Rayo, 4 - Huesca, 1

Rubén destroza al Huesca

El ex jugador azulgrana allanó el triunfo del Rayo con dos goles en los primeros minutos del partido.

El aragonés Juanjo Camacho trata de llegar al balón ante la presencia de José María Movilla.
Rubén destroza al Huesca
áREA 11

Al Huesca nunca le habían metido más de dos goles y ayer le cayeron cuatro. Fue víctima de un inicio desangelado y del talante depredador de Rubén Castro, que en siete minutos había asestado dos puñaladas. Una mala tarde la tiene cualquiera. Habrá que reflexionar sobre los motivos, pero enseguida pasar página y pensar que el sábado que viene no cabe compasión alguna con el Real Unión. Esa es la verdadera Liga del Huesca, ya que el Rayo era un convidado de piedra en la zona pantanosa.


Sobran los epítetos para calificar la primera mitad del Huesca: floja, desacertada, deshilachada, desalmada... Al final todos los giros vienen a expresar algo parecido, dentro del contexto hiperbólico del lenguaje deportivo, que se acentúa para bien o para mal cuando se trata del fútbol. Y aunque el Huesca siempre se hace acreedor a muchos parabienes, ayer su arranque de partido fue un despropósito absoluto. Pero lo peor fue la sensación de que si el Rayo hubiese querido meter cinco goles antes del descanso habría podido hacerlo.


Calderón apostó por jugar con tres centrales y dos laterales abiertos, lo que en definitiva son cinco defensas. Al cuarto de hora y en vista del desorden general, hubo que sacar a Helguera de la cueva para devolverle al centro del campo. Fue la manera de tener presencia en el partido, de recobrar galones y de competir de igual a igual, aunque con el handicap del resultado cuesta arriba. Bien es cierto que el segundo gol fue en un claro fuera de juego de Rubén.


A pesar del descalabro inicial, Camacho pudo meter a los oscenses en el choque si hubiera resuelto en posición franca con su pierna mala, pero la pelota se marchó por milímetros.


Por entonces el fútbol era más equilibrado, aunque el juego del Huesca carecía de la enjundia de otros envites, resultaba intrascendente pese a la entrega de sus hombres; y mientras el Rayo se acomodaba en la espera de una contra, que llegó con una galopada de Jofre que se coló con una facilidad que ni él se creía cuando empezó la jugada. El extremo se metió hasta la cocina de una defensa donde, el uno por el otro, la casa quedó sin barrer.


El conjunto oscense era un juguete roto, una hermanita de la Caridad en defensa, donde cualquier bombeo se remataba. De hecho Rubén pudo hacer el cuarto del partido ante un equipo que no planteaba ningún tipo de respuesta ni dentro ni fuera.


Nada más comenzar la segunda parte llegó el gol de Víctor en clamoroso fuera de juego de Moisés. Se compensaba así el segundo tanto del cuadro rayista. Se veía ahora un Huesca más animoso, frente a un rival relativamente tranquilo, que pudo ampliar diferencias con Rubén Castro, una pesadilla para los azulgrana.


Rico tuvo la oportunidad de acortar diferencias tras una buena dejada de Rubiato. El Rayo parecía que se dormía y su gente se lo empezaba a recriminar. El Huesca verticalizó su juego para intentar sacar provecho de la caraja vallecana. Con Rubiato y Moisés, dos nueves guerrilleros y afincados en el remate, había que colgar balones como apuesta más juiciosa.

Miñambres movió piezas para compensar y metió al pequeñito Quero, que tiene un buen uno contra uno. El ex del Numancia hizo de Iniesta para tocar, progresar, recibir y definir dentro del área, donde se coló con una calma inaceptable. El chicharro finiquitó todo. Al Huesca le queda madurar la derrota o mejor, la forma en que se produjo, y empezar a pensar cuanto antes en la gran batalla del sábado.