RALLY

Nani Roma busca copiloto

Hijo Adoptivo de Zaragoza y 'dakariano', vivió la resaca de la Baja disparando la adrenalina de unos pocos afortunados.

Nani Roma.
Nani Roma busca copiloto
REPSOL MEDIA

Circuito Evasión 4x4, Cartuja Baja, Zaragoza. Mañana de lunes. Ausencia de nubes. Viento moderado. Un grupo de aventureros. Un coche, un piloto. Un Mitsubishi, Nani Roma. Dos kilómetros y medio por delante. Una montaña rusa de tierra, piedras y algún matojo. Trazado intestinal sobre el que sorprender. Suculento cóctel con el que Repsol quiso -y logró- que unos pocos afortunados sintiesen en sus carnes las sensaciones que el cuerpo experimenta a bordo de un vehículo de raids.

Al volante, Nani Roma. Experto 'dakariano', amante de la Baja y de Aragón, Hijo Adoptivo de Zaragoza y, por encima de todo, una sonrisa con patas. Jamás niega un buen gesto este celebérrimo piloto, sencillo y accesible como el que más, capaz de subirse encantado al coche que le ha machacado el físico los tres días anteriores con tal de divertir y, de paso, divertirse.

No está el francés Pascal Maimon. Al menos, no físicamente, pero se percibe su nombre en la atmósfera. El copiloto de Nani Roma en esta última Baja, cuyo despiste -o, mejor, flagrante error- acabó con las opciones de vencer del catalán, no se encuentra junto a su ya ex compañero. El asiento derecho del biplaza yace, por tanto, vacante. Y unos pocos afortunados aspiran a ocuparlo solo unos minutos.

El primer valiente se lanza al interior del vehículo ante la atenta mirada de quienes, más tarde, van a imitarle. La incertidumbre que reflejan sus caras es la misma que se genera entre quienes esperan en la fila de una atracción. Huele a ilusión, locura y temor por lo desconocido. Pero hasta no ver el coche en marcha, nadie se atreve a valorar el grado de arrojo del que habrán de hacer gala los aspirantes.

El Mitsubishi arranca. De inicio, no parece rápido. Ningún espectador y futuro protagonista adivina que Nani Roma está calentando. Tras recorrer unos metros, el piloto de Repsol dispara el acelerador. El coche desaparece en el recorrido y, cuando regresa y se baja el primer afortunado, todos esperan su juicio. Pulgar en alto. Todos ejecutarán el mismo guión.

Mientras Nani Roma inunda de adrenalina el interior del Mitsubishi, el siguiente relevo se prepara. Antes de nada, el protector de cuello y el casco integral. Los hay por tallas. Al coche se ingresa por el ventanuco derecho. Justo debajo, el tubo de escape escupiendo calor. Se debe ser cuidadoso. Y se necesita ayuda. Generoso escorzo en la maniobra, signo de respeto ante la genial máquina.

Una vez dentro, no hay tiempo para contemplar los innumerables detalles del panel, los instrumentos, cada aparatito. El primer acelerón tensa. Y uno intenta imaginarse lo que aguantan estos deportistas durante horas. Nani Roma apura cada recta, clava el coche en las frenadas y derrapa en las curvas como en la competición. Asusta, impone respeto. Pero le quita hierro interesándose por el copiloto en pleno ejercicio. "¿Te lo estás pasando bien?", pregunta. No entiende la respuesta. Sigue volando y solicita la repetición de la frase con escrupulosa parsimonia. Nani Roma es un superhombre.