REAL ZARAGOZA

Obligación de primera

Lograr la victoria ante el Betis (17.00/La Romareda) es para el Real Zaragoza una exigencia de primer orden tras el triunfo del Recreativo en Pamplona. Manolo Villanova propone a sus jugadores no mirar a la tabla clasificatoria, sino solo al partido al rival de hoy.

Anoche venció el Recreativo de Huelva en el estadio Reyno de Navarra y hoy se presenta aquí, en La Romareda, un Betis con claros síntomas de crecida. Desde hace unas semanas, cada partido que afronta el Real Zaragoza está preñado de claves que trascienden el propio encuentro, de factores que atañen a su vida presente y futura en Primera. Juega aquí y allá el equipo aragonés, en su estadio y en feudos de terceros. Las hipotecas emocionales no disminuyen. Crecen. Se multiplican. Superan el IPC, el euríbor y cualquier baremo. El litigio de esta tarde con el Betis como parte contraria ha devenido en ser un partido más relevante que el inmediatamente anterior, de la misma manera que al siguiente se le adivinan mayores derivadas que al presente. ¿Cuánto vale ganar al conjunto de Chaparro en La Romareda? El cálculo que se propone resulta tarea difícil. Puede ser que tenga valor incalculable si de aquí brotan las raíces de la salvación, de la permanencia en la máxima categoría del fútbol patrio. Va en ello la dignidad propia y la del zaragocismo tomado como cuerpo entero. Atiende, asismimo, a la continuidad de un club que es símbolo y bandera en esta tierra. Es el mínimo exigible en el año del setenta y cinco aniversario.


Resulta asunto de primer orden que a esta cita se le extraigan los tres puntos que necesita la contabilidad y la sustancia futbolística perdida en los debates más recientes, los librados contra el Valladolid y el Almería. Si el Real Zaragoza vuelve a su ser, al fútbol aseado que presentó ante el Atlético o el Villarreal, dispondrá de opciones de salir del torbellino que se lo traga. Lo dicta la lógica de las cosas del fútbol. También lo afirma el sentido común. Con aquél nivel de producción, creación y oportunidades, el conjunto de Manolo Villanova es alguien en la contienda definitiva. De lo contrario, está perdido.


En la búsqueda de las referencias válidas que fueron aquellos partidos, el veterano técnico aragonés ha dado muestras a lo largo de la semana de que pretende ordenar al equipo según su fisonomía táctica más fiable: el 1-4-1-4-1. Añade Villanova en esta ocasión una condición con peso específico: que cada futbolista se presente en los espacios que le son más naturales por condición propia, no por exigencias de las circunstancias o de guiones ajenos. Así, Ricardo Oliveira no jugará escorado en una banda, en la izquiera. Estará en el banquillo, a la espera de la oportunidad de emplerase como delantero centro con vistas francas y frontales de la portería rival. Esta posición la ocupará de entrada Diego Milito, por compomiso, por liderazgo, por capitanía, por mil razones que en estas horas pesan más que su estado de forma o el acusado bajón del Príncipe en productividad goleadora. Si Pablo Aimar reaparece, lo hará como enganche, en la ubicación en la que en Europa alcanza su mejor versión. Es decir, se erige en alternativa a Óscar. También estará Matuzalem allí donde más sentido alcanzan su talento y virtudes, en el mando del equipo. A derecha e izquierda correrán Gabi y Sergio García. El ejercicio de coherencia interna quizá sufra alguna falla en la retaguardia. Allí el debate entre técnicos y directivos deportivos ha sido vivo, intenso, en las últimas horas. Parece ganar la tesis de colocar a Alberto Zapater en la banda izquierda y a Paredes en el centro de la defensa junto a Roberto Fabián Ayala.


La Romareda estará llena de un espíritu de ayuda generosa al equipo, según dicta la consciencia de que reportará mayor beneficio al interés general tal posición que desatar violentas críticas. Las amarguras dejadas por la última experiencia en una pérdida de categoría han operado un cambio de patrones y cultura que ahora se aprecian en su profundidad y extensión.