La ampliación del veto ruso no sorprende pero indigna todavía más al campo aragonés

Los fruticultores, que temen un drástico recorte de las ayudas, urgen concreción y medidas a Bruselas.

Un trabajador realiza labores de recolección de cereza, actualmente en plena campaña.
Un trabajador realiza labores de recolección de cereza, actualmente en plena campaña.
Aránzazu Navarro

"No es una buena noticia, pero no sorprende". Así han respondido los representantes de las organizaciones agrarias aragonesas (UAGA, Asaja, Araga y UPA) a la decisión del Kremlin, anunciada el pasado viernes, de prorrogar el veto ruso un año y medio más, es decir hasta finales de 2017.


Con evidente hartazgo y mayor indignación, los fruticultores –que ya soportan dos campañas con las fronteras rusas cerradas a cal y canto– ya se temían que el conflicto geopolítico desatado con la crisis de Ucrania no iba a solucionarse tampoco este mes de agosto. Se cumple entonces la primera ampliación de la prohibición de exportar determinados alimentos (especialmente frutas, hortalizas y carne de porcino) al mercado euroasiático.


"Es un pulso entre Rusia y Occidente y la solución no vendrá en la mesa de negociación política, sino cuando los ciudadanos de aquel país exijan el fin del veto", destaca Vicente López, representante del área de frutas y verduras de UAGA. Una situación que no parece muy cercana dada la buena acogida que la decisión del Gobierno de Vladimir Putin ha tenido entre las patronales del sector agroalimentario de Rusia. De hecho, los agricultores y ganaderos de aquel país están aprovechando las represalias por las sanciones de la UE –en vigor desde agosto de 2014 y extensibles también a Estados Unidos, Canadá, Australia, Noruega y Japón–, para ocupar cuotas de mercado que estaban en manos de compañías occidentales.


La prórroga del veto tampoco ha causado sobresalto al secretario general de UPA-Aragón. "Era previsible", dice José Manuel Roche, que lamenta con indignación que "en estos juegos geopolíticos se está vendiendo la agricultura", por lo que advierte, "como ya se ha trasladado a Bruselas", que si no se ponen en marcha urgentes medidas "aquel conflicto de Ucrania se va a llevar por delante sectores tan importante como el hortofrutícola y el porcino".


"Si fuera la primera vez hubiera sido un bombazo, como sucedió en 2014, pero ahora ya nada sorprende porque tenemos que estar todo el tiempo nadando a contracorriente", señala Fernando Luna, presidente de Asaja-Huesca, que reconoce que no esperaba que la situación "se arreglara de la noche a la mañana".


Pero, aunque este nuevo anuncio del Kremlin no ha sobresaltado tanto al sector agrícola, la campaña actual –en plenas labores de recolección– llega con una nueva preocupación, cuyo origen está también en Rusia.


Ahora, el competidor turco


En noviembre del pasado año, Moscú congelaba los vínculos comerciales con Turquía después de que las fuerzas aéreas turcas derribaran un avión de combate ruso en la frontera con Siria. Y, de nuevo, una situación tan ajena al sector agrario volvía a desatar todas las alarmas. Turquía, como recuerdan las organizaciones agrarias, es el mayor exportador de frutas y verduras a Rusia. Y eso significa, más con los acuerdos de Ankara y la UE por la crisis de los refugiados, que, perdido el mercado euroasiático, las producciones turcas podrían tener en esta campaña la puerta abierta al ya sobresaturado mercado europeo, con el consiguiente desplome de los precios.


"La situación es muy preocupante y se complica todavía más", señala López, que espera que, al menos, este año el mercado esté más ligero porque "no se espera precisamente un cosechón".


El efecto de Turquía en los precios europeos despierta recelos, pero también la especulación. "Tenemos un grave problema", señala Luna, que explica que antes se sabía que si la cosecha era corta y había demanda los precios subirían (y viceversa), pero "ahora ya nadie sabe qué esperar, porque los precios son manejados por la gran distribución y no precisamente a favor del productor", lamenta el representante de esta organización agraria.


"Es una situación que habrá que estudiar", insiste, aunque reconoce que la concentración de la oferta tampoco es una solución ya que "si unes la producción y te pones duro en la negociación hay productores de otros mercados que están esperando tu disputa para quedarse ellos con el pedido", señala.


La indefinición de Bruselas


En cualquier caso, el sector, que ya tiene asumido que la vuelta al mercado ruso será un camino largo de recorrer, mira hacia Bruselas. Pero lo hace con más preocupación que alivio, sobre todo después de que se filtrara que la Comisión Europea tiene previsto adoptar una importante reducción de las ayudas puestas en marcha para hacer frente al embargo ruso y cuya prórroga entraría en vigor el próximo 1 de julio. Según la cadena Cope, España recibiría ayudas para 40.000 toneladas de producto frente a las más de 130.000 toneladas beneficiadas actualmente. "No sabemos nada", señala Roche, que asegura, sin embargo, que Bruselas ha dejado claro que no hay disponibilidad económica. Y el comisario de Agricultura, Phil Hogan, no ha contribuido precisamente a sosegar los ánimos. Según Hogan, todavía no hay acuerdo sobre las ayudas y no se ha concretado los precios de retirada de frutas y verduras.


En este escenario, las organizaciones advierten: las ayudas se han mostrado ineficaces;de poco o nada ha servido la retirada, por lo que urge una política a largo plazo "que dé soluciones estructurales" y una apuesta decidida por nuevos mercados.

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