Dos rivales antiguos que repiten su batalla

Francia y Alemania han vivido algunos partidos inolvidables: quizá ninguno tan intenso y brutal como la semifinal del Mundial de España 82. Hoy todo está en el aire.

Schweinsteiger y Kroos, fiabilidad alemana en la medular.
Schweinsteiger y Kroos, fiabilidad alemana en la medular.
DENIS BALIBOUSE/reuters

Francia y Alemania nunca se han enfrentado en una Eurocopa, pero sí lo han hecho en cuatro campeonatos del mundo. El saldo: dos victorias de Alemania, en México-1986 y Brasil-2014; un triunfo de Francia en Suecia-1958 y un empate legendario, 3-3, en España-1982.


Suecia-1958. Fue el año en que el mundo descubrió a un joven de 17 años llamado Edson Arantes do Nascimento, Pelé, que jugó la final ante la anfitriona y marcó dos tantos. Hemos visto tantas veces sus lágrimas y su rostro de dicha inconcebible que esa es una de las grandes imágenes del fútbol. Francia y Alemania se citaron en la disputa por el tercer puesto. Francia tenía como principales figuras a Piantoni, Kopa y Fontaine, que marcó trece goles en aquel Mundial, récord que aún nadie ha igualado en un único torneo. Alemania, que era la campeona del mundo (había batido, contra pronóstico, a la Hungría de Puskas, Boszik y Kocsis en Suiza-1954), contaba con el gran capitán Fritz Walter, de 37 años, Otto Rahn, héroe de aquella victoria inesperada, Uwe Seeler, Haller, Schäffer y un jovencísimo Schnellinger, de 19 años. En el partido no hubo color: ganó Francia por 6-3. Fontaine abrió y cerró la goleada y logró cuatro dianas.


España-1982. Más de dos décadas después, una de las mejores Francias que se han visto jamás (y hablamos de la campeona del mundo de 1998 y de la finalista de 2006), se enfrentó a Alemania en España-1982. Los galos habían deslumbrado con un juego elegante, lleno de recursos, de una plasticidad insólita y pases hilvanados con escuadra y cartabón, que empezaba en su finísimo líbero Trésor, se amasaba con finura y control en sus artistas, Tigana, Giresse y Genghini, y acababa en Six, Rocheteau y Janvion; Platini, que tenía algo de jugador total con asombrosa técnica, despliegue y gol, era uno de los futbolistas que más se parecían a Di Stéfano y líder del bloque.


Alemania era la todopoderosa Alemania, aunque estaba en proceso de construcción tras la debacle de Argentina-1978, pero tenía estupendos futbolistas: el joven Stielike, Litbarski, Breitner, que se había reinventado como sereno organizador del juego, dinámico y versátil, y Rummenigge. Para los aficionados a los nombres, arriba andaban también Fischer y dos gigantes: Hrubesch y Allofs. Con todo, Alemania era un equipo un poco mecánico, avasallador, sin brillo, pero incontestable en su competitividad y su fuerza.


A lo largo de los 90 minutos, Francia enamoró, jugó muy bien, pero empataron a uno, con tantos de Litbarski y Platini. Luego se adelantaron los franceses con goles de Trésor y Giresse e igualaría Rummenigge, que salió del banquillo, y Fischer. En los penaltis, ganaron los teutones 5-4, tras el fallo del delantero Didier Six. En aquel partido se produjo uno de los incidentes más brutales del fútbol moderno: la agresión de Harald ‘Toni’ Schumacher a Patrick Battiston. Fue una salida salvaje que se saldó con conmoción cerebral, una vértebra fracturada y dos dientes rotos. Ni tarjeta ni siquiera falta. Lo más indigno fue la suficiencia del arquero, que de inmediato se puso a realizar ejercicios de estiramiento. El jugador francés fue atendido por el médico español Rogelio Arias, que le dijo: «Te vas a poner bien. Llevas una gran camiseta». Aquella Francia, con leves retoques como la incorporación del medio espartano Luis Fernández, ganó la Eurocopa de Francia-1984 ante la España de Arconada.


México-1986. En el Mundial de México, el de Maradona y «la mano de Dios», Alemania y Francia volvieron a encontrarse en semifinales. Entre otros futbolistas, los germanos habían integrado a los jóvenes Lothar Matthaeus y Andrea Brehme, que jugaría en el Real Zaragoza; dirigía las operaciones la zurda sedosa de Felix Magath, el capitán del Hamburgo. Alemania venció con goles de Brehme y Voeller. Y cedería del título en una final apasionante ante la Argentina de Diego Armando Maradona por 3-2.

Aquel día nació un perro de presa, Matthaeus, que luego sería su futbolista más determinante durante una larga década como organizador, como líbero luego, y su capitán. Asumió el liderazgo de los 70 de Franz Beckenbauer, entrenador entonces y cuatro años después cuando ganaron el título, en Italia-1990, ante Argentina de penalti de Brehme.


Brasil-2014. Francia había dejado muy buenas sensaciones con Karim Benzema como director de ataque y acordeonista de sorpresas múltiples, acompañado por el jovencísimo Griezmann, y una media que parecía de acero y de pura sabana: Matuidi, Pogba, Cabaye y Valbuena. Todos están aquí en el partido de hoy, salvo Valbuena y Benzema. Alemania ganó un poco milagrosamente: Hummels, el libre que no podrá jugar hoy, marcó de cabeza. Francia buscó el empate, lo tuvo en el último tramo del choque Benzema, pero detuvo Neuer. Avanzó Alemania, que ganaría el título a la Argentina de Lionel Messi, merced a un gol de Götze, inadvertido y tristón en la Eurocopa.


Eurocopa-2016. ¿Qué pasará hoy? Alemania es esencialmente la misma. Compacta, segura de su estilo. Un tanque con sus mecanismos sempiternos, con mucha más clase y un míster audaz e inteligente, Löw. Quizá acuse las ausencias de Hummels y Khedira. Francia es un equipo con hechuras y enormes posibilidades, físico y técnico, con centrocampistas de amplio recorrido y figuras indiscutibles, capaces de despertar el volcán: los trallazos de Payet (líder del West Ham), el despliegue y la versatilidad de Pogba y esa magia sofisticada del duende Griezmann, que se suman al trabajo incansable de Kanté, el pulmón de cualquier selva y del Leicester, y el mando suave del portero Lloris. Francia juega en casa y tiene cuentas pendientes. Una de ellas es la crisis de un país desvencijado por los conflictos, y la más importante es que el fútbol fermenta y estimula los mejores sueños. Y ganar la Eurocopa, 16 años después, es casi una misión nacional. Y una terapia de alivio en los malos tiempos.

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