CICLISMO

Valverde, baño de multitudes en San Sebastián

Alejandro Valverde va cerrando el círculo de sus victorias, dejando muescas de su calidad allí donde corre. Un círculo, por cierto, que cada vez crece más y atesora citas de nivel mundial.


San Sebastián era uno de los puntos de interés que hacía mucho tiempo que tenía marcados Valverde. Una carrera que parece fácil por su estructura final pero que tiene más complicaciones de las que a simple vista se atisban.


Cuando se habla de Alejandro Valverde conviene saber de quién lo estamos haciendo. En Guipúzcoa ha ganado carreras cuando era cadete, juvenil y aficionado. Ha seguido haciéndolo en profesionales. Nada nuevo, ni nada extraño para un ciclista que es un depredador de los metros finales. Un hombre como Óscar Freire, con distintos matices en las llegadas, variables de sus condiciones de ciclistas, pero ganadores. Es decir, ciclistas de los que no abundan. Valverde tenía tantas ganas de apuntarse la Clásica de San Sebastián que no quiso ni levantar los brazos.


Le bastó con uno, además de lanzar un puño al aire. Venció en una Clásica de San Sebastián histórica, que nunca había tenido un desarrollo como el que pudimos presenciar este sábado. ¡Ochenta corredores acabaron fuera de control! Tuvieron que mandarles a casa cuando llevaban recorridos 158 kilómetros de la prueba. Los aficionados protestaron con razón. No hubo forma de poder salvarles, ni tampoco de mostrar un poco más de respeto por las miles de personas que había en todo el trazado. Estaban causando un caos circulatorio de tal calibre que el juez árbitro que iba con ellos, aplicó el reglamento y les retiró. Ellos solos se condenaron.


Equipos como Scott, Gerölsteiner y Crédit Agrícole trabajaron en el grupo perseguidor, donde estaba Carlos Sastre. Todo resultó inútil. Los favoritos se unieron delante en una escapada que primero contó con 20 corredores y finalmente, con 46. Valverde no se había metido en ella.


Liquigas y Euskaltel trabajaban delante. Valverde y Karpets, con Andy Schleck a rueda, saltaron del grupo que kilómetros después estaría condenado a la desaparición. José Luis Jaimerena, el director del Caisse d' Epargne, maniobró con frialdad.


Dejó pasar el puerto de Azkarate para descolgar a Pablo Lastras y Losada del grupo de cabeza. Ellos, junto a Karpets, llevaron a Valverde delante. Les costó 25 kilómetros conseguirlo. No perdieron la calma. Delante no hubo acuerdo para descolgar al chico de Las Lumbreras.


Tremendo error de muchos de los hombres que conducían los coches. Si a Valverde no le eliminas se convierte en un peligro potencial. Lo que quedaba de carrera resultó un monotema. Quick Step endureció la subida a Jaizkibel. El nuevo repecho de Arkale tampoco aclararía nada. Valverde, Bettini, Rebellin, Moncoutie y Samuel Sánchez eran una madeja que nadie conseguía desenredar.


El ataque de Moncoutie sembró un poco de inquietud. Alejandro Valverde y Samuel Sánchez se miraron en el último kilómetro.


Valverde repasó mentalmente a todos los corredores que llevaba a su lado. Cuando cambió de desarrollo lo hizo para ganar.


Nada, ni nadie, le iban a detener. Le tuvieron contra las cuerdas, por un error de posicionamiento suyo dentro del pelotón.


No quisieron, o no pudieron, eliminarle. Valverde no perdona.


Se ha convertido en un ciclista que colecciona victorias. Desde la Vuelta a Murcia, en el mes de marzo, hasta la Clásica de San Sebastián, en julio, han pasado cinco meses. No ha parado de ganar desde entonces. Ha terminado bastante entero el Tour de Francia, una carrera en la que un mal día le dejó sin opciones. Es lo único que se le ha resistido. El ensayo olímpico en el que se convirtió San Sebastián resultó brillante. Ni Jaizkibel, ni Arkale decidieron nada. Todo se jugó en el kilómetro final. En los metros de la verdad, Valverde no comete muchos errores, y cuando se trata de vencer, prácticamente ninguno. Lo suyo ha sido siempre ganar.