Campeón de Europa en la catedral de la velocidad

Luis Carlos Maurel celebra los 25 años de su gesta para el motociclismo en Aragón. El título europeo en 250 cc festejado en Assen y que le abrió las puertas del Mundial.

Maurel (i), tras ganar el Europeo, con su gran amigo Javier Ullate, mecánico en los inicios el piloto. archivo
Maurel (i), tras ganar el Europeo, con su gran amigo Javier Ullate, mecánico en los inicios el piloto. archivo
L. C. Maurel

Luis Carlos Maurel siempre deseó ser piloto. Su sueño, palabra que brota de los labios del deportista para definir la indescriptible sensación que provoca una gesta particular. Su sueño desde que con poco más de dos años sabía sostenerse sobre dos ruedas y a los cinco le regalaron la primera moto. Maurel aceleró en una época en la que el motociclismo de velocidad en Aragón estaba huérfano de referentes y de éxitos. Hasta que con 25 años, y la estación de verano dándose a conocer, Maurel experimentó la increíble emoción de ver hecho realidad su aspiración infantil. Y en un escenario sagrado, Assen (Holanda), la catedral del motociclismo. Maurel celebra los 25 años del título de campeón de Europa de la cilindrada de 250 cc. Un hito que le abrió las puertas del Mundial a un hombre que vive con intensidad el deporte. "Sigo yendo al Mundial por mi trabajo en la empresa de frenos Galfer. Antes los pilotos éramos unos ‘directores de orquesta’ para conseguir nuestros objetivos: nos convertíamos en piloto, mánager, empresario… Hoy en día todo eso ya se ha perdido. Ahora es mucho más profesional", cuenta el zaragozano.

Luis Carlos Maurel echa la mirada atrás. 1992. "Llevaba varias temporadas como profesional del motociclismo. En 1988 ya fui campeón de España júnior en 250 cc con una JJ Cobas y al año siguiente di el salto internacional al Europeo de la cilindrada de la mano de Ibercaja, que siempre me acompañó y apoyó mi trayectoria deportiva. También competí en el Nacional de Superbikes con Suzuki Mur y más tarde con Yamaha España", relata el aragonés, que entonces ya tenía claro cuál era la cima de su podio personal. Sigue el relato: "Creo que 1990 podía haber sido un gran año pues llegué a liderar el Europeo con Yamaha Ibercaja, consiguiendo mi primera victoria internacional en Hungaroring (Hungría), y fui subcampeón de España de SBK. Luego firmé con Honda Pons para entrar dentro del Mundial pero finalmente Repsol, que daba nombre al equipo, se retiró temporalmente de los patrocinios en 1991. Este año solo corrí Superbikes: en el Nacional, donde fui otra vez segundo, y en el Mundial, entrando en el ‘top 10’".

Maurel siempre ha tenido vocación de triunfador. "Tener mentalidad de campeón es esencial", confesaba el piloto mientras abrazaba el título único para la historia de la velocidad en Aragón. Sacrificio era la palabra que definía la carrera de un hombre que tuvo que combatir en su época la crítica falta de apoyos para pelear por una moto oficial. Su reto, y por lo que siempre luchó, era el primer cajón del podio en un Mundial. Hace 25 años, la puerta al principal certamen del calendario de las dos ruedas era firmar una gran actuación en el campeonato continental. "Mi situación era compleja. No tenía ninguna oferta ni programa demasiado interesante. Hasta que un día me llamó Manuel Soler Bultó, director deportivo de la Real Federación Motociclista Española (RFME), quien me propuso que me subiera a las Aprilia del equipo nacional para intentar ganar el Europeo de 250 cc. En aquella época los pilotos que podían acceder al Mundial, además de los ya inscritos, eran los que firmaban los tres primeros puestos del Europeo, del AMA (las Superbikes que se desarrollan en Estados Unidos) o del All Japan. De hecho, el Europeo de 250 cc en 1991 lo ganó Max Biaggi (poseedor de seis títulos mundiales). Lógicamente acepté", evoca.

La gloria en Assen

Luis Carlos Maurel disputaba su cuarto Europeo con una formación sólida y una Aprilia forrada con el rojo y blanco de Ducados. Entonces, las firmas de tabaco se volcaban con el mundo del motor. La competencia era máxima, más de 60 pilotos en cada carrera. En la parrilla, nombres propios como Sete Gibernau, el holandés Van der Goerberg, el inglés McWilliams, los franceses Marc y Bernard García y el italiano Pennacchioli, su principal rival en el asfalto ese año. El 8 de marzo de 1992 levantó el telón del Europeo. "La clave fue que gané la carrera inaugural de Jerez y a partir de ahí dominé bien el campeonato: podio en Irlanda (tercero), nueva victoria en Donnington Park (Inglaterra), segundo en Hockenheim (Alemania), otro triunfo en Salzburgring (Austria), tercero en Spa (Bélgica) con carrera en agua...", enumera.

La séptima carrera del calendario era en junio en Assen, el templo de la velocidad. Maurel era líder indiscutible a falta de tres pruebas para concluir el certamen. El lunes 22 rompió dos veces el motor y se clasificó 29º. Al día siguiente, en los cronometrados de la jornada matinal terminó cuarto. Y por la tarde, a las 16.00, Maurel decidió arriesgar con un ritmo imposible de seguir. Pennacchioli destrozo su Aprilia oficial y el zaragozano rodó a la perfección para abrazar la gloria.

"Ganar en Assen me hizo una ilusión tremenda. Pude por fin acceder al Mundial en 1993 y no éramos más de once pilotos españoles en 250 cc: Crivillé, Aspar, Puig, Cardús, Miralles, Torrontegui, López Mella, D’Antin, Giró, Juan Borja y yo. La pena es que afronté el Mundial con un equipo muy modesto, en una muy reñida categoría y con más de 36 motos en pista", recuerda Maurel. Su mejor momento llegó en 1994, con una Honda RS250 con la que pudo meterse "en ocasiones" en el ‘top 10’ de un Mundial con más de quince motos oficiales. "Tuve en la última carrera una buena oportunidad, pues me fichó Erv Kanemoto para su equipo como compañero de Okada y con una Honda NSR250R oficial. Pero fue todo demasiado precipitado y no se dio tan bien como nos hubiera gustado. Estuve a punto de ganar el Open Ducados, un campeonato con mucho nivel y pilotos como Laconi, Borja, Gibernau, D’Antin, Fillice… pero se escapó con una caída", rememora. En 1995 volvería a la parrilla de un Mundial. "Pero a partir de aquí me costó encontrar la motivación, los presupuestos y la confianza para seguir", concluye.

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