REAL ZARAGOZA

Noventa minutos de alta tensión

Alrededor de 700 seguidores zaragocistas descargaron toda su ira e indignación contra los que, en otros tiempos y con otros condicionantes bien distintos, hubieran sido sus ídolos intocables.

"Esta camiseta no la merecéis". Tocándose la propia, la que llevaban puesta desde que habían salido de casa con la ilusión de gozar por fin de un triunfo de su equipo, decenas y decenas de aficionados zaragocistas increparon a todos y cada uno de los jugadores del equipo aragonés a la salida de los vestuarios.


Fueron 90 minutos de alta tensión en la esquina de la calle de Eduardo Ibarra con Luis Bermejo. Hora y media en la que, alrededor de 700 seguidores zaragocistas descargaron toda su ira e indignación contra los que, en otros tiempos y con otros condicionantes bien distintos, hubieran sido sus ídolos intocables. Predominaba la gente joven, pero durante muchos minutos hubo representación de otros muchos estratos de la pirámide poblacional.


Fortísimos insultos (los más graves que puedan decirse), gritos desencajados y alguna amenaza física -sobre todo con los primeros jugadores que osaron salir del vestuario- dieron forma a un episodio desagradabilísimo que hacía 6 años que no se producía en los aledaños del estadio municipal tras la finalización de un partido de fútbol. También voló algún vaso.


Nada más terminar el choque, los más alterados hinchas fueron arremolinándose alrededor de las vallas que delimitan cada domingo el área de vestuarios. La policía, observando la maniobra, no dudó en pedir refuerzos en esa zona externa del campo.


Los duros reproches, las gravísimas acusaciones, no tuvieron distingos entre los enfebrecidos abonados y simpatizantes zaragocistas. Los 22 jugadores del plantel se llevaron su dosis de cicuta oral, sin excepción. El ejemplo de esto lo supuso Generelo, que descalzo, cojo y con muletas, fue el primero en salir en busca de su vehículo, aparcado con los del resto en el corralito reservado entre las interminables obras de la plaza de la antigua explanada de La Romareda. El pacense estrenó el repertorio de epítetos que guardaban los iracundos seguidores para ir soltándolos con el paso de los minutos. Cuartero, López Vallejo, Paredes, Gabi, Diego Milito, Zapater... todos fueron pasando por el mismo trance. "Mercenarios", "sinvergüenzas", "no tenéis cojones", fueron algunas de las lindezas reproducibles que se oyeron en muchos metros a la redonda.


En un momento determinado, un exaltado seguidor hizo ademán de irse hacia los jugadores y las fuerzas de seguridad lo detuvieron. Mientras el retenido era conducido a una de las furgonetas para tomarle la filiación, se produjo una intervención policial con el objetivo de hacer retroceder a la masa de aficionados hasta la acera del auditorio, alejándolos del vallado para evitar riesgo de contacto físico con los jugadores. Así, se estableció un pasillo de seguridad que perduró hasta que, al cabo de una hora y una vez todos habían salido del vestuario (Sergio García y Matuzalem, que pasaron el control antidoping, fueron los últimos), la muchedumbre se disolvió de manera natural.


La algarada no llegó a ser tan grave como la de hace 6 años cuando, un mes antes de descender, el Zaragoza perdió 0-1 ante el Celta y 4.000 aficionados retuvieron a la plantilla tres horas en la caseta. Pero, de veras, se pareció.