REAL ZARAGOZA

Un poder en la sombra

Pedro Herrera mantuvo encendidas discusiones con Gerhard Poschner durante la pasada revolución de invierno. Ahora, en un tiempo semejante, parece que sus discrepancias las va a librar con Agapito Iglesias.

Un poder en la sombra
Un poder en la sombra
ENRIQUE CIDONCHA

Pedro Herrera, al fondo, sale por delante del agente argentino Eduardo Gammarnik por la puerta del Hotel Foxá de Madrid. En el hall, entre otros comisionados, charlan Agapito Iglesias, Paco Checa, Eduardo Bandrés y, en primer plano, Miguel Pardeza y el también intermediario argentino Hugo Buitrago. La imagen es del 2 de julio de 2007, con el traspaso de Gaby Milito al Barça como objeto.

Pedro Herrera, secretario técnico del Real Zaragoza, como bien se sabe, no habla públicamente en Zaragoza, por razón de esa extraña y particular bula de la que disfruta o que se ha otorgado a sí mismo, y que, sin embargo, siempre se le ha consentido, en unas épocas y en otras, antes y ahora, con Alfonso Soláns (padre e hijo) al frente del club y bajo el timón de Agapito Iglesias. De ordinario, Herrera tampoco da explicaciones en España. Sus apariciones con luz y taquígrafo son escasas, contadas, muy esparcidas en el tiempo. La anterior data del pasado verano. Habló para una emisora portuguesa (Radio Renascença) cuando se estaba cocinando la operación de cesión del portero Roberto Jiménez, finalmente traspasado por el Atlético de Madrid al Benfica. Durante la madrugada del pasado sábado al domingo, Herrera volvió aparecer en la escena mediática. Lo hizo en México, para pronunciarse sobre el caso de Paulo da Silva, central paraguayo del Sunderland inglés con el que pretende reforzarse el Zaragoza en el mercado de invierno. Herrera manifestó: "Creo que está muy lejos de darse el fichaje".

¿Por qué habla ahora, precisamente, el secretario técnico del Zaragoza, en medio de una negociación? ¿Por qué se introduce en un proceso que lleva directamente el presidente y accionista mayoritario del club, Agapito Iglesias? ¿Por qué no casan sus declaraciones con afirmaciones recientes del futbolista y de su representante, Óscar Sosa? ¿Responden sus palabras, simplemente, a la realidad de los hechos? ¿Por qué asegura cuando se le critica que él no hace los fichajes y, en casos como éste, aparece en primera línea de fuego saltándose el orden jerárquico, por encima del director deportivo y del propio presidente? El tiempo, sin duda, irá desvelando los entresijos de esta operación, como también lo hará de otras. En este momento, Agapito y Javier Aguirre, el entrenador blanquillo, defienden este fichaje. Herrera parece discurrir en otro sentido.

No es la primera vez que se producen episodios de esta naturaleza entre los principales ejecutivos del club aragonés, tirando unos en un sentido y otros en la dirección opuesta. Durante la pasada revolución de invierno, las tensiones entre Gerhard Poschner, entonces director general de la entidad, y Pedro Herrera alcanzaron en ciertos momentos un alto grado de incandescencia, y no por disparidad de criterios deportivos, sino por otros motivos, por lo común vinculados con los porcentajes de las comisiones derivadas de las operaciones o por la participación en las mismas de determinados agentes, en detrimento de otros o de su ausencia.

Poschner, por ejemplo, debió realizar el fichaje de Jiri Jarosik dos veces. Es decir, alcanzado un primer acuerdo verbal con el central checo, se encontró poco tiempo después con que el futbolista no se atenía al contenido de sus palabras. A juicio del ex director general, algo extraño había ocurrido en ese intervalo. Cuando desenredó la madeja, tuvo que reiniciar el proceso de negociación con Jarosik desmontando las ingerencias de Herrera. Vista esta experiencia, Poschner tomó prevenciones respecto de sus propios compañeros. El contenido de sus gestiones se hizo privativo de su dominio y del presidente. Así, durante más de un mes guardó para ese núcleo duro la contratación de José Edmilson. No trasladó la información ni a la secretaría técnica ni a la dirección deportiva. Edmilson llegó el último día hábil de mercado de invierno, totalmente al margen de Herrera, que no deseaba bajo ningún concepto fichar un medio centro.

La cesión con opción de compra de Matteo Contini del Nápoles al Real Zaragoza fue otro motivo de discordia entre los ejecutivos de la sociedad anónima deportiva. En este caso, ganaron los criterios de Pedro Herrera, acompañado en su postura por Antonio Prieto. El director general alemán siempre entendió que dicha operación se pudo cerrar por un precio inferior al pactado, del orden de 300.000 euros menos. En la cúspide de las discrepancias entre unos y otros, incluso los poderes de representación del club fueron motivo de una lucha por la legitimidad de las negociaciones.

Antes de que se llegara a todo este proceso, ya hubo un primer episodio surrealista. La contratación del sevillista Koné para suplir al lesionado Uche no se llevó a cabo una vez cerrado el acuerdo porque en el área deportiva se entendió que Marcelino García Toral había filtrado la información. Sobre el técnico cayó una caza de brujas y nunca tuvo a Koné. Otro caso paradigmático es el del chileno Waldo Ponce. Dos veces estuvo a punto de ser zaragocista: en enero y en agosto. En ambos casos, con el trato cerrado y los contratos escritos, los criterios comisionistas prevalecieron sobre los deportivos.