REAL ZARAGOZA

Un equipo de cartón

El Real Zaragoza no fue ayer nada ni nadie ante el Espanyol, que con un grupo de jugadores jóvenes y en formación le superó en todos y cada uno de los órdenes. El equipo aragonés se fue a la huelga sin razón aparente. Nunca estuvo en el partido. Nunca tuvo un líder.

Lanzaro y Osvaldo (Espanyol) en el momento de la lesión del delantero italo-argentino.
Un equipo de cartón
EFE

De vez en cuando, la peculiar y surrealista factoría de desastres deportivos de Pedro Herrera y Antonio Prieto produce partidos de este orden, que significan una descalificación global y rotunda desde el punto de vista futbolístico, una deshonra personal para quienes visten la camiseta (o un aumento de su desvergüenza) y una humillación colectiva para el zaragocismo, que no merece este trato de ninguna de las maneras. Del encuentro de Cornellá-El Prat no hay nada que salvar, absolutamente nada.

El equipo aragonés brindó a quien tuvo resistencia o paciencia, o las dos cosas combinadas, una insoportable e inaceptable muestra de vacío futbolístico, como ha sucedido en otras tardes de incomprensible ausencia, de aparente indolencia, de olvido de los más elementales registros profesionales. El Real Zaragoza de ayer pareció un conjunto dedicado a la práctica del fútbol simplemente porque estaba vestido de corto sobre un terreno de juego; pero careció de los elementos sustanciales y también de los complementarios. No poseyó contenido alguno. Fracasó a nivel colectivo y tampoco pudo sujetarse en desarrollos individuales. Es más, estos segundos hicieron inviables las cuestiones de orden táctico. Aguirre no pudo agarrarse a nada. Si los preparativos del partido tuvieron algún sentido, algo o alguien se los llevó a otra parte, a un espacio desconocido.

En el descanso, fueron señalados de alguna manera por el dedo acusador Jorge López y José Edmilson. En verdad, ninguno de los dos protagonizó más deméritos que el resto. Se movieron a un nivel semejante a quienes les acompañaron. El origen del cuarto gol del Espanyol es una versión resumida, de bolsillo, del partido. Deténganse un momento en la confección del mismo. Pinter presta el balón a Luis García, para que éste, solo, dentro del área, delante de Leo Franco, solo tenga que servir a Sergio García, para que el ex zaragocista marcara sin oposición, aumentando así el escarnio público. El gol denuncia al húngaro. Por supuesto. Pero también indica otras muchas cosas.

Si en el Real Zaragoza existen futbolistas llamados vocacionalmente a tirar hacia arriba de la escuadra, en circunstancias complejas, habrá que suponerlo. Ayer no los hubo. En este capítulo del juego se padece una laguna tremenda. Ander Herrera, por sus teóricas condiciones, por su trayectoria en la entidad, por los años que lleva en Primera, por el apoyo con el que cuenta y por el sinfín de oportunidades de las que ha dispuesto, tendría que ser a estas alturas una de esas piezas vitales, la luz y el guía. Pues no lo es. En Cornellá-El Prat recordó que aún es un proyecto, y que, además, da preocupantes síntomas de debilidad física y psicológica. Por no establecer una comparativa demasiado cruda, los jóvenes talentos del Espanyol lo desbordaron en todos los órdenes. No es preciso tomar siquiera los casos de Víctor Ruiz y Javi Márquez, dos chavales que han adquirido el peso que sólo puede dar el fútbol, con independencia de padrinos o de su ausencia. Basta quedarse con el partido firmado por Álvaro, quien saltó al césped para sustituir al lesionado Osvaldo. El proteccionismo con el que cuenta Herrera dirá de inmediato que este tipo de análisis no hace ningún favor, que solo suponen destrucción. Falso. A este Real Zaragoza le hace falta realismo en sus dirigentes como victorias en la clasificación. Los futbolistas del Espanyol, un grupo joven, en formación y con ganas, descompuso a una escuadra veterana y curtida, con oficio y de piel dura, que por mero orgullo jamás debió permitir un fiasco de esta naturaleza. El Espanyol quiso regresar por sus fueros y lo hizo según los patrones que los han conducido a ser la revelación de la temporada. Pocas veces será mayor su superioridad. Rara vez topará con una empresa tan sencilla y cómoda.