OSASUNA 2-0 REAL ZARAGOZA

Un calco de la primera vuelta

El Real Zaragoza cuajó un horripilante partido, gemelo de cualquiera de los desastres que protagonizó hasta enero. Un Osasuna muy limitado le ganó con solvencia con dos goles clave: uno de Aranda en la primera jugada de la tarde y otro de Vadocz en el último minuto, cuando los navarros jugaban con diez.

El central blanquillo Jiri Jarosik intenta evitar el remate de cabeza del osasunista Aranda.
Un calco de la primera vuelta
EFE

Dejémonos de rodeos. El Real Zaragoza protagonizó ayer en Pamplona uno de los partido más desastrosos de la temporada. En la larga lista de material desechable que nos ha ido dejando el equipo blanquillo desde que el curso comenzó allá por agosto, lo de ayer frente al Osasuna se equipara a lo más despreciable del contenedor de residuos.Lo vivido en el viejo Sadar fue un suplicio para el zaragocismo. Noventa minutos de incapacidad creativa, de nula imaginación ofensiva en el área rival y de mil dudas y yerros en la defensa. Pese a estar en el campo los Roberto, Jarosik, Contini, Edmilson, Eliseu, Suazo y, al final, Colunga, es decir, los siete nuevos del mercado invernal, el desarrollo del partido se asemejó como dos gotas de agua a cualquiera de los que firmaron los chicos de Marcelino en la primera fase del campeonato, cuando aún no se había producido la revolución de enero.

El marcador se quedó solo en el 2-0 porque el adversario es uno de los equipos más limitados que uno puede encontrarse este año en Primera División en lo referente a calidad, dotes de mando sobre el fútbol y brillo en sus individualidades. El Osasuna de Camacho, al contrario, responde al perfil clásico de los bloques guerreros, que suplen sus enormes carencias técnicas con garra y brega en cada balón. Gracias a eso, el Zaragoza no viajó de regreso a casa con una goleada que podía haber escocido de manera sobresaliente en estos delicados y decisivos momentos del final de la Liga.

Gay, desde el banquillo, dijo ver un partido mucho más igualado de lo que el discurrir del juego plasmó sobre el césped del Reyno de Navarra. Realmente, los rojillos de Pamplona, además de los dos goles que dieron forma al marcador final, fallaron tres más de los que normalmente entran. En la otra portería, el Zaragoza solo amagó en un par de acciones a lo largo de la hora y media de combate y mostró una inoperancia impropia de un equipo de elite en una liga como la española.

Probablemente, el técnico zaragocista se dejó engañar por el efecto espejismo que, durante muchos minutos del lance, provocó la somnolencia general de unos y otros seguidores, dada la baja estofa del fútbol desplegado por ambas escuadras. Si uno fallaba un pase clamoroso, el otro le devolvía la gentileza dos toques después. Si uno la tiraba fuera de banda, el otro lo imitaba transcurridos menos de veinte segundos.

En eso, solo en ese detalle morfológico del juego, fueron igual de torpes osasunistas y zaragocistas. Fuera de esas enormes tormentas de aburrimiento, el Osasuna fue mejor que el Zaragoza por leves pero decivos detalles.

Por un lado, triunfó el oportunismo de quien estuvo más concentrado en la tarea que tenía que llevar a cabo en una tarde de tanta trascendencia, vistos los resultados de los rivales de la cola 24 horas antes (tarea que, en principio, era común a ambos): la consolidación de la permanencia en Primera a través de tres puntos fundamentales.

Los navarros salieron sintonizados desde el pitido inicial y el Zaragoza no. Por eso, en la primera acción, Aranda marcó el 1-0 en un pelotazo de Sergio Fernández a la espalda de los centrales que Contini habilitó rompiendo el fuera de juego en un fallo de pipiolo. Así, evidentemente, es muy difícil acometer un partido tan relevante. Es como salir del vestuario perdiendo, algo que un equipo sin cimentación sólida como es el actual Zaragoza no está capacitado para soportar aunque enfrente no tenga a nadie de peso.

Y por otra parte, triunfó quien halló en los momentos culminantes la aportación individual de alguno de sus hombres más valiosos. Ese fue el húngaro Vadocz en el último minuto del partido, inventándose un derechazo desde 30 metros que sorprendió por alto a un ligeramente adelantado Roberto, que no esperaba semejante cañonazo postrero.

Hablando de individualidades, en el Real Zaragoza de ayer solo se puede salvar de suspenso general al portero, una vez más. Como en los tiempos de López Vallejo -¿se acuerdan?-, cuando a pesar de encajar tres (Valencia), cuatro (Mallorca) o seis (Madrid), el guardameta zaragocista acababa siendo el mejor. Hasta en esto calcaron los muchachos de Gay las hechuras de aquel deshilachado Zaragoza de la primera vuelta que se hundió en la cola y nos hizo temer por el descenso durante dos largos meses de agobio.

La defensa fue ayer un flan. Diogo volvió a irse de frecuencia. Ponzio se dedicó más a guerrear y protestar al árbitro que a para a su par. Los dos centrales, Jarosik y Contini, tuvieron su peor día al unísono. En la media, Gabi y Edmilson no se enteraron del partido. Estuvieron ahí como podían haberse ido al cine. Algo parecido a lo que sucedió con Arizmendi, Jorge López y Eliseu, los tres inoperantes medias puntas. Con todo ello, el ariete Suazo, incapaz de abrirse paso por sí solo entre la zaga local, quedó a merced de los vientos en una ínsula sin rescate posible. Hasta los cambios, otros días efervescentes, fueron ayer succionados por el grupo. Pe-nnant, Colunga y Abel Aguilar no aportaron nada para evitar la incoherencia que mostró el fútbol blanquillo. Y eso que el inglés dispuso de tres o cuatro balones para haberse reivindicado, pero su cabeza parece estar en otro sitio.

Los dos goles locales fueron las tapas de un libro donde se recogió el guión de uno de los peores partidos escritos en la globalidad de las 31 jornadas de Liga que ya se han disputado. Entre medias, lo único llamativo tuvo color encarnado. Como un cabezazo de Aranda al poste y el posterior remate de Camuñas a bocajarro que el arquero zaragocista salvó milagrosamente. U otro mano a mano de Aranda que, driblado ya Roberto, se le marchó fuera. O el paradón que este le hizo a Masoud en el 85... El ex zaragocista Sergio Fernández y Juanfran fueron las estrellas del duelo. Con todo esto, sobran más explicaciones.