PORTERO DEL REAL ZARAGOZA

Roberto: "Cuantos más pelotazos me llevo, más feliz soy"

Sus 25 años han corrido rápido entre los palos. El ángel de la guarda del equipo revisa su carrera, y dialoga sobre los secretos de la portería, de cómo compra un fondo de inversión y de las sensaciones que experimenta un héroe.

Roberto cambia de orientación: aquí, sobre la madera.
Roberto: "Cuantos más pelotazos me llevo, más feliz soy"
ASIER ALCORTA

¿Cómo se vive en el elogio permanente?


Disfrutando del momento. Con la felicidad que produce salir a la calle y notar el cariño y el apoyo de la gente. Pero siempre desde la humildad y la tranquilidad. Es cierto que en los últimos partidos he tenido protagonismo en jugadas puntuales, pero el trabajo de un portero no vale si no está respaldado por el del resto de sus compañeros, jueguen en la posición que jueguen. Se tiende a centrar el protagonismo en un futbolista, y ahora me toca a mí. Mañana será otro.


¿Se siente un héroe?


No. Yo siempre intento hacer las cosas con la mayor humildad posible. Es la única manera de prolongar un buen momento de forma. Cuando sacas la cabeza más de la cuenta, te la cortan rápido. Tengo los pies en el suelo. Es bonito escuchar ciertas cosas, disfrutar y vivir este momento, además con la familia cerca. Pero yo trabajo en el campo y sé que cada partido es diferente. Lo pasado no cuenta. Hay que rendir día a día.


También hay que estar preparado para la mala crítica...


Sí. Lo bueno se olvida rápido. En el fútbol apenas existe el pasado. Si cometo un error, se me va a valorar por ese día. Auque si la trayectoria es buena, sí que tienes más margen de error.


¿Suele verse en la televisión tras los partidos?


Sí. Me gusta hacerlo, tanto si ha ido bien como si ha ido mal. Sobre todo cuando las cosas han ido mal. Ayuda a mejorar y a contrastar tus sensaciones reales con las que transmite la imagen.


¿Palpa en el vestuario la confianza de los compañeros hacia su portero?


Sí, pero no solo en mí, sino también en Leo Franco. Desde mi llegada, he comprobado que el equipo se siente seguro con los dos.


¿Un portero toma consciencia de la envergadura de sus mejores intervenciones? ¿Un paradón decisivo es equiparable al gol de un delantero?


Sí. Es nuestro momento de gloria. Tan importante es aumentar tu marcador como impedir que lo haga el rival. No obstante, yo no suelo expresarme entre los palos. No me gusta darle importancia a una parada porque el juego sigue y es traicionero. Aunque es cierto que resulta bonito girarse y ver que el balón sale fuera, desbaratado.


Que Roberto acumule milagros refleja que su trabajo es abundante. ¿Debe mejorar el nivel defensivo del equipo?


Hemos pasado por unos partidos en los que la tónica ha sido esa. Aunque cada vez menos, porque el equipo ya va cogiendo el tono y el nivel, aún estamos en construcción. Poco a poco, los futbolistas de atrás iremos perdiendo protagonismo a favor de los de delante. En el fútbol, quienes deben triunfar son los que marcan goles. Cuanto más desapercibidos pasemos los de atrás, mejor.


¿Es un portero vocacional?


De niño, jugué de futbolista un año en el equipo del barrio, en El Naranjo, en Fuenlabrada. Pero al año siguiente me picó la curiosidad. Siempre me ha gustado ser un poco protagonista, y vi que en el campo no sería así. Luego, me fueron diciendo que se me daba bien, que poseía condiciones? Hasta que alcancé la profesionalidad.


¿Qué le dijeron en casa cuando decidió probar como portero?


Mire, ese tema ahora es motivo de nostalgia, humor y alegría. Me pegué un verano entero insistiéndole a mi padre que me dejara jugar de portero. Cuando le comenté que quería jugar ahí en el equipo del barrio, me contestó que mejor fuera delantero, para meter goles. Me decía que los porteros sufren mucho, que se hacen daños, que están todos locos? Al final, cedió y yo se lo agradezco. Un padre siempre quiere que su hijo disfrute. Ahora que soy profesional y disfruto de una profesión tan bonita lo comentamos mucho en la familia.


Y usted, ¿tiene algún punto de locura?


Todos los porteros tenemos algo. Más que locura es excentricidad o extravagancia. Es un puesto duro, hay que tener una mente fuerte y mucha concentración. Un fallo es fatal. Yo, cuantos más pelotazos me llevo, más feliz soy. Es así, somos así? quizá eso sea locura.


¿Y rituales?


Los tengo. Más que manías es miedo al cambio. Si las cosas funcionan, ¿por qué cambiar una costumbre? ¿Por qué cambiar la manera de ponerte las medias? Los rituales no se quitan.


¿En qué espejos se miraba cuando era niño?


Me fijaba en el Atlético y allí admiraba a Molina. También me gustaba mucho Cañizares, quizá por semejanza física. Es un portero grande y creía que podría tener sus mismas cualidades. Y de ahora destaco a Casillas, a Van der Sar, Cech y Leo Franco.


