Ha sido una semana larga e intrincada que puede acabar de la mejor de las formas. Tras el empate con el Girona, que supo a rayos, y la eliminación en la Copa a manos del Hércules, la Sociedad Deportiva Huesca disputa su tercer partido en siete días. Recibe en El Alcoraz al Numancia (20.00), uno de los equipos simpáticos del fútbol español en los últimos tiempos, un espejo donde mirarse si se quiere, que esta tarde se presenta con el colmillo torcido, que diría Luis Aragonés.

Los azulgrana no hablan de urgencias ni de ansiedades, pero sí se obligan a vencer. O, como mínimo, a convencer después de dos chascos seguidos y un inicio de campaña irregular.

Se trata de una cuestión de confianza. Primero, en sí mismos. El duelo con uno de los favoritos de este curso en Segunda, un equipo repleto de futbolistas de primer nivel, es propicio para sacudirse los complejos y demostrar aquellas virtudes que se extraviaron, por ejemplo, en la segunda mitad del Girona. Aquel Huesca apático, parado, no se quiere volver a ver ni en la foto de familia de la temporada. Si los de Antonio Calderón funcionan como deben, como saben y como se les puede exigir, el Numancia de Arconada sudará sangre para extraer algo positivo del Alto Aragón.

Para ello, los oscenses han de limpiar sus mentes, olvidar si se jugó mejor o peor en el Rico Pérez, si falta gol o si no se ve la luz al final del túnel. Es como un comienzo de cero, una segunda oportunidad con mucha tela por cortarse todavía. Ni después del triunfo en Elche de la primera jornada -el único, hasta hoy- había que dejarse embaucar por la euforia ni vestirse de luto ahora por los cinco partidos siguientes.