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Terror y víctimas en el pavés

Contador salió vivo de la trampa mortal de los adoquines belgas. Frank Schleck se fracturó la clavícula y dijo adiós al Tour.

Lance Armstrong, solo, en pleno tramo de pavés.
Terror y víctimas en el pavés
AFP

Los adoquines (pavés) que ayer pasó el Tour de Francia, siete tramos, trece kilómetros, iniciaron un romance con Alberto Contador. Tratar de explicar lo que supone ese terreno para un ciclista liviano, de complexión menuda, que doblado podría tumbarse, y entrar en seis de ellos, se antoja complicado. Contador sufrió como no lo había hecho nunca subiendo un puerto. No lo dirá, se callará. Son esfuerzos distintos, todos duros. Cada adoquín resultó para él una penitencia, la entrada en un infierno en el que podía pasar de todo, donde nada se podía controlar, donde estaba vendido, a la intemperie.

Se quedó sin Benjamín Noval cuando quedaban tres tramos de pavés por delante. Y sin Noval estaba huérfano, perdido, sin guía. El muro que tenía delante se derrumbó. Tuvo que comerse, con perdón, toda la mierda de la carretera, el polvo que le inundaba los pulmones, todo, mayormente solo, hasta que Vinokourov, al que se encontró por la carretera, que iba delante de él, le acogió en su regazo.

Contador es un superviviente de la vida, del ciclismo y también ha sobrevivido a las trampas que le ha puesto el Tour en los tres primeros días de carrera. Entró decidido, sin miedo, al menos aparente, en un terreno desconocido, desconcertante para él, en el que estuvo más cómodo de lo que pensaba. Hubo momentos en los que le vio suelto, con una pedalada ágil, centrado.

"Dentro de lo que cabe estoy contento. Tuve una caída a treinta kilómetros de la llegada y llevaba la rueda de atrás frenada. Por eso no pude seguir a Vinokourov al final. El equipo ha estado extraordinario y Vinokourov, impresionante. ¿Armstrong? No sólo me preocupa él, sino todos los rivales", explicaba un Contador muy tranquilo.

Él fue uno de los grandes beneficiados de una etapa que ganó el noruego Thor Hushovd y en la que Cancellara recuperó el maillot amarillo después de que el líder, Sylvain Chavanel, sufriese un pinchazo, primero, y tuviese que cambiar de bicicleta después.

Dos equipos, Saxo Bank y Cerveló, los más preparados para este terreno, aparecen como los más beneficiados de una batalla en la que no apareció la lluvia. Esa puede ser la primera impresión. Con los adoquines mojados los hospitales de campaña que había en algunos tramos de los pavés se hubiesen llenado de ciclistas.

No, los grandes beneficiados fueron Cadel Evans y Alberto Contador. También Andy Schleck, que está de nuevo en carrera, gracias a la generosidad de Cancellara camino de Spa. El recordado Luis Ocaña, un ciclista y una persona única e irrepetible, decía que "sólo si hay un ciclista en el suelo no ataco. Lo demás, vale todo".

Andy Schleck estaba de pie. Lance Armstrong sufrió la carnicería que esperaba en carne propia, con pinchazo incluido, es cierto. Contador le aventaja en cincuenta segundos. Iván Basso, Carlos Sastre, Bradley Wiggins están por detrás de un Contador que sabe que no podrá confiarse. Para Armstrong, "cuando se cayó Frank Schleck se estropeó todo". "Luego, al ir a cazar delante tuve un pinchazo. No hay excusas, así es el ciclismo. A veces eres martillo, a veces eres clavo. Hoy me tocó a mí ser clavo. El ciclismo es a veces la guerra", decía.

Ha salvado una de esas etapas en las que puede perderse el Tour, en una carrera en la que cada día, cada kilómetro, se convierte en una historia diferente. La de ayer tuvo nombres propios.

Hubo golpes, codazos, por decirlo de una manera elegante, para coger posiciones en la entrada a los pavés. La posición es fundamental para evitar cortes y riesgos. A 55 kilómetros de la meta comenzaron Saxo Bank y Cervélo su labor autodestructiva. A Jens Voigt parecía que se le iba la vida tirando a bloque. Contador tuvo momentos de zozobra, en los que parecía un poco perdido, estaba muy atrás en el grupo principal.

¡Estuvo a cien metros del grupo de Cancellara y Andy Schleck! Iba con Basso y Boasson Hagen. Le cortaron. Si no, hubiese estado delante, con los mejores. A 26 kilómetros de la meta, Frank Schleck se caía, se rompía la clavícula y se despedía del Tour. Saxo Bank no se detenía ante nada. Con la etapa lanzada el que se cae, se queda abandonado. El grupo de cabeza lo formarían Hushovd, Thomas, Evans, Hesjedal, que llevaba escapado casi desde el inicio de la etapa, Andy Schleck y Fabián Cancellara, que también debía de ir con motor. ¡Vaya forma de rodar!

Contador tenía una cita a ciegas con los adoquines, de esas en la que nunca se sabe lo que puede pasar, un cara y cruz que le resultó favorable. Con el paso del tiempo, con la experiencia, cada vez es un ciclista más completo.