¿A Leo Franco?


Sí. Cuando comencé a subir al primer equipo del Atlético de Madrid, tuve la suerte de entrenar a su lado y aprender cosas de él.


La noria del fútbol... Ahora usted es intocable, su rol está muy claro desde su llegada. ¿Cómo se relacionan estando la jerarquía tan definida?


Le diré una cosa. Leo Franco siempre es el primero en felicitarme cuando los partidos me han salido bien. Y se nota que la suya es una felicidad auténtica. Y eso no es nada sencillo para un profesional. Todos hemos pasado por situaciones en las que el protagonismo lo ha tenido otro. Es verdad que no es fácil de llevar, aunque el equipo lo haga bien, no sentirse importante. Pero Leo es un ejemplo para todos. Nuestra relación es magnífica y por mi parte voy a hacer todo lo posible para que siga así. Todos, no solo yo, tenemos la suerte de tener en el vestuario a una gran persona y un gran futbolista como Leo. Para mí es un orgullo ser su compañero, por lo que es y ha sido para muchos porteros. Su calidad humana es excelente.


¿Vive la portería española su mejor época?


Creo que sí. El trabajo de cantera es magnífico en nuestro país. Cada vez hay más jóvenes compitiendo o españoles en las porterías de clubes internacionales de primer nivel como Pepe Reina o David de Gea. Y en la Liga están muy bien cubiertas.


Especialmente, la suya, la del Atlético, con tres brillante porteros con escasa brecha generacional, como Roberto, De Gea y Joel. ¿Cuál es la clave de ese trabajo?


El mérito es de los preparadores, para mí de tres personas: Diego Díaz, Ángel Mejías y Miguel Bastón. Todos fueron grandes porteros profesionales. Diego los recoge desde pequeño y establece unos patrones formativos. Mejías los entrena un poco más mayores. Y Bastón pule ya más en la etapa profesional.


¿Hacia dónde evoluciona el portero moderno? ¿Cada vez más hay que ser antes futbolista que portero?


Sin duda. La técnica de pies es cada vez más importante. Se exigen porteros más completos. Hemos evolucionado. Ahora no sirve únicamente parar todos los balones debajo de la portería.


¿Estudia a los delanteros rivales, su golpeo, sus áreas predilectas de disparo…?


Sí. Siempre ayuda a la hora de reaccionar ante situaciones o tomar decisiones.


¿Es mejor portero quien mejor gestiona el riesgo? ¿Dónde se halla el punto de equilibrio?


Los porteros fallamos cuando nos metemos en problemas que nos podemos evitar. Ya no es habitual ver pelotas que se escapan de las manos. Los fallos son frutos de malas decisiones: una salida con dudas, intentar despejar de pies… Ocurre por arriesgar más. El portero más seguro es el que sabe equilibrar las situaciones de riesgo.


¿Qué le ocurrió en el Benfica? ¿De verdad su rendimiento fue tan inestable?


Mi nivel en Portugal no estuvo muy por debajo del que puede tener o tengo aquí. Pero los momentos en los que me equivoqué no me beneficiaron. En los primeros partidos de pretemporada y de Liga, el rendimiento no estuvo a la altura de lo esperado. Eso me pasó factura el resto de la temporada. Cuando estaba en un mejor nivel, llegaba un momento en el que todo lo que hacía bien se consideraba normal. No se valoraba. Pero cuando surgía una duda o un gol se me señalaba el primero siempre. No tenía margen de error. Así, el club se planteó la necesidad de cambiar de porteros.


¿Qué lecciones le deja la experiencia portuguesa?


Siempre la recordaré con orgullo. Fue un año beneficioso. Al fin y al cabo, formé parte de un equipo que estaba luchando por ganar cosas. Disputé partidos de Champions y llegué a las semifinales de la Europa League. Disfruté del club y de la oportunidad de sentirme importante en el fútbol de un país. ¿Qué aprendí? A asimilar mejor las críticas, a apartarse de lo extradeportivo, a jugar para ganar todos los domingos sin margen de error, con la obligación de vencer, a estar ochenta minutos sin tocar una pelota y luego llegar una tener que sacarla…


¿Le afectó el polvo levantado por las circunstancias de su fichaje?


No. Viví tranquilo. Sabía que las cosas las explicaría el presidente cuando fuese oportuno. La afición merecía esa información. También pensaba que cuando empezara la competición, si el rendimiento era bueno, eso se alejaría. A día de hoy se usan esos métodos y si funcionan bienvenidos sea. Yo estoy muy agradecido a toda la gente que ha hecho posible que juegue en el Zaragoza.


¿El fondo de inversión contacta con el jugador? ¿Cómo funciona?


No se cuenta con el futbolista. Me preguntaron dónde quería jugar dentro de una serie de equipos interesados en mí. Y yo dije que en el Zaragoza. Y a partir de ahí se me planteó un contrato con el club, lo acordé, y no quise saber nada más. Simplemente, firmé como un trabajador y me centré en el fútbol.