las refinanciaciones podría resultar letal para las políticas sociales que son necesarias en este país, al restar disponibilidades presupuestarias por tener que atender al servicio de la deuda (salvo que volvamos a considerar eso que ya propuso en su momento Podemos de dejar de pagar la deuda convirtiéndonos en una nación bananera e irresponsable).

Si además, y para más inri, se confirmara ese pequeño retroceso en el crecimiento que parecen apuntar los datos de los dos últimos trimestres y que comentan con jolgorio y alegría adolescente algunos medios que inexplicablemente desean que España vaya mal, estaríamos ante la tormenta perfecta: menor crecimiento y más deuda igual a catástrofe económica, nueva crisis, menos empleo y a pagar los platos rotos, como siempre, las clases medias y populares.

No es fácil adoptar medidas económicas en estas circunstancias que aparecen difíciles en el próximo horizonte de España, y el que avisa no es traidor. Pero si hay una medida que rotundamente debe evitarse es incrementar nuestra deuda pública, que nos llevaría a una ruina segura en un plazo más corto que largo. Atención, pues, a la deuda y a las veleidades del Gobierno de gastar más de lo que razonablemente podemos.