Un pianista al final del desconcierto

Si queremos salvar las democracias europeas liberales conservando los niveles de bienestar debemos fomentar el capitalismo con criterios sociales. Ese es el mensaje de Macron y esa es la propuesta de economistas como Antón Costas.

Isidro Gil
Isidro Gil

El miércoles por la tarde, conferencia de Antón Costas en el Patio de la Infanta. Antón Costas acaba de escribir un libro, ‘El final del desconcierto’, en el que nos previene de que o sabemos gestionar ahora este raro crecimiento de una economía que engorda sin salarios en los bolsillos, o volveremos al desconcierto. Y que la única acción inteligente es proteger a los desprotegidos.

Costas nos habla en el Foro Ibercaja, uno de esos lujos que nos quedan en el ateneo de una Zaragoza necesitada de ateneos. El Patio de la Infanta rebosa para la ocasión de economistas políticos, políticos economistas y otros adivinos.

El catedrático nos explica que o cerramos brechas (sociales, laborales, intergeneracionales, territoriales, ideológicas…) o el pegamento que une nuestras sociedades democráticas se resquebrajará para dar paso al populismo como antesala de toda predictadura. Recuerda el reciente discurso del presidente francés, Emmanuel Macron, en su intervención ante los europarlamentarios de Estrasburgo.

Pese al inicial despiste y escepticismo en la opinión pública francesa y la europea, Macron empieza a ser el primer hombre de Estado que nos da la nueva política, o la política transversal, o la tecnocracia 2.0, o el posibilismo o lo que demonios sea esto de hacer política en las complejas sociedades de la segunda y tercera década del siglo XXI. Hacía mucho que yo no veía a un pensador de la talla de Costas provocado por un político de hoy.

Emmanuel Macron nos dijo en ese discurso que las democracias liberales deben escuchar "la cólera del pueblo"si quieren evitarla. Está muy bien que el presidente galo inspire o al menos provoque intelectualmente a un catedrático que, por edad, ya tiene hechos los números de lo que va a cobrar de pensión, todo un presidente del prestigioso Círculo de Economía, porque nos da cierta esperanza de que hay solución en la política del futuro. Los franceses siempre han avanzado antes en los cambios políticos que en los gastronómicos.

En plan Macron, o de ese plan de Antón Costas, me quedo con una idea concreta, que no es mera retórica o teoría económica: las élites políticas y económicas deben volver a ofrecer a la sociedad un nuevo ‘contrato social’ que alivie sus tensiones. Y, sobre todo, me quedo con la idea práctica de que ese contrato social europeo que supo proteger a las clases trabajadoras y a los mayores debe ampliarse ahora a los más jóvenes, cuidando no solo su empleo, sino (aquí veo yo la novedad) su etapa de desempleo previo a poder tener un trabajo. ¿Y quién paga esto? No veo margen para gravar con más impuestos a las familias europeas sin que el remedio empeore la enfermedad. Las élites económicas y, sobre todo, el puñado de grandes compañías tecnológicas que operan impune y monopolísticamente en el mercado mundial deben empezar a contribuir con impuestos en cada Estado. La fiscalidad mundial necesita cambios muy profundos.

Si queremos salvar las democracias europeas liberales conservando los niveles de bienestar, debemos fomentar el capitalismo con criterios sociales, y las élites económicas y políticas deben ser conscientes de que eso solo es posible subiendo salarios y ampliando protecciones, por ese orden.

Antón Costas lo explica tan bien que uno se acuerda de aquellos elogios de Miguel Mihura hacia un pianista que dominaba el piano tanto que al acabar el concierto se lo llevó al hombro.