TENERIFE, 1 - REAL ZARAGOZA, 3

Triunfo y vida

Contini y Suazo acuden a felicitar a Ángel Lafita, autor del tercer gol aragonés.
Triunfo y vida
MIGUEL BARRETO/JUAN GARCÍA CRUZ

Victoria y vida. La revolución de enero del Real Zaragoza se hizo ayer gloriosa, después de parecer en determinadas fases un disparate o una locura. Nadie se atrevió antes a efectuar tantos cambios relevantes en un equipo de élite con la liga en marcha. Quizá sea ésta la particular revolución gloriosa de Agapito Iglesias y su núcleo duro de intocables, porque del estadio Heliodoro Rodríguez López de Santa Cruz se extrajo aquello que era necesario, imprescindible: un triunfo ante el Tenerife que anima al equipo aragonés. Lo dota de esperanza y, al mismo tiempo, lo saca del estado de coma en el que se había introducido, en gran parte inducido por sus propios errores.

Tras abundantes semanas de declive creciente y de búsqueda incesante de uno mismo, entra en el vestuario del equipo aragonés una corriente de aire fresco, de luz y optimismo real, fundado en un hecho tangible como es un triunfo y no en meras declaraciones o ejercicios simplemente voluntaristas.

Es en este tipo de situaciones cuando la victoria se hace incuestionable desde cualquier punto de vista, por más que se apreciaran lagunas en el funcionamiento del equipo. El tema nuclear no es otro que escapar de la zona de descenso de cualquier manera, sea como fuere, lanzados en una ofensiva sin posible retorno al acuartelamiento desde el que se partió o con un infame cerrojo. En este sentido, la forma elegida se torna intrascendente. Constituye un segundo plano que no merece consideraciones.


Ayer comenzó a alumbrar la tarde el Chupete Suazo, que marcó el penalti concedido por Luna con seguridad y calma, según el quehacer de quien se siente en posesión de la capacidad necesaria para sobreponerse a la circunstancia del momento. Enseguida acudió a refrendarlo Adrián Colunga, jugador de reducido tamaño que anunció, sin embargo, que alberga a un interesante futbolista, con velocidad y sentido vertical de los despliegues. Selló los minutos de bendita inspiración un aragonés de la casa, Ángel Lafita, al que se le empezaban a apreciar grietas en su estampa. Marcó un gol propio de su talla futbolística, de disparo lejano y seco, duro e inalcanzable. Golpeó el balón en el poste de la puerta de Aragoneses e hizo temblar el marco entero. Tembló asimismo el Heliodoro Rodríguez López. La afición chicharrera se acomodaba para amasar un triunfo bien elaborado y en pocos minutos recibió un rejón profundo, del que brotó la vida que se perfila en el horizonte zaragocista en este inicio de la segunda vuelta de la liga de las estrellas.


Los nombres de la revolución, Suazo, Colunga, Jarosik, Contini y Eliseu, que hasta hace escasas fechas no han dicho nada aquí, pueden significar en adelante algo importante en términos de supervivencia, de resistencia. El tiempo y el discurrir de los partidos dirá la palabra definitiva sobre el particular. Mas por el momento han quedado reforzados por la poderosa fuerza de un valor absoluto: el resultado. A ellos se une el brasileño Edmilson, futbolista curtido, de poso y experiencia. Anoche cerró un acuerdo con el Zaragoza. También ve reforzada su posición el entrenador, José Aurelio Gay. Conquista su primera victoria y aleja de su proximidad las amenazas implícitas o explícitas de una destitución. El primer paso se ha dado. Son cinco los equipos implicados en la pugna por la salvación. Caerán, al final, los que muestren menos cohesión interna, los conjuntos que enseñen más flancos débiles a la presión, a la ansiedad, al estado general de nervios, a los clásicos demonios de los bajos de la tabla.