ATHLETIC 2-1 ZARAGOZA

Otro sorbo de impotencia

Dos graves errores en 20 minutos tumban a un paupérrimo Zaragoza. El Athletic pecó de conformista y Braulio maquilló el marcador.

Pinter salta con Toquero.
Otro sorbo de impotencia
MIGUEL TOñA/EFE

Pues a la séptima tampoco llegó el primer triunfo de la temporada. Ni siquiera otro puntito de pedrea a través de un empate. Nada de nada. El actual Real Zaragoza se halla sumido de lleno en la espiral de la muerte y, por más que intenta remar hacia la vida, la corrientes cinéticas entremezcladas con la inercia del remolino le impiden dar un paso al frente con cierto convencimiento.

San Mamés confirmó anoche, un día más, todos los malos augurios que este equipo comenzó a manifestar frente al Málaga en la 2ª jornada y que no han encontrado cura por ningún lado. La derrota ante el Athletic, al margen de dejar al Zaragoza de nuevo como colista en solitario, desnudó en público todas sus carencias, defectos, incongruencias, taras y escasos recursos técnicos.

El Zaragoza volvió a ser una máquina de perder balones. Un bloque inconsistente en defensa, con desajustes letales que pusieron en bandeja la victoria al rival. El cuadro blanquillo, por enésima vez, fue un conjunto plano, sin resortes individuales ni colectivos capaces de provocar reacciones puntuales en el ritmo de juego. Ni con el 0-0 inicial, ni cuando se encajaron los goles, ni cuando se regresó al campo tras el descanso, ni... Nadie asume la responsabilidad, no hay un líder sobre el campo. Da igual que se corten 30 balones en tareas defensivas porque, enseguida, al primer o segundo pase, la pelota regresa regalada a poder del adversario. Un calvario.

Por todo esto, el Athletic, ayer, ganó sin querer, simplemente aprovechándose de la insolvencia zaragocista en cuestiones cruciales en Primera División. Y hay que dar gracias a los vascos porque, en una segunda mitad conformista a más no poder, no quisieron ir a hacer sangre a un Zaragoza que en ningún momento les generó quebraderos de cabeza.

Bien es verdad que desde el minuto 52, casi medio partido, el equipo de Gay jugó con uno menos (otra vez). El debutante Pinter, un tanque sin frenos que no paró de atropellar contrincantes durante el tiempo que estuvo en el campo, vio dos amarillas inapelables y desarmó todavía más a la impotente cuadrilla zaragocista. Pero la merma de un hombre en el esquema no fue excusa en ningún momento. En este Zaragoza, este tipo de situaciones son pura anécdota.

Ver tirar a Nayim la carpeta de apuntes al césped desde su posición en el banquillo (ayer apenas se levantó de su butaca) fue una fotografía descriptiva de lo que fue el choque. Faltaban diez minutos para el descanso y el ceutí se desesperó al ver que nadie sujetaba el balón, que nadie combinaba tres veces seguidas, que nadie le echaba desparpajo para cruzar la medular con criterio.

En 23 minutos el Zaragoza estaba liquidado. Dio igual todo lo ensayado durante la semana por Gay y sus ayudantes en la Ciudad Deportiva. Nada importó la advertencia de intentar parar al Athletic en su fulgurante salida. La actual plantilla, simplemente, no da más de sí. Un despiste en una segunda jugada tras un córner patrocinó el 1-0. Un tremendo fallo de marcaje al temido Llorente en un centro al área (como los cientos que se han simulado estos días en los ensayos) facilitó el segundo. Y a silbar mirando al cielo. Los bilbaínos se fueron al descanso ganando 2-0 como lo podían haber hecho 5-0 o más. Solo les faltó un poco más de tino en un par de acciones del citado Llorente, algo de destreza en Susaeta, una pizca de menos individualismo de Muniain, un segundo de calma en un remate de Toquero solo en el área o que el linier hubiese dado como legal un gol anulado a Gurpegui por un discutible fuera de juego.

Del Zaragoza, no hubo noticias. Ander Herrera, empeñado en jugar ayer como fuese pese a su reciente lesión, firmó el peor partido desde que es profesional. Gabi no dio pie con bola. Bertolo y Braulio, las dos bandas de ayer (Lafita no entró ni en los cambios), apenas tuvieron profundidad. Sinama-Pongolle, aislado, mostró de nuevo que, sin flujo de pases que le asistan, es incapaz de inventar a solas con éxito.

Y atrás, Pinter intentó ayudar a los centrales con demasiado estruendo en sus ademanes, llenos de faltas en el cuerpo. Lanzaro y Contini sufrieron sin cesar en cada pelota volcada sobre ellos. Ponzio tuvo una pesadilla de día porque todo el caudal de ataques rojiblancos llegaron por su lado y Diogo aguantó como pudo el tipo gracias a que su carril fue el menos transitado. Menos mal, de nuevo, que Doblas al final evitó un par de goles más de los locales.

La cosa no mejora. Al contrario. Ni el gol postrero de Braulio, otro detalle de maquillaje inútil, permite soñar con una reacción.