El 'síndrome Amberes'

El futuro de todas las fábricas que las multinacionales automovilísticas tienen en España depende siempre de las decisiones que se toman en sus sedes centrales, que en ningún caso están en la Península.

En los años noventa, la fábrica que General Motors tenía en Bélgica era el modelo para todas las demás. Buena parte de los ejecutivos europeos de la multinacional estadounidense acudían a ella, como en procesión, para visitarla y para aprender de los belgas cómo había que ensamblar coches de una forma eficiente, flexible y con gran calidad. Los más de 12.000 trabajadores de Opel Amberes habían abierto un camino de productividad por el que todas las demás debían transitar. En una década, todo cambió como de la noche al día: la planta de Amberes, aquella que marcaba la pauta a las demás, fue cerrada en 2011. Las razones, según los directivos de GM, fueron puramente económicas: era más barato fabricar el mismo coche en otros países de Europa.

El ‘síndrome Amberes’ explica por qué algunas grandes fábricas, a pesar de que cuentan con fortalezas y han recibido cuantiosas inversiones, son desmanteladas. Es la ‘plaga’ que más atemoriza al tejido industrial de Occidente: la deslocalización, ese fenómeno cíclico por el que las empresas trasladan sus factorías a los países donde se fabrica más barato.

Uno de los instrumentos más valiosos para hacer frente a esta tendencia es lo que se conoce como ‘efecto sede’. Es decir, la certeza de que las compañías no abandonan el territorio donde radican. Aragón cuenta con enseñas (desde Saica hasta Pikolin) que, aunque tienen fábricas en varios países europeos, mantienen su sede en Zaragoza y también el grueso de su producción. Lo mismo ha ocurrido con Ibercaja en el sector financiero.

En el sector automovilístico, sin embargo, España es un país de manufactura y de servicios, no de propiedad industrial o de desarrollo de producto. Todas las firmas instaladas en nuestro país (Peugeot-Citroën, Renault, Nissan, Ford, Volkswagen, Mercedes-Benz, Iveco) son extranjeras y Seat es una filial de la alemana Volkswagen. En consecuencia, el futuro de todas las plantas que estas multinacionales tienen en la Península depende siempre de las decisiones que se toman en sus sedes centrales, que en ningún caso están en España.

Tomando, pues, como punto de partida el hecho de que en España se produce, pero no se decide, se explica la debilidad negociadora de nuestras plantas automovilísticas, empezando por Opel. Como Adam Opel AG llevaba sin aportar ganancias a GM desde 1999, la multinacional estadounidense la vendió a PSA (Peugeot-Citroën) el año pasado. Pero el grupo francés la compró con el claro plan de hacerla rentable en unos pocos años y con la estrategia de utilizar al máximo la capacidad productiva de sus plantas, por ejemplo la de Figueruelas.

¿Cómo quiere acabar Carlos Tavares, presidente de PSA, con los números rojos? Desde luego, no tiene intención de gastar en Opel lo que tanto le ha costado conseguir. PSA estaba en bancarrota hace cuatro años y ahora tiene una situación financiera sólida, haciendo lo que ahora pide hacer a los recién adquiridos. La raíz de la falta de rentabilidad de la que fue filial europea de GM está en que arrastra muchos gastos estructurales y demasiados compromisos en Alemania, donde está la sede. Sin embargo, el Estado francés, que es accionista de PSA (14%), siempre presionará en el consejo de administración para que una decisión industrial no moleste a su principal socio europeo, Alemania. La consecuencia es que han abierto una nueva carrera entre todas las plantas para mejorar su competitividad. Y ahí es donde la fábrica zaragozana, que había ganado muchas de estas ‘subastas’ internas, se ha tenido que medir ahora con un nuevo competidor: en la planta de Citroën en Vigo se paga un 17% menos.

Figueruelas ha superado esta semana otro examen para seguir trabajando, pero llegarán más. La globalización económica y el ‘efecto sede’ hacen que España tenga que competir con Portugal, Polonia, Eslovaquia e incluso Marruecos. Por todo ello, en esta nueva etapa Opel Zaragoza tiene que contar con el firme respaldo del Gobierno, a través de medidas como el abaratamiento del alto coste de la energía eléctrica o discretas presiones políticas en París y Berlín. El ‘síndrome Amberes’ sigue muy vivo.