Monos de feria

Las nuevas tecnologías determinan las condiciones de trabajo.
Las nuevas tecnologías determinan las condiciones de trabajo.
Heraldo

Hace veinticinco años visité una fábrica que producía unos dos mil automóviles al día. Cada vehículo, elaborado al gusto de la clientela, era diferente en mecánica, color, número de puertas y otros accesorios. Me asombró que la producción en serie permitiera semejante diversidad. Sin embargo, me impactaron mucho más la gélida atmósfera de aquellos inmensos espacios fabriles, las consignas incentivadoras inscritas sobre los muros y el ritmo que la maquinaria imponía a los trabajadores, quienes, si no recuerdo mal, entonces eran todos varones en las zonas de producción.

Aquello recordaba a la película ‘Tiempos modernos’ de Chaplin, si bien, seis décadas después, los operarios estaban bien remunerados, eran tratados como personas por la empresa y vivían protegidos por un estado del bienestar inconcebible en 1936. En todo caso, estas sustanciales mejoras no habían erradicado las enfermedades profesionales causadas por los tres turnos que se sucedían las veinticuatro horas del día y por la repetición de la misma dura labor durante años. De hecho, siempre recordaré las miradas de los obreros cuando pasamos junto a ellos, mientras almorzaban en silencio sin separarse de la maquinaria. Unas miradas que nos veían con curiosidad, como un acontecimiento que rompía su rutina, a la vez que nos decían «pasen y vean, pero sepan que no somos monos de feria».

Transcurridos veinticinco años desde aquella experiencia, buena parte de nuestro sector industrial ha logrado conciliar mejor el poder de la maquinaria y las condiciones laborales. Sin embargo, también está aumentando la precariedad y han surgido otros retos. Así, en ese mismo lapso de tiempo, la informática ha expandido las fronteras del imperio despótico de las herramientas. Casualmente, hace poco me enseñaron las nuevas dependencias administrativas de una empresa. Y volvió a ocurrir. Alguien desatendió la pantalla de su ordenador por un instante y sostuvo mi mirada durante tres eternos segundos, sin decir palabra.

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