REAL ZARAGOZA

Un serio aviso en la última prueba

Marcelino dijo al final del partido de ayer que está satisfecho y que el Real Zaragoza anda por el buen camino. Él sabrá por qué lo dice. Pero, a seis días del inicio del campeonato, una vez más, lo que se apreció es que el motor sigue atrancado y el rodaje no consigue afinarlo. Tras lo visto anoche en Soria en el séptimo y último amistoso estival, no es cuestión de martirizarse, pero el Real Zaragoza de Marcelino sigue siendo, en líneas generales, el mismo del primer día en Miranda. Lo de menos fue el postrero gol que dio el triunfo al Numancia tras la enésima falta lateral que los locales remataron al marco zaragocista. Tampoco fue relevante la derrota ante un adversario con muchos menos nombres, con menos valores en la bolsa del mercado futbolístico mundial, pero que demostró que para estar y ser de Primera eso no es condición indispensable.


Lo peor es que los blanquillos fueron anoche de nuevo un conjunto plomizo, al ralentí, sin combinación entre líneas y con muchos más defectos que virtudes. De hecho, éstas se encuentran solo en la peligrosidad permanente que poseen sus delanteros, sobre todo Ewerthon y Oliveira. El resto es una amalgama de problemas que Marcelino tendrá que resolver ya sobre la marcha en partidos con puntos en juego. Se acabaron los experimentos con gaseosa y el sabor de boca no es el mejor, ni mucho menos, diga lo que diga el asturiano.


Las garantías que pueden ofrecer los hombres de arriba cerca del área rival se desvanecen en el resto de las facetas del juego. Verdad es que Oliveira se inventó una jugada de gol en el minuto 24 que acabó en el palo. Pero también lo es que, para entonces, el modesto Numancia (pasará apuros en Primera con seguridad, y lo saben), había podido hacer tres tantos si Brit -en dos ocasiones- y el central Palacios hubiesen estado mínimamente atinados. Sendos balones largos a las espaldas de los centrales (o sea, lo de siempre) fueron ganados por el ariete local que, primero erró el mano a mano por acierto de López Vallejo y después se precipitó y chutó fuera. La ocasión de Palacios fue en un monumental fallo del portero zaragocista tras una falta lateral (otro suplicio irreparable por ahora) que, por fortuna para el Zaragoza se marchó por encima del larguero.


Al margen de estas perlas ofensivas de ambas escuadras -retazos que dieron el único lustre al primer periodo- todo transcurrió en el umbral del bostezo. Con un Zaragoza incapaz, un día más, de dar cuatro pases seguidos de medio campo hacia delante y, lo peor para el librillo de Marcelino, sin saber jugar de forma directa con sus puntas. Y, enfrente, con un Numancia justito que, al menos, se entendió mejor con su metódico 4-1-4-1 que dispuso Kresic.


Tras el intermedio, poco mejoró el panorama. Antonio Hidalgo (muy desdibujado toda la tarde) falló un gol cantado de cabeza a bocajarro en la primera jugada a centro del filial Adriá, cuya alineación es una muestra clara de la falta de definición que tiene aún a estas alturas el Zaragoza. Pero enseguida, el Numancia se vino arriba, sacando más provecho al aluvión de sustituciones, y de nuevo a base faltas laterales -cómo no- amagó en las cabezas de Brit y Nagore hasta que, fuera de tiempo, Boris acertó tras un remate de Dimas al larguero en otro golpe franco muy mal defendido.


En Soria se acabaron todas las balas de fogueo. El sábado, en el campo del Levante, el fuego ya será real. Como las valoraciones.